​Visitamos el mayor vertedero de chatarra electrónica del mundo

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​Visitamos el mayor vertedero de chatarra electrónica del mundo

Cada año, Ghana recibe 215.000 toneladas de aparatos electrónicos de segunda mano procedentes de los países europeos y los EUA.

TODAS LAS IMÁGENES POR MARI SHIBATA

Aunque es un caluroso día de verano, cuesta ver la luz del sol a través de la densa nube de humo y contaminación que se cierne sobre el mayor desguace digital del mundo. Este antiguo humedal de las afueras de Accra al parecer es el epicentro de una red ilegal de exportación al que van a parar los aparatos electrónicos obsoletos, estropeados e inútiles de los países de Occidente.

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"Agbogbloshie no es un sitio agradable", me explicó el taxista que me llevó al lugar la semana pasada. "Lo llamamos Sodoma y Gomorra, las dos ciudades condenadas de la Biblia. Es un vertedero enorme en el que la gente se ve obligada a trabajar respirando el humo negro y los malos olores de la basura".

Pese a lo que estipula la Convención de Basilea, el tratado internacional que entró en vigor en 1989 y que prohibía a los países desarrollados realizar vertidos de chatarra electrónica no autorizados en países menos desarrollados, sigue existiendo demanda de oro y cobre de dispositivos antiguos en Agbogbloshie. El puerto de Tema, a 32 km de allí, continúa recibiendo 215.000 toneladas anuales de aparatos electrónicos de segunda mano procedentes de los países europeos y los EUA. Toda esa chatarra acaba en vertederos como el de Agbogbloshie y genera 129.000 toneladas de residuos al año. En enero de 2013, las autoridades de Ghana aplicaron una prohibición sobre la importación de frigoríficos de segunda mano debido a la peligrosidad de los clorofluorocarbonos que contienen, medida que ha tenido como consecuencia la incautación y el desmantelamiento de las importaciones británicas. Pese a ello, Agbogbloshie sigue activo con sus 40.000 trabajadores, que cobran entre 1 y 2,50 dólares por su duro trabajo.

Estos trabajadores extraen las placas de circuitos de una pila de fotocopiadoras para recuperar los chips informáticos.

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Los trabajadores del mayor vertedero de chatarra electrónica de Ghana se toman un descanso de su labor de extracción de cobre y otros metales vendibles de los desechos. Hambrientos después de incinerar una montaña de ordenadores, fotocopiadoras, teléfonos y televisores abandonados, acaban de comerse las bananas que les han llevado las mujeres.

La mayoría de los trabajadores de Agbogbloshie son hombres del norte de Ghana que trabajan en el vertedero entre tres y cinco meses y luego regresan a sus hogares durante un mes para depositar sus ahorros. Viven muy cerca del vertedero y empiezan la jornada a las 5 de la madrugada, hora de la oración matutina, ya que practican el islamismo.

En varios puntos de la zona hay espacios para la oración. Las alfombras para rezar se mantienen alejadas de la suciedad del suelo y de los charcos de agua mezclada con plomo, mercurio, talio, cianuro de hidrógeno, dioxina y materiales ignífugos bromados generados por la combustión de la chatarra.

No es extraño encontrar a niños en edad escolar trabajando en el vertedero en lugar de aplicándose en los estudios para su futuro.

Algunos trabajadores a veces se llevan a su familia, como estas dos niñas que pasan el rato hasta que su padre acabe la jornada.

Agbogbloshie actúa también como imán para los migrantes de África Occidental. Las expectativas de que fabricantes chinos y de la zona compren materiales les induce a trabajar recogiendo chatarra para ganar un dinero que no podrán llevar a sus hogares.

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Los migrantes se fabrican chozas en el propio vertedero con los objetos que encuentran. Seleccionan y se quedan los mejores materiales antes de que acaben en manos de los compradores.

Incluso su ropa procede de los desechos del vertedero. Al no disponer de ningún lugar en el que lavarla, tienen que llevar la misma indumentaria cada día.

Estos hombres procedentes de Níger, Burkina Faso, Costa de Marfil y Malí chapurrean el francés y hablan el hausa entre ellos. El sentimiento es generalizado: vivir y trabajar en ese lugar "no es justo", y todos creen que "Europa sería un sitio mejor" para ellos.

A pesar de sufrir discriminación por parte de los ghaneses de la zona, los migrantes se enorgullecen de su fortaleza. Aseguran ser tan "duros" como las condiciones en las que deben trabajar y vivir.

Algunos prefieren escarbar en busca de latas y botellas de plástico como alternativa a la incineración de aparatos electrónicos, evitando así inhalar el humo. Se autodenominan "carroñeros" y se sirven de garras de metal alargadas para facilitar su "búsqueda del tesoro".

Muchos trabajadores fuman marihuana para aliviar los dolores de cabeza y de pecho que les provoca la exposición a los productos químicos tóxicos. Otros sufren insomnio.

Unos niños pesan los objetos recogidos antes de entregárselos a los compradores (izquierda).

Las mujeres no suelen participar en los trabajos de recogida e incineración y se dedican a dar de comer a los hombres. Aquellas que sí participan lavan recortes de plástico con agua sucia que obtienen de uno de los pocos pozos de la zona.

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Posteriormente, las virutas de plástico se secan y se venden a compradores que las convierten en bolsas.

Otra de las actividades del vertedero es el desguace de vehículos. Se utilizan sopletes para hacer pequeños agujeros y extraer metales y otras piezas pequeñas que pueden venderse.

El río Odaw constituye la frontera entre el desguace y el barrio marginal de Faduma, donde residen 79.000 personas expuestas a los gases continuamente. Además, corren el riesgo de contraer malaria por los mosquitos y otros insectos que pululan por la zona.

La ONU estima que cada año se vierten cerca de 50 millones de toneladas de chatarra electrónica en todo el mundo. Al margen de la procedencia de estos residuos o del modo en que han llegado al país, son muchas las personas cuya subsistencia depende de esta actividad.

Las piezas que no pueden venderse se quedan en el vertedero, junto al resto de pilas de chatarra que se acumulan en el lugar.

Traducción por Mario Abad.

Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard, nuestra plataforma de tecnología