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Cultură

Chicas cabreadas en moto

Historia oculta de Vermillion Sands, una guerrillera punk.

La historia de Vermillion Sands (cantante, poeta, guerrillera apocalíptica, líder de una ficticia banda de motoristas) está envuelta en misterio. Sabemos muy poco de quien fue realmente la persona tras el pseudónimo. No conocemos el rostro tras el disfraz; a lo sumo, una cartografía parcial e insuficiente. Es un misterio que atrae más misterio. Una advertencia: Vermillion existió realmente. Fue una guerrillera punk, una 'angry young woman'.

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Nació en Detroit y se trasladó a San Francisco en pleno surgimiento de la escena punk. Allí fue redactora del legendario y pionero fanzine Search & Destroy, llamado a escribir la crónica de una época irrepetible. Unos años más tarde, su firma apareció en el último número de Ripped & Torn, otro fanzine imprescindible para entender la transición entre el punk crudo de la primera época a la llegada de los ochenta.

Su estilo y universo artísticos eran únicos: era una poeta metida en el punk, cantante de una banda llamada Mary Monday and the Bitches, que publicó un single bajo el sello Malicious Records y donde brillaba su canción «I gave my punk jacket to Rickie», que recordaba al sentido del humor de aquel punk que torcía el gesto hacia lo mejor del rock and roll, el tipo de letra que podrían firmar los Ramones o cualquier banda californiana.

Cuando los Sex Pistols actuaron en San Francisco, un poco más tarde, en noviembre de 1978, se trataba de probar hasta donde podían llegar aquellos chicos, retarlos, medirlos. En cada pueblo del país había cien tipos más aterradores que ellos pero llegaban noticias de Europa, concretamente Inglaterra, con una mezcla de asombro y envidia. En 1977, Vermillion viajó allí para cumplir un encargo. Y se instaló en el ojo del huracán.

Nada más aterrizar montó una banda con la que un año más tarde grabaría un ep de tres canciones publicado por Illegal Records, responsable de crear otro subsello brillante como Step-Forward Records (The Fall, The Cortinas, Chelsea…). En la contraportada aparece Vermillion desafiante, mirando a la cámara a bordo de una potente moto propiedad de Goat, legendario miembro de los Ángeles del Infierno de Londres, y antes o después de eso pareja suya.

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Vermillion hacía diseños e ilustraciones, escribía poemas o se fotografiaba en situaciones controvertidas (desnuda y defecando en la cocina). Luego, cuando la imagen de la guerrillera cromada había entrado en juego, tan sólo había que unir lo que decían o aspiraban a decir dos canciones como 'Angry Young Women' y 'Wild Boys', para comprender que su discurso resultaba inaudito, que era parte de una historieta.

Soñaba con encabezar una una revolución liderada por mujeres cabreadas. Su visión del mundo futuro tenía el aspecto de un Detroit incendiado, sumido en el caos. Son las bandas de motoristas la vanguardia de aquel escenario. Ella era la kaiser suprema, la esposa del zar, una conspiradora nihilista. El nombre de Vermillion Sands fue tomado de una recopilación de relatos de J. G. Ballard. Uno de ellos es 'Dile adiós al viento', porque de eso se trataba: imaginar posibles mundos, ajenos a este, explosivos, puro nervio, la materialización de esas letras y deseos imposibles, la carretera como metáfora de la libertad negada, las sensaciones que podría reconocer cualquier motorista enfurecido.

Pronto se convirtió en popular y polémica, temida por todos. Una Shelagh Delaney punk que aspiraba a ser la protagonista de una película al estilo de She-devils on wheels, una epopeya sobre ruedas con las mujeres en el papel de vengadoras urbanas. Había drogas y sexo, pero los hombres caían como moscas. Advertía que las mujeres podían alcanzar el grado de violencia y terror que los hombres exhibían en las películas sobre outlaw bikers de la época. Y, si se las dejaba, acabarían superándolos en barbarie, haciéndolos innecesarios.

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Tras su primer ep, fundó Dick Envy, surgidos justo en un período de transición, donde los punks ya no eran tan punks y el heavy metal, que en el Reino Unido gozaba de denominación de origen (New Wave of British Heavy Metal), se hizo con el control de todo. Los punks se volvieron más metaleros y los metaleros aceptaron sonrientes haber encontrado un lugar común con los punks. Motorhead abrieron el camino, pero también bandas de mujeres como Girlschool.

Como recluta, Vermillion era la mejor: junto a ella tocaron gente de Menace y otros célebres miembros de la escena punk londinense, como el guitarrista Johnny Bivouack. El temido Goat, todo músculos, solía acudir allí donde actuase, presenciando impasible como salía al escenario sin nada más que una chaqueta de cuero y se comportaba como la bailarina de striptease más furiosa jamás vista. Así siguió hasta que Goat dejó de acompañarla y en su lugar entró Rat Scabies, de The Damned, su nueva pareja.

El rastro de Vermillion se pierde en los ochenta. Se dice que abandonó Londres, aunque hay quienes afirman que en 1985 se hizo un hueco como publicista. Cambió su nombre artístico, olvidó todo aquello. Su legado ha sido recordado por bandas punk formadas por chicas y recopilatorios que explotan aquel espíritu, como el disco My girlfriend was a punk (untítulo falso y afectado por ese tono correcto y presuntuoso. Las chicas fueron punks, motoristas, criminales).

Vermillion escribió su parte de aquella aventura. Jugó y se sentó a ver qué sucedía. Se convirtió en un fantasma. O quizá no. Nos gusta soñar que, tras regresar a su país, huyó de las ciudades, buscando las montañas. Fundó su horda salvaje, con la que cruzó el país y cientos de personas aseguraron verla, con gesto fiero, al frente de una columna de mujeres airadas. Un ejército pavoroso que dominó el Sunset Strip, al oeste de Hollywood.

Porque todo aquello que Vermillion podía aspirar a transmitir en un par de singles y un puñado de fotos está en los primeros versos de la canción de Yoko Ono 'Angry young woman': «Mujeres jóvenes airadas por Sunset Strip / caminando hacia el nuevo mundo». Y más adelante, para decirnos adiós, los versos(¿es acaso ella quien los canta?) se vuelven una declaración de cierre, como si fuese un consejo salido de los labios de Vermillion, un testamento para las generaciones futuras: «No hay marcha atrás, solo sigue caminando / deja tu futuro en los bolsillos».