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Cultură

En la iglesia española de la cienciología

Entré en la sede de la organización en Madrid y acabé enterrada bajo exámenes psicológicos, vídeos introductorios y la propuesta de hacer un curso llamado Altibajos que cuesta 1.500 euros.

“Si quieres hacer poco dinero, escribe un libro. Si quieres hacer millones, funda una religión”. Se rumorea que esta frase es de Ron Hubbard, el escritor de ciencia ficción que antes de morir nos dejó la cienciología y la dianética; y con ellas la solución a los problemas de todas las personas con crisis de autoestima.

No pasaron ni dos minutos desde que entré en la sede de la Cienciología en Madrid, y una señora pelín demacrada y con anillos de oro me estaba adulando. En un edificio del barrio de Las Letras casi más imponente que el Congreso de los Diputados al que los scientologists llaman “la org”. Les dije que iba a por información de la iglesia, porque tenía una depresión grave y mi psicólogo me había recetado medicinas para controlarla. “¡Ni se te ocurra!”, respondieron, porque la única solución está en mí misma, a través de la dianética -un método que indaga en la mente- y ellos son los únicos que me pueden ayudar.

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Las siguientes tres horas las pasé enterrada bajo exámenes psicológicos, vídeos introductorios, imágenes que lavarían el cerebro de cualquier desequilibrado mental; y muchos halagos de mis capacidades, virtudes y personalidad, que aquella mujer que acababa de conocer se sabía al dedillo. El test de personalidad fue lo que me garantizó que estaba adentrándome en algo muy raro. Entre las doscientas preguntas había unas cuantas que me llamaron la atención por su especificidad. Tipo ¿Tienes un timbre que varía cuando hablas o es estable?. ¿A dónde querrían llegar con esto?

Más ejemplos en esa línea: ¿Sientes espasmos musculares repentinos? ¿y cuándo sufres disgustos? ¿Piensas que la gente habla mal de ti a tus espaldas? ¿Temes perder tu dignidad? Si estás invadiendo un país ¿sentirías empatía por sus ciudadanos si se rehúsan a pelear la Guerra contigo? ¿Temes hacerle daño a los animales, animalitos o peces por medio de la caza o pesca? ¿Si hay un animal sufriendo le aliviarías ese dolor? ¿Te sientes insegura al hablar? ¿Participas en las conversaciones en grupo? ¿Hay cosas que te produzcan odio y tensión? ¿Estás cómodo cerca de niños?

A mi vera un hombre angustiado se quejaba de que su mujer no quería hacer el curso que le había recomendado el auditor (el que dirige una de las técnicas que llaman auditaciónterapia de reparación de vida).  En cuanto acabé mis deberes, otro miembro llevó mi test a analizar, mientras me paseaban por salas con pantallas. Tuve que tragarme muchos vídeos. De cómo una parte de mi cerebro guardaba mi dolor y desesperanza, de mis traumas de pequeña y mil cuentos más que decían afectaba mi comportamiento. Prometían que con sus técnicas podría ser más feliz, inteligente, amable, creativa y si hacía más preguntas me garantizaban ser más poderosa. Admito que empecé a valorar unirme a ellos.

Lo estaba considerando sí, pero entonces me dieron los resultados. Al parecer sufro de altibajos emocionales, irresponsabilidad aguda e incertidumbre constante. Pero, los scientologists saben cómo curarme. De pronto la señora me abraza y, con mucha tranquilidad, dice:  “Aquí no prometemos nada que no podamos cumplir. Tenemos las herramientas y la tecnología para aliviar esto que vives. Tú tienes que hacerdos terapias de auditación. Las vendemos cada una en un pack de doce horas y media intensivas por 1.500 euros.” Han visto todo lo que hay en mi interior pero se les ha pasado un detalle: sólo soy una estudiante y becaria de la redacción de Madrid y tendría que ahorrar un año para conseguir esa suma.

La mujer insiste.  “Hoy puedes pagar un cursillo más barato, que también tienes que hacer, sobre los altibajos. Así entiendes qué tienes para poder analizarlo tú. Los scientologists nos enfocamos en el ser, porque somos thetan. Pagas hoy esto que son 45 eurillos y ya mañana las sesiones de terapia”. Eurillos, ¿eh? Lo siento pero esto huele demasiado a chamusquina y no soy Jon Sistiaga. Amo el periodismo de investigación pero casi mejor me invento una excusa para pagar “otro día”, recojo mi análisis y me largo. Lo más rápido que pueda.