FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Durante una semana viví como si fuera 1996

Me prohibí a mí misma usar cualquier invento tecnológico post 1996 durante una semana. Siete días. No más iPhone, ordenador, internet, DVD's, etc.
grass-car-vintage-wheel-wire-red-1064249-pxhere
CC0 Public Domain

El año pasado, las revistas de tendencias nos bombardearon con "el regreso de los noventa". ¿En serio? ¿Quién querría volver a una época donde lo único positivo era que la gente de los ochenta podía recordar su juventud? Yo nací en 1993, así que paso por completo.

En los noventa, los niños jugaban con Tazos, tarjetas de Pokémon y Tamagotchis. Los ordenadores eran peores que los humanos, sólo había unos 3.000 nerds en internet y los móviles eran prácticamente inexistentes (excepto algún afortunado que tenía el Alcatel One Touch Easy). Los jóvenes tampoco tenían mucho: VHS, videojuegos, quedar para hablar por el teléfono fijo después de salir de clase e ir al cine cada fin de semana.

Publicidad

No me jodáis, era una época muy aburrida porque no pasaba nada. Entonces, ¿por qué la gente echa de menos los noventa? Quería descubrirlo. Me prohibí a mí misma usar cualquier invento tecnológico post 1996 durante una semana. Siete días. No más iPhone, ordenador, internet, DVD's, etc. Me obligué a escuchar No Doubt. No sabía qué hacer con tanto aburrimiento.

Para poder divertirme un poco, conseguí que me dejaran una consola de videojuegos vieja, una tele gigantesca y un aparato reproductor de vídeos. Eso fue todo. Respiré hondo y mandé mi último mensaje diciendo a mis amigos que no estaría disponible durante una semana. Apagué mi iPhone y esto es lo que pasó.

LUNES

Primera observación: como suelo perder mi móvil bastante a menudo, estoy acostumbrada a vivir desconectada del mundo. La música fue lo primero que hizo que me deprimiera; tenía un Discman más grande que el Torá y las personas me miraban mal cuando cambiaba la canción y ponía Elastica.

El día fue más o menos normal. No sentí ningún deseo de escribir ni chatear por Facebook. Mientras cenaba, sonó el teléfono de mi casa. Como acto reflejo, no contesté, porque siempre me he dicho que si alguien quiere hablar conmigo me puede llamarme al móvil. Eso es un problema cuando no tienes uno.

Conecté la enorme tele para jugar al Mario Kart, pero no encontré el mando. Actualmente habría buscado a alguien con el mismo problema en algún foro en internet, pero yo estaba en 1996. Intenté calmarme. Tenía el vídeo. Pero me di cuenta de que me lo vendieron SIN EL CABLE. Quería matar al hijo de puta que me vendió un vídeo sin cable. Estuve maldiciendo al hijo de puta durante cinco minutos y después decidí hacer otra cosa: dormir.

Publicidad

MARTES

Vivir sin internet no es muy práctico. Vivir sin móvil tampoco. Eran las 3:30PM y tenía que volver a la oficina, pero todos las trenes estaban parados por un paquete sospechoso. Quería sacar mi móvil y buscar una ruta alternativa, o usar el GPS. Quería llamar a mi jefe para avisarle que llegaría tarde, pero no, eso no era posible en 1996.

Pregunté a los otros pasajeros dónde podía coger un bus para ir a mi trabajo. En 1996, todos tenían una manera diferente de llegar a su destino. Decidí hacer caso a la mayoría. No encontré la estación que me dijeron y me perdí por el camino. Al llegar a la oficina, me gritaron.

MIÉRCOLES

Por la mañana, antes de ir a trabajar, conseguí una cinta con mi dentista. ¡Bien! El metro estaba cerrado otra vez por culpa otro paquete sospechoso. Es oficial: tengo la peor suerte del mundo, a menos de que en París hubiera un resurgimiento terrorista justamente esta semana. En 1996, había cabinas de teléfono por todas partes. Eso era genial, pero todas las cabinas han desaparecido.

Me cansé de vivir como reclusa, así que llamé a dos amigos que tenían teléfono fijo para ver si querían pasar unas horas en el mundo real. Era como estar en un capítulo de Daria.

JUEVES

Echaba de menos internet. Siempre había pensado que Facebook era inútil hasta que tuve que vivir sin él. Echaba de menos que comentaran mis fotos y quería dar Me gusta a cosas estúpidas. Echaba de menos Facebook. Quería hacer el amor con Facebook. En vez de eso, vi a algunos amigos en la vida real, como los estudiantes hacían antes.

Publicidad

VIERNES

La noche anterior me olvidé mi abrigo en un bar. Como no podía buscar el número de teléfono del bar en internet, decidí ir directamente a buscarlo. El lugar estaba cerrado porque era demasiado pronto. Decidí ir a buscarlo en otro momento.

Lo que más miedo me daba era el fin de semana. Sabía que querría llamar a mucha gente, pero no tenía sus números, y no podía ver lo que iban a hacer en Facebook. "Vamos, Wallis, sólo 48 horas más," pensé. Era viernes, el día que se hacen cosas, el que bebemos barato y bailamos música repetitiva. Estaba perdida.

SÁBADO

No me pasó nada especial. Hace 17 años tampoco pasaba nada especial los sábados; la gente escuchaba Prodigy para pasar el rato. Tenía antojo de comida mexicana, pero no conocía ningún restaurante mexicano por donde vivo, así que sin internet, no habría fajitas. Me encerré en mi casa hasta el domingo, leyendo cosas tristes.

DOMINGO (POR LA MAÑANA)

Era mi último día en el infierno. Tenía que devolver la tele a su dueña. No la iba a echar de menos. Cuando quedé con ella me quejé de que no me había dado el mando, y me dijo que no era necesario para cambiar de canal. Me sentí tonta, y después volví a coger el metro con mi pesado Discman.

DOMINGO (POR LA NOCHE)

Recuperé mi móvil y por fin pude volver a usar internet, pero en un viejo y oxidado ordenador, porque el mío lo confiscó mi editor. Tenía un montón de notificaciones de Facebook, tantas que decidí dejarlas para después. Mandé mensajes. Mandé emoticonos. Conversé usando materia invisible. Estaba de vuelta en el siglo XXI.

Al final, no tuve ninguna revelación, ninguna epifanía que me abriera los ojos para ver el vacío causado por la tecnología. Lo único que saqué en claro es que es bueno estar solo de vez en cuando, hasta que se vuelve aburrido.

Lo que más apesta es que, actualmente, nadie puede vivir sin internet, sin Facebook, sin móviles y todo eso. Sí, no mola nada que todo el mundo pueda compartir sus opiniones de mierda y hablar con otras personas por internet. Pero os aseguro que también apesta no poder encontrar un restaurante mexicano cuando te mueres de hambre.