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Cultură

Tu trabajo no sirve de nada

No necesitamos trabajar más de 20 horas a la semana y aún así vivimos obsesionados con trabajos que no nos realizan en absoluto y que de hecho, nos deprimen.

Foto por Dan Evans

Como casi todo el mundo, he tenido muchísimos trabajos. He sido barrendero, camarero, administrador, guardia de seguridad, el chico que sirve el té en las oficinas de L'Oreal, escritor, editor y especialista en redes sociales. He trabajado sin contrato, como freelance y he sido asalariado. Pero ninguno me ha dejado satisfecho. Cuando vives en un país donde el empleado promedio pasa 36 días al año escribiendo mails, llega el momento en que te preguntas qué mierda es el trabajo en realidad.

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El regreso a la oficina después de la hora de la comida parece un buen momento para preguntarte: "¿Hasta donde?"

Peter Fleming, profesor de negocios y sociedad en la Universidad de la Ciudad de Londres trató de resolver esa pregunta en su libro llamado La mitología del trabajo. Cuando me reuní con él, me dijo que "El rechazo al movimiento laboral no es sinónimo de pereza. De hecho, no tiene nada que ver con no hacer nada. Es más, si quieres ver a gente sin hacer nada, ve a una corporación grande. Algunos tenemos la suerte de que nuestro trabajo es algo que amamos. Pero la mayor parte del tiempo, ese no es el caso".

La antipatía general hacia el trabajo provoca que sea aún más extraño que, si vives en una metrópolis como la nuestra, lo primero que te pregunta la gente que acabas de conocer es "¿A qué te dedicas". Fleming dice que es muy normal. "La ideología del trabajo destruyó todas las estructuras tradicionales estamentales relacionadas con la religión, el arte, la familia donde naciste y otros símbolos de estatus en las comunidades. Tras las destrucción de estas estructuras, nos impusieron una situación que nos dice que lo único que importa es el trabajo que realizas –y por lo tanto toda tu vida debe girar en torno a eso–. Después siguió la individualización cada vez mayor de la sociedad que deshizo a las comunidades".

Una encuesta internacional que llevó a cabo Gallup en 2013 clasificó a los empleados en tres categorías: comprometidos (13 por ciento), poco comprometidos (63 por ciento) y nada comprometidos (23 por ciento).

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Los trabajadores comprometidos son los mandones de la oficina. Básicamente, "Son los que hacen todo lo que pueden y más para que la empresa tenga éxito porque creen que su bienestar está ligado al bienestar de la empresa. Si ven que algo se puede hacer mejor, no dudan en compartir esa información".

Un empleado poco comprometido es el que simplemente se rindió y ya nada le importa. "Son los que van del Infierno n úmero 1 [casa] al Infierno número 2 [oficina], y viceversa. Van a la oficina aunque estén enfermos: llegan a las 9AM, terminan su trabajo en las primeras dos horas y se quedan sentados sin hacer nada el resto del día". Si estás leyendo esto en el trabajo, es probable que te sientas identificado.

Por otro lado, los nada comprometidos se dedican a sabotear. "Dañan a la organización. Si ven un problema y tienen una solución, prefieren no ofrecerla. Roban. Hace daño a los que están a su alrededor. Hace poco hubo un caso en el que un abogado que puso su propia caca en el dispensador de jabón en el baño de su oficina, lo mezcló con el jabón y todos sus compañeros lo usaron sin tener idea de lo que había dentro. A menudo también se dañan a sí mismos, cometen suicidio o dañan su cuerpo".

Meter mierda en el dispensador de jabón es raro y reprochable. Pero si alguna vez has robado algo de la oficina o llegas al trabajo de resaca porque no querías parar de beber durante el fin de semana, felicidades: estás dentro de ese 23 por ciento.

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Peter Fleming

Fleming también habló sobre la cepa sadomasoquista de la vida laboral que llama "economía oscura". Es una parte de nuestra cultura que nos permite desahogar el dolor lento del trabajo inútil.

"No vemos la economía oscura en los discursos de los políticos o los economistas pero se hace muy evidente cuando un banquero salta de un edificio. En algunos países, los impuestos sobre el alcohol son más bajos porque es una forma aceptable de desahogar el proceso de explotación. Pero la economía oscura es inaceptable –como el maltrato doméstico, los suicidios relacionados con el trabajo, etcétera–."

Pasamos cantidad de tiempo en el trabajo y aún así vamos cuando estamos. Es algo que pasas cada vez más. Por otro lado, cada vez más empresas permiten bebidas alcohólicas en las empresas. Aunque tomar unas birras un viernes a las 3 de la tarde puede parece un acto de amabilidad por parte del jefe, Fleming describe esto de una forma más cínica.

Él cree que tratar de borrar la línea entre el trabajo y la diversión es algo peligroso. El jefe moderno "quiere ser tu amigo y en general es muy agradable. Pero es lo peor que te puede pasar. Si tu jefe cree que eres su amigo y puede bromear contigo, entonces ya creó un lazo del que no puedes escapar. Si no haces algo que te pide, lo toma como un insulto personal, como una traición de un amigo. Y tiene el derecho de decirte 'tío, los amigos no hacen eso'".

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La relación entre el alcohol y el trabajo solía ser diferente. En el siglo 18, los empleados celebraban el San Lunes –"Una practica común en la que los trabajadores soltaban sus herramientas, salían de la fábrica y se embriagaban en lunes por la mañana", explicó Fleming.

Antes nos emborrachábamos para molestar a nuestros jefes, ahora nuestros jefes nos invitan a beber con ellos.

En su libro, Peter utiliza el término "Bioproletariado" para explicar nuestra posición actual. "El bioproletariado se refiere a la forma en que 'bios' –la vida misma– está encadenada a la economía. "La vida se ha vuelto un modo de trabajo continuo donde siempre tienes que estar listo para trabajar".

¿Entonces qué se supone que debemos hacer? ¿Cómo resistirnos al trabajo? Fleming escribió sobre la vez que pilló la gripe y lo usó como excusa para liberarse una semana del trabajo. Nos enseñan que el trabajo es "bueno para nosotros" pero en realidad es todo lo contrario. Estar sentado mucho tiempo es igual de malo que fumar.

"El problema de la resistencia", dijo Peter, "es que está obstaculizada por la tendencia a economizar en la mano de obra. Para economizar, hay que individualizar. Hay que hacer que todos tengan contratos individuales, fomentar el autoempleo. Por ejemplo, se informó en 2013 que el 70 por ciento de los pilotos de la aerolínea irlandesa Ryanair son freelance: tienen que pagar sus propios uniformes y los hoteles en los que se hospedan. Tenemos que volver a centralizar y redescubrir el poder del trabajo".

Fleming propone una serie de ideas innovadoras que deberíamos considerar: aumentar el salario mínimo, nacionalizar la industria, tener una semana laboral de tres días y que el trabajo deje de ser un fetiche.

Pero primero quiere que entendamos qué está mal, por qué estamos trabajando tanto y colaborar con otras personas que tengan la misma postura. "En la antigüedad, las sociedades que insistían en que la gente trabajara más de tres días a la semana eran sociedades esclavistas. No necesitamos trabajar más de 20 horas a la semana".

KitCaless