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Cultură

Una madrugada cualquiera frente al televisor

Crónica de un zapeo maratoniano e infernal entre las 2:30 de la madrugada y las 6 de la mañana.

Esperanza Gracia

Uno de los hitos televisivos del que guardo mejor recuerdo es el momento en que las cadenas empezaron a emitir las 24 horas del día. La muerte de la carta de ajuste a mediados de los 90 no solo significó una revolución para el medio en sí, sino también para el telespectador, que a partir de según qué hora, cuando ya aparecía la temida carta de ajuste y sabía que la pequeña pantalla se iba a dormir, se sentía un poco más solo en plena noche, incapaz de noquear el insomnio con la ayuda de la radio o la lectura. La sensación de saber que en cualquier momento de la noche podías encontrarte algo en la tele, ya fuera al despertarte por los efectos de un sueño frágil o al no poder dar con Morfeo al llegar a casa después de una velada de frenesí y desenfreno, fue más importante de lo que cualquier adolescente de nuestros días podría llegar a imaginarse, un minúsculo pero impagable avance en la lucha contra la soledad nocturna. Y así hasta hoy.

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A las 2:31 de la madrugada las cadenas de televisión ya tienen el trabajo hecho: a esa hora la franja del late night ya queda superada en los audímetros, y con ella la última del día que interesa desde el punto de vista del share y de los posibles anunciantes. La madrugada profunda se convierte, pues, en tierra hostil, una suerte de Irak catódico en que cada cadena y grupo de comunicación tiene que espabilarse de la forma más barata posible para sacarle rentabilidad a esas casi cinco horas de programación que aparentemente no está viendo ni el tato. Redifusiones, casinos virtuales, futurólogos, conciertos enlatados, programas de catástrofes, campeonatos de póker o espacios de teletienda se convierten en los amos de la noche, los auténticos protagonistas de una parrilla dantesca en la que se intenta compensar la ausencia de publicidad convencional con los ingresos atípicos de otro tipo de publicidad y el ahorro que permiten las reposiciones. Hay vida más allá del late night. Y hemos querido conocerla. In situ, en directo, sentados en el sofá y con el mando a distancia a punto; dispuestos a todo. Seguir a tiempo real qué es lo que se cuece exactamente en televisión entre las 2:30 y las 6 de la mañana. Esta es la crónica de casi cuatro horas de zapping perturbador, insano y enloquecedor, un viaje no apto para paladares finos y corazones sensibles.

De las 2:30 a las 4 h.

Es matemático: a las 2:30 en punto desaparecen los programas, las películas y las series con cierto caché. Y a las 2:31 entramos de lleno en la ciénaga. Bienvenidos al pasaje del terror. En TVE, por motivos obvios de endeudamiento y recortes presupuestarios, recurren a las repeticiones: La1 apuesta por la redifusión de La Noche en 24 Horas, programa de información, debate y opinión tristemente célebre por la línea tendenciosa y partidista de su director y presentador, Sergio Martín, un tipo que, pese a todo, despierta una extraña simpatía a estas horas de la noche. Originalmente el programa se emite en prime time en el canal 24 Horas, un terreno y un horario que le permite ciertas licencias de ritmo e intensidad –francamente bajos– que, en su repetición golfa, se convierten en armas más arrojadizas que una caja de Valiums. En La2, como es costumbre, apuestan por la música. La música es la gran favorecida en este periplo de madrugada, presente en casi todos los canales, lo que ratifica su papel residual y totalmente secundario en la televisión del siglo XXI: de tapadillo y para rellenar agujeros en la parrilla, para eso ha quedado. Suena un grupo llamado Supermosca –no tenía el gusto; no lo hacen mal– en Los Conciertos de Radio 3, una buena idea convertida desde hace tiempo en ejemplo ilustrativo del desmoronamiento de una industria: grupos que aceptan grabar un mini concierto, sin público, más solos que la una, para ser emitido a las 3 de la mañana de un martes cualquiera. Al acabar reemiten el capítulo del día de Amar en tiempos revueltos, culebrón de considerable éxito que debe hacer frente al gran drama de las series en diferido: los spoilers.

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En Telecinco es donde empieza la acción. Mierda de la buena: Premier Casino es uno de los grandes hallazgos de este viaje de pesadilla. Es una manera rápida de hacer caja y de sacarle el dinero al ludópata 2.0, sí, pero parece que nadie ha caído en la cuenta de que la imagen fija de una ruleta girando puede dejar lelo a cualquier espectador que se acerque; no hablo ya de los que tienen tendencia a juguetear con sustancias lisérgicas. A medio camino entre la hipnosis y la tortura –el mareo es galopante–, esta ruleta solo desaparece de nuestra vista cuando, a eso de las 3 de la madrugada, interrumpen el juego para conectar con El Horóscopo de Esperanza Gracia, una de las astrólogas más célebres de España y juraría que la señora con más años de presencia catódica de nuestro país. Empieza su predicción del día por mi signo del zodíaco, Escorpio, así que me quedo: "Van a surgir oportunidades. Tus dotes paranormales se verán acentuadas. Vas a tener sueños premonitorios. Y nadie te va a poder engañar". Descuida, Esperanza.

En Antena 3 está acabando Policías en acción, una versión española del ya muy manido programa de seguimiento a patrullas policiales. Tengo la suerte de coincidir con un caso maravilloso: a un pobre diablo le requisan una planta de marihuana que llevaba arrastrando en un carrito de la compra. Sus intentos disuasorios –"¡Pero si es marihuana!", proclama, como quien lleva una cesta de fruta– no le sirven de nada. Al acabar arranca Campeonato Europeo de Póker, una extraña idea: hasta la fecha creía que las cadenas sacaban pasta de los programas de juego, no de los programas que hablan del juego. Algo que sí hace La Sexta con Juega con el 8, un fascinante y larguísimo programa de póker online en el que dos tipos, profesor y alumno, se dedican a revisar, explicar y adiestrar a los participantes sobre las reglas del juego y los trucos para ganar.

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Es necesario cambiar de tercio. Aparcar por un momento los sacadineros de las cadenas. Una opción que nunca falla es Discovery Max, que está emitiendo en este momento Sociedades Secretas: El Cógido de los Iluminati. Discovery jamás decepciona. Siempre tiene algo que ofrecerte, en este caso un entretenido documental conspiranoide al que le pierden las ridículas recreaciones del propio programa. En Energy me doy de bruces con Farruquito. Y para más cachondeo, en la imagen aparece Farruquito conduciendo un coche. Forma parte de un Conexión Samantha antiguo que ya vi en su momento y del que recuerdo que iba con toda la intención del mundo de suavizar su imagen pública. Sin darme cuenta aparezco en Intereconomía y uno de los grandes highlights de la madrugada: El Telediario de Intereconomía. Sin duda alguna uno de mis programas favoritos actualmente: un informativo de casi tres horas (¡tres!) presentado por José Javier Esparza que desafía toda convención y lugar común del género. No hay plató. No hay teleprompter. No hay grafismo. No hay careta. ¡No hay imágenes! Un informativo sin una sola imagen, sin un solo reportaje, sin una sola información. Se hace directamente en la redacción, con el último libro del presentador en primer plano, con una banderita de España al fondo y con las idas y venidas de los invitados pasando por delante de la cámara y colocándose el micro sin disimulo. Obra maestra del low cost, amigos.

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Son las 3:30 de la madrugada. Aparece Ana Obregón en mi pantalla. La Obregón de hace ya unos cuantos años. Clan TV reemite Ana y los Siete, y cedo ante la tentación de recrear aquel producto infecto que tantas noches de gloria kitsch nos proporcionó años ha. Cambio a Cuatro. Se emite Puro Cuatro, otro de estos programas musicales contenedor. Me dispongo a cambiar cuando creo ver a Jimmy Barnatan, al que todos conocemos como Chucky de Los Serrano, con unas gafas de sol cantando junto a una banda de blues-rock. No, creo no. Es él. Adelante. En el canal Odisea, otro de mis favoritos, justo acaba de empezar una nueva entrega de Tormentas Letales, delicioso programa de cataclismos meteorológicos. Hoy el menú consiste en vientos extremos: de los tornados que azotan el sur de los Estados Unidos a los 1400 km/h que alcanzan los vientos en Neptuno. A punto de llegar a las 4 de la mañana, momento de bipolaridad: por un lado, en un momento de crisis de hambruna, en Canal Cocina Julius intenta cocinar en 22 minutos un guiso de calamares con patata y berberechos y unas manzanas salteadas con crema catalana; y mientras, en Baby TV, Noches de ensueño proyecta imágenes relajantes y somníferas con música clásica, new age y canciones de cuna de fondo. Hay que huir de ahí inmediatamente para no caer fulminado.

De las 4 a las 6 h.

La franja de las 4 a las 5 es la más dura. En argot maratoniano se conoce como "el muro" ese momento de la carrera, habitualmente sobre el kilómetro 30 de los 42 que tiene la prueba, en que tu cuerpo se queda sin reservas de energía y se produce un momento de shock físico y mental que divide a los que finalmente consiguen sobreponerse y llegar a meta y a los que tiran la toalla. Estamos ahí ahora mismo. Llega el muro pasadas las 4. En La Sexta veo una serie de imágenes fractales con música de fondo hasta que, de repente, aparece un videoclip de Alberto Comesaña (¡lo juro!), un día antes de que él y Ella Baila Sola fueran noticia por su accidentada actuación en Chile. No mejora la cosa en Telecinco: La Musicalité es un programa que no hace honor a su título. De las actuaciones que van emitiendo tengo la desgracia de no conocer absolutamente a ningún artista protagonista. Mea culpa, seguramente, por no estar al tanto de la música de calité del momento. Sigo en Mediaset, ahora decido probar suerte en Factoría de Ficción. Y hay premio: veo a Maribel Cecilio tirándole las cartas a una señora que quiere saber si encontrará el amor. La Línea de la Vida se llama el espacio, y es uno de tantos dedicados a la futurología y el tarot que pululan por nuestra TDT. Cecilio tiene cierta habilidad extrayendo información a los clientes, pero le sirve más bien de poco porque sus predicciones van dando palos de ciego sistemáticamente.

Necesito un chute de glucosa para no caer fundido: vuelvo a Intereconomía con la esperanza de que aún esté en antena su telediario indie particular. Ahí está. Subidón. Hay que mantener el ritmo, así que apuesto por tiros seguros. En el canal Odisea emiten Irán Nuclear, 40 Años Después, apasionante documental sobre la eterna lucha entre Irán y Estados Unidos por el asunto nuclear. En otras circunstancias y momentos me quedaría a verlo entero, pero estamos en otra guerra. Sé que el canal Historia tampoco me dejará en la estacada en este momento de recuperación. Y no me equivoco: los amigos de Cazatesoros, uno de esos espacios que siempre entran bien, no importa cuál sea el tema, viajan a Texas en busca de viejas y polvorientas máquinas del millón para comprarlas a precio bajo y restaurarlas. Dan con un pinball de Muhammad Ali, así a título anecdótico. Estoy quemando los últimos cartuchos para superar la psicológica barrera de las 5 de la madrugada: en Teledeporte repiten el Shaktar-Bayern de Champions que se ha jugado unas horas antes. Sé el resultado y, lo peor, sé que el partido ha sido una auténtica mierda. Huyo. Me refugio en Canal Cocina, pero acabo de caer en un mal momento: su programa de cocina francesa es uno de los más antipáticos y sosos de la parrilla. ¿Casualidad? No lo creo. En Cuatro un señor anuncia zapatillas de estar por casa que, según dice, aportan una comodidad sobrenatural, casi podrías hacer trekking con ellas, y cuando casi está empezando a convencerme de que las compre aparecen los dos muermos del grupo Cómplices en una actuación de váyase usted a saber qué año. Desesperado, me la juego con Antena 3, donde, atención, están emitiendo un concierto de Julio Iglesias Jr., también conocido como Julio José. Hay un minuto de shock, lo admito: por la antigüedad del bolo, por la puesta en escena –un DJ, dos go-go's, Julito cogiendo el micro a lo Axl Rose– y por pensar en el tipo de A3 que decide programar eso a esa hora ese día.

Media hora final. Último rush. Kilómetro 39 de la maratón. Cuando ya sabes que acabas. Cuando las piernas van tirando por inercia. En La1 veo a Lolita y Víctor Manuel. Un dueto. Así, sin avisar, surgido de la nada. Como si te viene un calambre cuando ya crees que estás enfilando la recta final. Es el programa TVE Es Música, y viendo el menú no me cabe ninguna duda del título. Paso por Factoríade Ficción y veo a una señora probándose unos Slim joggers, que se venden al módico precio de 59,90 euros. Quince minutos. Oigo el griterío. Vislumbro la meta. Hay que sprintar: en Discovery Max Stephen Hawking exhibe sapiencia, rigor y sabiduría para encontrar respuestas a las cosas. El enunciado central del capítulo que acabo de pillar al vuelo parece una broma de mal gusto: ¿Estamos solos? Gracias, Stephen. Ya estoy. Llego. Miro el reloj: 5:59. Lo he conseguido. Solo queda el lujo final, el guiño, hay que acicalarse para la foto finish. Pongo Neox. Reemiten Impacto Total. La redifusión de la redifusión de la redifusión. El broche de oro: un equilibrista cayendo al vacío en un espectáculo de circo. Parece hecho a propósito: a esas horas del día no se me ocurre mejor metáfora para describir las últimas cuatro horas de este día.