Hostia, qué passata

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Hostia, qué passata

Fotos de La Tomatina de Buñol.

Llevo años trabajando como fotoperiodista en Valencia y hasta éste no me había tocado cubrir la Tomatina. No me gustan las fiestas multitudinarias ni los festivales ni ese tipo de saraos, así que me mentalicé para lo peor.

Una anécdota entre mozos de pueblo que se liaron a tomatazos en los años 40 se ha convertido en un reclamo turístico para guiris descerebrados y ha colocado al pueblo de Buñol en el mapa del mundo. En los últimos años la fiesta ha sufrido una gran masificación, y en esta edición el 80% de los participantes son extranjeros. Cerca de 50.000 personas han llegado a participar en la Tomatina en pasadas ediciones, por lo que el Ayuntamiento de Buñol se ha visto obligado a vender entradas para reducir el aforo: 15.000 personas entrarán pagando, mientras que 5.000 vecinos de la localidad entrarán de forma gratuita. Para algunos esta iniciativa es una forma de ‘devolver la fiesta al pueblo’, para otros un intento de sacar dinero en tiempos de crisis ya que se espera que las entradas vendidas sumen dinero a los 300.000 euros que el festival recoge habitualmente.

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Me coloco en una esquinita del balcón que sirve de zona de prensa y empiezo a fijarme y a disparar.

Hay un tipo enorme con una polla gigante en la cabeza y dos tomates de peluche por huevos, otro tipo vestido de Wally, grupos de gente con la misma camiseta, un montón de indios (de la India), estos sin disfrazar. Hay un grupo de mascachapas, con pinta de españoles, luciendo tatuajes y músculos y rompiéndole las camisetas a todos los que se acercan.

No puedo evitar recordar que el año pasado un grupo de ”mozos” tiró por un puente a un inmigrante senegalés de los que van vendiendo cosas por la calle. El chaval se ha quedado tetrapléjico y todavía no hay responsables. El Ayuntamiento ha colgado unas pancartas contra la homofobia y las agresiones sexistas, para evitar que ocurran hechos como este, como los de Sanfermines o como la violación a una mujer que tuvo lugar en la Tomatina de 2006.

En apenas 60 años, La Tomatina se ha ido de ser una lucha espontaneo en una fiesta de pueblo cualquiera, a ser para muchos, representativo del casposo y gentrificado que se ha vuelto las fiestas populares en este país. Y el crecimiento es también un proceso reversible. Este año por lo menos, ni la lluvia ni el coste de la entrada se ha bajado los animos.