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Cultură

Me pasé una semana intentando vivir como Gwyneth Paltrow

¿Esa no es la que recomienda que nos alimentemos a base de algas y brotes y defiende las virtudes de las limpiezas vaginales con vapor?

Este artículo se publicó originalmente en VICE Alemania.

Adoro a Gwyneth Paltrow. Pero al igual que mi amor por el queso azul y la Macarena, mis amigos no logran entender la devoción que siento por la actriz. «Gwyneth Paltrow… ¿esa no es la que recomienda que nos alimentemos a base de algas y brotes y defiende las virtudes de las limpiezas vaginales con vapor?», me preguntan a menudo.

Efectivamente, Gwyneth Paltrow es una de esas estrellas de Hollywood armadas con un buen repertorio de consejos para mejorar la salud. Por regla general, no soporto a la gente que me dice que no llevo un estilo de vida lo bastante saludable. Se podría decir que soy vegetariano y, además, la semana pasada hice dos abdominales. Uno hace lo que puede por llevar una buena vida. En mi opinión, estar a la última en alimentación sana resulta tan estresante y superficial como seguir las «locuras» de las Kardashian.

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El año pasado, mis amigos sucumbieron a la moda del sirope de agave; bien, pues hace un mes hice un pastel con este endulzante y, cuando les ofrecí probarlo a esos mismos amigos, me miraron como si estuviera intentando darles crack. Al parecer, el sirope de agave ya no es sano y, de hecho, provoca cáncer. ¿Por qué la comida o es supersana o provoca cáncer?

Visto lo visto, parece que la única persona en la que puedo confiar si quiero optimizar mi salud es Gwyneth. Hace unos días cayó en mis manos su libro de cocina, It's All Good, un compendio de recetas que son, supongo, y como reza el título, buenas para el organismo. El texto de la contraportada prometía que el contenido de aquel libro me ayudaría a mejorar mi aspecto. ¡No se hable más, me lo llevo!

Tras leer el prólogo, me di cuenta de que GP y yo éramos dos personas muy diferentes. Vivir como yo implica beber litros de vino y tomarse muy a pecho las palabras «bufé libre». Si quieres vivir como Gwyneth, en cambio, debes despedirte de lo siguiente: café, alcohol, leche, huevos, azúcar, marisco, pescado de aguas profundas, patata, tomate, pimiento, berenjena, maíz, gluten, carne y la soja. Es decir, renunciar a todo aquello por lo que vale la pena vivir.

Me quedé boquiabierto ante semejante muestra de puritanismo, y probablemente se me escaparan de la boca algunos restos de pimiento y de pescado de aguas profundas. ¿Sería capaz, al menos durante unos pocos días, de llevar un estilo de vida «decente» y comer como lo hace la reina del súmmum de la vida saludable? Tendría que probarlo.

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DÍA 1

Todos y cada uno de los días de la dieta de Platrow empiezan con un vaso de zumo verde recién exprimido que, según la autora, es como tomar el café. Desgraciadamente, el brebaje se compone de una serie de ingredientes repulsivos que jamás se me ocurriría tomar en estado sólido, a saber: repollo, jengibre, menta y limón. Por si no fuera poco, a eso debía añadirle el pavor que me produce la idea de tener que usar mi licuadora, esa máquina vieja y ruidosa que a veces suelta humo. La encendí, más tenso que los calzoncillos de Nacho Vidal.

Me tragué el caldo verdoso por la causa de un aspecto más saludable, como si fuera el protagonista de un remake de Two Girls One Cup. Lo cierto es que no sabía horrible… es posible que incluso me gustara.

Pasé el resto del día picoteando almendras remojadas previamente en agua durante seis horas. Según Gwyneth, son el «snack ideal». Está claro que nunca ha probado las patatas fritas con sabor a barbacoa. También se olvidó de mencionar que su aperitivo no sabe a nada. Pero bueno, esa noche iba a una cena con amigos.

Nota: a Gwyneth le encantan las cenas con amigos, pero solo si son en Europa, porque cree que allí las conversaciones son más refinadas. Una vez estaba de cena en EE. UU. y la persona sentada junto a ella le preguntó dónde había comprado esos vaqueros. ¡VAQUEROS! Espantoso.

Decidí lucirme como invitado y llevar el postre más sensato: un crumble de frutos rojos con quinoa y sin gluten. Mi postre arrasó en la fiesta. Mi amiga Sarah, una cocinera excelente, incluso me felicitó. Tanto halago empezó a subírseme a la cabeza. Me pregunté si Sarah había probado alguna vez las almendras en remojo. La cena fue todo un éxito y nadie trató de desviar la conversación hacia la tela vaquera.

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DÍA 2

En el segundo día de mi experimento iba a preparar la legendaria sopa de miso con setas shiitake y copos de bonito de Gwyneth. Recuerdo que en su primer libro, My Father's Daughter, la actriz aseguraba que tomaba esta sopa para el desayuno y la cena. ¡GWYNETH! ¿Comer dos veces lo mismo en un día? Qué locura.

Ansioso por copiar la receta de Gwyneth, arrinconé a una empleada del supermercado. «Perdona, ¿dónde tenéis los copos de bonito deshidratado?», le pregunté, rascándome el mentón. En sus ojos pude leer un mensaje escrito con neón: «Por favor, abandona este supermercado de inmediato». Tras dedicarme esa mirada, desapareció por entre los pasillos sin haber dicho una palabra.

La sopa estaba increíble incluso pese a la falta de bonito. Me dispuse a ver algunas entrevistas a Gwyneth en YouTube. Había tanta conexión con mi mentora que me sorprendía hablándole a la pantalla: «Gwyneth, al final no he encontrado los copos de bonito… Una pena». Suspiré, algo avergonzado. De alguna forma sentí que ella me había perdonado. «¡Sigo sin poder creer que comieras esta sopa dos veces al día!», dije entre risitas, y en ese momento me di cuenta de que quizá estaba peor de lo mío de lo que pensaba.

Esa noche quedé con unos amigos en un bar.

«¿Sabíais que Gwyneth solo se fuma un cigarrillo al día?», les pregunté.

Ni siquiera esperé una respuesta. Fue una de las muchas bombas de realidad Paltrow que solté esa noche. Percibía que mis amigos estaban sopesando los pros y los contras de seguir siéndolo. «Y tampoco está a dieta continuamente, así que ¡la excepción que estoy haciendo hoy está totalmente justificada!», dije con un tono de voz quizá demasiado elevado, y acto seguido di un sorbo a mi cerveza.

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Después de la tercera ronda (¡ups!), una de mis amigas me propuso ir a clase de yoga juntos esa semana. Claramente, se trataba de un intento sutil por hacerme callar. Acepté la invitación con entusiasmo, por supuesto. Hagamos yoga y evitemos hablar de vaqueros. A Gwyneth le encantaría el plan.

DÍA 3

Quizá fuera la cerveza, pero al despertar me sentía muy débil y con ganas de poner fin a mi dieta ese mismo día. Estaba claro que no tenía la misma fuerza de voluntad que Gwyneth, quien, el día de su cumpleaños en 2012, en lugar de una tarta, se comió un plato de «fruta de cumpleaños» con sus amigas Sofia Coppola y Cameron Díaz.

Pero entonces recordé la vez en que Gwyneth estaba de excursión por Arizona y creyó oír a las rocas susurrar el mantra, «Tú tienes la respuesta, tú eres la maestra». Me quedé en silencio, esperando que las paredes me susurraran algo, pero solo oí al anciano de mi vecino toser y escupir.

Decidí hacer un poco de ejercicio con un DVD de fitness titulado Metamorfosis. Está protagonizado por Tracy Anderson, la entrenadora de Gwyneth y la mente creadora del «método Tracy Anderson». Me dispuse a probar el «entrenamiento de cardio», 30 minutos de vídeo en el que Tracy no pronuncia una sola palaba, sino que se limita a bailar como una loca al ritmo de música de película porno. Pasada la media hora, no solo estaba empapado en sudor, sino a punto de desmayarme. Me tumbé en el suelo y recordé los días en los que podía ingerir todo el gluten que quisiera.

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DÍA 4

A esas alturas, notaba los músculos doloridos, pero me las apañé para salir arrastrándome de la cama y vestirme para ir al mercado de productos orgánicos, donde esperaba encontrar los ingredientes para el clásico de Gwyneth, «Judías cocidas con melaza». Curiosamente, mientras paseaba por el mercado me topé con otra cosa: ¡copos de bonito deshidratado! ¡Existen de verdad! Allí encontré todo tipo de ingredientes Paltrow: sirope de arroz integral, tostadas sin gluten y harina de almendras. Por un momento, tuve la sensación de que un paquete de pasta de espelta me susurraba: «Tú tienes la respuesta, tú eres la maestra».

Me puse a preparar las judías en cuanto llegué a casa. No sabían mal, pero tenían el aspecto de haber pasado al menos una vez por el aparato digestivo de alguien. Vamos, que no estaban para hacerles una foto y colgarla en Instagram.

Unas horas después, me reuní con mis amigos para ir a clase de yoga, como ya habíamos acordado. El principio de mi clase de prueba fue bastante bien, al margen de que, para alguien con cero flexibilidad como yo, me costaba horrores adoptar cualquier postura y no hacía más que gritar como Michael Jackson cuando hacía sus poses. Además, si piensas que es buena idea comerse un kilo de judías antes de una clase de yoga, es que no lo has pensado muy bien.

Al acabar, decidí que me gustaba mucho más el yoga que el espectáculo de baile de Tracy Anderson. Mi postura favorita sigue siendo la shavasana, que consiste en tumbarse en el suelo con las piernas estiradas, como si te hubieras comido un cocido.

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DÍA 5

Gwyneth Paltrow describió su ruptura con Chris Martin, en 2014, como «una separación consciente». Supongo que Gwyneth es mejor persona que yo. Siempre que me han dejado, lo primero que he hecho es contarle a mis amigos que mi expareja había muerto en un accidente de barco.

En fin, el caso es que, en el quinto día de mi aventura Paltrow, tomé la decisión de separarme conscientemente de Gwyneth. Me hice un vaso de zumo verde por última vez, comí unas cuantas almendras en remojo e invité a unos amigos a cenar a casa. Les prepararía las albóndigas vegetarianas de Gwyneth.

Las cenas en Casa Buchinger suelen acabar como debacles de proporciones épicas. Los amigos ni siquiera se molestan en disimular mientras buscan en JustEat «algo decente» para comer. Pero aquella noche la cosa prometía y yo estaba más nervioso que un tío con tupé durante un tornado. Mientras preparaba la comida, no pude evitar reflexionar sobre los últimos días. No cabe duda de que Gwyneth Paltrow tiene muchas excentricidades y de que lo pone muy fácil para meterse con ella, sobre todo cuando le da por hablar con las rocas en Arizona o por agredir a su vagina con un vaporizador. Pero la mujer parece que sabe cómo llevar una vida saludable.

Todas las recetas que he probado de su libro estaban deliciosas. Casi no pasé hambre e incluso recibí un mensaje de Facebook de un tipo mayor en el que me llamaba «chaval», así que supongo que conseguí tener mejor aspecto. Las albóndigas tampoco decepcionaron; mis amigos no podían creer que un plato tan rico hubiera salido de mi cocina, el hogar de las galletas de Navidad quemadas y la licuadora de los horrores. Quizá todas las cosas molestas que la gente dice sobre nutrición no sean tan malas como pensaba.

Mientras disfrutaba del éxito de mi pequeño experimento, casi podía ver a Gwyneth sentada junto a mí, con una sonrisa de orgullo pintada en la cara, dedicándome una mirada de complicidad y bromeando: «Más te vale no hacer comentarios sobre mis vaqueros».

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Traducción por Mario Abad.