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Música

'Sail away, sail away': por qué amar a Enya

Odiado durante décadas, ahora este disco se me presentaba como el mapa de mi evolución musical.

Existe una forma de invocar al diablo. Ciertas palabras, si son pronunciadas de una forma concreta, pueden desatar el terror. Para mí, estas palabras eran:

Let me sail, let me sail, let the Orinoco flow,

Let me reach, let me beach on the shores of Tripoli.

Situémonos. Era 1988, yo tenía siete años y el disco Watermark de Enya acababa de salir al mercado de la mano de Warner Music, siendo un éxito total de ventas. Para ciertas personas era la banda sonora perfecta para relajarse, para mí, era la llave que abría las puertas del infierno.

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Desgraciadamente, este disco se puso MUY de moda y todos los padres decidieron comprárselo al unísono —era, y sigue siendo, un disco muy de padres—. A mi pesar, desconozco el motivo de este éxito; puede que saliera en un anuncio de turrones fascinante o que apareciera una crítica del disco en el dominical de El País. No lo sé, pero todas las familias —estoy exagerando, permitidme este tipo de juegos lingüísticos— terminaron con un Watermark en casa. Al menos este fue mi caso. Mis padres lo ponían muy a menudo y el problema era que formaba parte de esos discos que siempre estaban en esa funda de CD que escuchábamos en el coche.

Por si, extrañamente, no conocéis la música de Enya, os puedo decir que juega en la liga del new age y la música folclórica de su Irlanda natal. Es música suave, relajante y la palabra "duende" te viene a la cabeza al escucharla. Es ese tipo de producto que gusta a esas señoras que, de repente, empiezan a comprarse ropa de color púrpura y se tiñen el pelo de color —sí— púrpura.

Por si no me seguís, os pego aquí arriba el enlace de YouTube del disco en cuestión para que lo escuchéis a medida que leéis el artículo. A ver, deduzco que tenéis conexión a internet ahora mismo pero si sois de esos que imprimís los artículos y los leéis en vuestra cabaña bajo la luz de una vela y no podéis clicar enlaces, lo siento, no os puedo ayudar, tendréis que imaginaros la música. Imaginaros la música, este podría ser el título del nuevo álbum de la peña de OT.

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Volvamos al CD de Enya y al coche. Durante mi infancia fueron incontables las veces que este álbum se convirtió en la banda sonora de mis mareos y vómitos. Estoy hablando de un período de tiempo que abarcó desde los siete hasta los diez años; sin duda fueron tiempo extraños y convulsos, donde unas simples melodías podían marcar el destino de un pequeño infante.

El segundo disco de Enya fue un clásico de los viajes largos en coche que hacía con mis padres, donde las curvas se mezclaban con los Chocapic del desayuno y los cánticos lisérgicos de esta señora de nombre impronunciable —pese a que sacó el disco con tan solo 27 años a mí, en esa foto de la portada, siempre me ha parecido una señora; una señora que ha logrado ser inmortal gracias a sus melodías mágicas que le permiten conversar con dioses y poderes ancestrales.

El mareo se tornaba en una extraña alucinación en la que percibía estas melodías como música religiosa pagana, como una invocación de criaturas terribles dormidas durante eones. Sabía que el mal más puro era inherente en esa música, aunque mis padres no lo percibieran.

Al final, mi cuerpo funcionaba como los perros de Pavlov: escuchaba esos primeros acordes de ese instrumento extraño que habría el Watermark y ya empezaban los problemas. Un mareo abismal me inundaba, como si estuviera asomándome al abismo de la existencia humana. A partir de ese momento, el viaje se convertía en un suplicio. No eran las curvas lo que hacía que me mareara, eran los cánticos élficos de Enya. Las curvas de las carreteras se amoldaban a esas voces corales y todo, como en una especie de entidad cósmica, actuaba contra mí. Eran una sola criatura que danzaba sobre mi conciencia, reptando por mi cuerpo hasta hacerme enloquecer.

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Mi única arma para luchar contra esta bestia era intentar respirar tranquilamente u observar el paisaje y relajarme pero ese sail away, sail away que yo interpretaba como "ser un buey, ser un buey" —ei, sabía perfectamente que la letra no decía eso pero eso es lo que mi mente percibía, supongo que era cosa de la Gestalt y todo eso— actuaba como un extraño mantra negativo que siempre terminaba perforando mi cordura. Desesperado, pedía a mis padres que por favor pararan esa música y que bajaran las ventanas porque estaba a punto de trallar pero por mucho que abrieran las ventanas y bañara mi rostro con el viento y la velocidad, esos coros eternos me maldecían.

Por aquel entonces no tenía walkman —de hecho, la música, así en general, me importaba una mierda— y me veía obligado a escuchar lo que sonara. Si no detenía el coche para vomitar, llegaba al destino totalmente blanco y con la cabeza perturbada. El problema era que ese puto disco les gustaba mucho y siempre volvían a ponerlo en algún momento de la travesía. Evidentemente, en su mente racional de adultos no cabía la idea de que las melodías podían destrozar conciencias.

En definitiva, siempre he vinculado este disco con el hecho de pasarlo muy mal, y así fue como, durante años, pese a mis varios intentos y "sugerencias" para que cambiaran la banda sonora de los viajes, aprendí a lidiar y apartar este disco de mi realidad.

§

Creo que en el mundo en el que vivimos —no en el que vive Enya—, existe mucha gente que no puede tolerar este disco. Cada uno tendrá sus razones, todas ellas absolutamente válidas, por supuesto. No dudo de que Watermark, aparte de un éxito de ventas, fuese también un instrumento traumático para muchos.

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A partir de estas vivencias negué la existencia de este disco y de esta artista. Durante mi adolescencia y hasta hace unas semanas me negué a volver a escucharlo de nuevo, pues podía despertar incómodas sensaciones dentro de mí. Estoy hablando de DÉCADAS. Resulta inconexo que, durante este tiempo, haya estado escuchando música que podría asemejarse a lo que hace esta señora, como Julie Cruise, Cocteau Twins, Dead Can Dance o la música ambient, pero no podía tolerar, de ninguna forma, volver a catar esas melodías serpenteantes que me generaba tristeza y una sensación totalmente negativa. Incluso la portada del disco era un reflejo de todo ese horror, realmente odiaba esa foto y ese montaje con un lienzo. Y esa tipografía. Y esa mirada que lo decía todo, era una invitación a la pesadilla.

El caso es que hace poco fui lo suficientemente valiente como para clicar en ese enlace de YouTube titulado "Enya - Watermark (FULL ALBUM)" que me apareció como sugerido. ¿Qué coño se creía YouTube recomendándome esta mierda que había anulado durante años de mi imaginario? Valiente hijo de puta el YouTube. Pero bueno, le di. Cliqué sobre el enlace. Abrí la caja de Pandora. Le puse la falda escocesa al mono. Entonces me sorprendí al ver que me sabía todos los temas, conocía cada modulación de la voz. Por lo que parece, tengo este disco impregnado en mi cerebro, por mucho que haya querido olvidarlo. Escuchando el disco entero descubrí que en él se encontraban comprimidos todos los factores que componían mi historial musical. Había abstracción, experimentación, pero, sobre todo, pop y melodía.

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Puede ser extraño decir esto después de tantos años pero puede que Watermark haya moldeado la percepción que tengo sobre la música y haya influido en mis gustos musicales. Parece ser que al fin y al cabo no había logrado que esta tipa que vive en un castillo desapareciera del todo de mi vida. Ahí se quedó, escondida en un extraño recoveco de mi memoria, dirigiendo mi criterio desde las sombras. Sin duda mi experiencia con ella fue traumática y que me aspen si no son precisamente los traumas y los miedos lo que nos moldean y nos convierten en quienes somos.

No sería una locura decir que la música de Enya es tremendamente pop, no nos engañemos, "Only Time", con guitarras e interpretada un poco más rápida, podría ser perfectamente un tema de power pop de, yo qué sé, los Pointed Sticks o los 20/20. Y lo mismo podemos decir de las instrumentales del Watermark, como "Storms in Africa" (I) y (II) o "River".

La concepción de la música new age se articula muchas veces sobre el uso de pocas notas, compartiendo espacio con la música ambient, pero las canciones de Enya en ese segundo disco tenían fundamentalmente, un esqueleto pop oculto entre capas de voces y arpas de duendes. Ese cambio de tono en "Exile", después de la frase "all these fears deep inside?" es la base del punk del 77 y el power pop, géneros en los que he estado navegando gran parte de mi vida.

Pero hay más. Los acordes menores y los semitonos de "Cursum Perficio" colisionan y coinciden con las anguladas notas de Orchid, grupo de cabecera para un servidor. Por lo general, el hecho de "melodizar" música aparentemente poco dada a las armonías (Enya es, fundamentalmente, música de relajación, no de entretenimiento) influyó a la hora de concretar mis grupos favoritos, fueran del género que fueran. Ahí quedan Gorilla Biscuits, Tragedy, Psychedelic Horseshit y los destellos de belleza dentro de las incómoda discografías de Psychic TV o Grim; todos estos grupos reflejan esa idea que me fascina de encontrar melodía y belleza enterrada en capas de sonido y semántica que lucha para que esta no salga a la luz de forma evidente. En fin, hurgar y dejarte las uñas para encontrar oro. Me encanta todo lo que sea ponerle trabas a la belleza pero sin negarla, es más, respetándola y abrazándola en su seno.

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Otra forma de entender esta idea podría ser lo que me genera este tema de Bertín Osborne, indudablemente está rebozado de horror (un horror comparable al que yo sufría de pequeño con Enya): es hortera, la voz vive en una dimensión distinta del resto de la canción y todo lo que rodea a Bertín hace IMPOSIBLE amar cualquier tema del "canalla ibérico" pero detrás de todo este horror uno no puede sino rendirse a una canción perfecta de pop. Joder, como veis, ahí estaba mi legado musical, comprimido entre los pliegues y modulaciones del Watermark.

Si escucháis el primer tema del primer disco de la irlandesa —el s/t o también conocido como The Celts, por ser la banda sonora de una serie documental de la BBC con el mismo nombre— veréis que es una música muy valiente, haciendo un uso de la voz muy extremo y utilizando métodos de percusión poco convencionales, vinculados a Death In June, Einstürzende Neubauten o Swans.

La tristeza reinante en todos su temas —catad el "On Your Shore" o "Evening Falls…" del Watermark—también ha sido un elemento clave de mis gustos musicales. Es por eso que mi tema favorito de NOFX es también una de sus canciones más tristonas, "Falling In Love" (la mejor canción de amor del mundo) pero siendo más evidente en lo deprimente, Wayfaring Stranger, Bonnie "Prince" Billy o Songs: Ohia siempre han estado ahí.

§

Fue ponerme otra vez el disco y volver a recordar esos momentos en el coche pero también recordé las tardes de domingo en casa de mis padres, con el sol iluminando el salón mientras ellos leían el periódico y yo jugaba con mis juguetes en el suelo. En esos momentos también sonaba Enya pero yo sentía una absoluta tranquilidad y seguridad en la vida, arropado por esas dos personas. Era como que todo estaba en su sitio, todo lo contrario de lo que sentía en el coche. Es curioso que, con el tiempo, solamente sobrevivieran los recuerdos terribles.

En todo caso, cuando ahora escucho esas canciones de nuevo, me transportan a un lugar muy distinto de donde lo hacían antaño, ya no estoy en ese coche. Antes, ese "sail away" se refería al escapismo y a la ocultación, ahora hace referencia a la aceptación y a la comprensión. Resume el navegar a través del historial tapizado por Watermark, uno de los primeros discos que escuché repetida e intensamente —aunque no de forma deliberada— y por esto, quiera o no, uno de los discos más importantes de mi vida.

Ha llegado el momento, ahora esas primeras palabras que invocaban al diablo ahora son inofensivas. Por fin puedo bañarme en las agradables aguas del río Orinoco mientras canto como un loco eso de:

Let me sail, let me sail, let the Orinoco flow,

Let me reach, let me beach on the shores of Tripoli