​​Dietmar Eckell fotografía restos de aviones
Plane in Canada, 2010

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Viajes

​​Dietmar Eckell fotografía restos de aviones

Dice que son bellos cuando nadie muere en el accidente.

​Dietmar Eckell lleva varios años fotografiando restos de aviones. Empezó como un pasatiempo. Al principio tomaba fotografías de paisajes con cosas en ruinas como trenes abandonados, automóviles o edificios. Después, en un momento dado, dejó de centrarse tanto en su empleo y comenzó a dedicar más tiempo a la fotografía. Poco después, acabó tirándose en parapente para hacer fotografías aéreas. Aunque se rompió una pierna, tuvo un momento de iluminación: ¿Qué pasa con los aviones que se estrellan? No esos accidentes en los que mueren cientos de personas, sino aquellos en los que los aviones se pierden en medio de la naturaleza y dan lugar a historias de supervivencia.

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Se puso a investigar y descubrió que hay muchos lugares remotos donde se han estrellado aviones. En 2010, Dietmar renunció a su trabajo y se dedicó a tomar fotografías en los lugares más recónditos donde hubiera restos de aviones estrellados, pero en los que el accidente no hubiera dejado muertos.

Esta serie tiene el nombre de ​Happy End (Final Feliz). Regresó de Australia hace una semana y decidí ponerme en contacto con él para hablar sobre sus descubrimientos y el significado de sus fotografías.

​En la fotografía más reciente de Eckell se puede ver un avión de combate C-53. Los seis pasajeros sobrevivieron.

VICE: ¿Qué querías fotografiar en Australia?

Dietmar Eckell: Un C-53 muy antiguo. En 1942, alguien sobrevoló Broome sin darse cuenta. Debido a los bombardeos de los japoneses, todas las ciudades estaban a oscuras durante aquella época, así que el piloto se pasó de largo el aeropuerto y se quedó sin combustible. Como el terreno era completamente llano, pudo aterrizar sin ningún problema y luego los rescataron. Es una bonita historia. Como es un lugar tan remoto, el avión sigue ahí, en una colina. Sigue en muy buen estado a pesar de que han pasado 72 años, y solo le falta un motor. Tardé siete días en llegar a ese lugar y tuve que dormir en el techo del todoterreno. En realidad, quería dormir en el avión, pero los aborígenes de la zona no me dejaron.

Suena emocionante. ¿Cómo encuentras estos sitios?

Busco en foros de Internet como ​Pacific Wrecks o en foros para pilotos. A los pilotos veteranos les encanta contar anécdotas con las que obtengo mucha información útil. También utilizo la base de datos que tiene el ejército estadounidense sobre accidentes aéreos. Para empezar, busco los casos en los que no hubo muertos. Después me dirijo a los aeródromos para hablar con los pilotos. Allí siempre encuentro a alguien que me dice: "Llama a Fulano, él te podrá ayudar", y por lo general colaboran, porque es divertido. Aunque a veces no me creen y me dicen: "¿Has venido desde Alemania para preguntarme por un avión que se estrelló? ¡No te creo!". En aquella ocasión sólo tenía las indicaciones del GPS y tuvimos que volar durante horas para llegar a un avión que estaba a orillas de un lago. El tipo no podía creerlo.

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El avión que más recuerda. La foto fue tomada en Alaska.

¿Cuál es el avión que más recuerdas?

El que encontré en el bosque de Alaska. Es genial porque era otoño y es fascinante ver los obstáculos a los que se enfrentaban en la década de los cincuenta. El ejército utilizaba unos aviones llamados C-82 Packets, pero no funcionaban bien, por lo que los vendieron a una empresa transportista. Entonces, estos ataúdes voladores hacían viajes entre Alaska y Canadá. Tenían los días contados. Una noche falló el sistema eléctrico de uno de los aviones y los pilotos se las ingeniaron para aterrizarlo en el bosque. Como hacía mucho frío —era enero y estaban en el Ártico—, se les ocurrió que la única forma de sobrevivir era haciendo una gran fogata. Los rescataron tres días después gracias a que desde otro avión vieron de la luz de la fogata en el horizonte. Lo curioso es que el piloto contactó conmigo y me agradeció que hubiera escrito esta historia. Le envié el libro y se emocionó muchísimo. Dijo que sus hijos estaban hartos de escuchar la historia una y otra vez, pero que ahora tenía pruebas.

¿Tomarías fotos de los restos de un avión que no tuvo un final feliz?

No. Jamás tomaría fotos de un ataúd.

¿Crees que tu obra ha cambiado tu perspectiva sobre los aviones que se estrellan?

Es triste que mis libros se vendan más cuando tienen algo que ver con accidentes de aviones. La gente busca choques de aviones en Google y se topa con mi nombre. Incluso una revista china contactó conmigo cuando se perdió el MH370 y aún había esperanza. No es algo de lo que me sienta demasiado orgulloso.

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¿Por qué las ruinas te parecen tan interesantes?

En alemán existe una palabra,restwert, que significa valor residual. Las ruinas ya no son útiles, pero tienen algo especial. Tal vez sea la estética, o la historia, o los recuerdos. Ver un avión antiguo o un carrusel viejo cubierto de vegetación siempre te sugiere una historia. Es el valor incorpóreo lo que me fascina. Además, es probable que dentro de 200 años estas cosas tengan exactamente el mismo aspecto. Te da una perspectiva de lo insignificante que somos y de lo corto que es nuestro ciclo de vida.

¿Te interesan los aviones antiguos en buen estado?

No. Nunca iría a ver una exposición o un museo de aviones antiguos.

¿Entonces te interesa el factor muerte?

No, no me parece que haya belleza en la muerte. Para mí, estos aviones están como durmiendo. A veces, algunas personas ven mis fotos y dicen "¡Qué deprimente!", pero no creo que lo sea. Las cosas cambian y me parece que eso es bueno. Si un objeto ya no es útil, es porque tenemos otro que lo reemplaza. Para mí, eso es la belleza.

Exposición en Berlín

¿Y si un día tu trabajo deja de tener una utilidad?

Ese día va a llegar, es un ciclo. Pero también puede llegar el día en que mis fotografías valgan más que un avión. Estoy ansioso por que llegue ese momento, más que de ver cómo mis obras se deterioran en las paredes. No, es broma. No me lo tomo tan en serio.

¿Siempre te ha gustado la fotografía?

Siempre fui un chico alemán normal y corriente. Nací en 1967 en un pequeño pueblo llamado Frankenthal. Me gustaba mucho explorar. Cogía la moto y viajaba hasta África Occidental. De hecho, lo hice varias veces y siempre había algo interesante en esos paisajes que parecían no tener fin. Por ejemplo, una explotación minera abandonada en Argelia o cosas así. Después empecé a hacer esto de una forma más sistemática. Comencé a caminar por las vías del tren, lo cual me encantaba porque en algún momento fueron de suma importancia para todos. Luego empecé a tomar fotos y esas fotos se convirtieron en mi primera serie. Ahora que he dejado mi trabajo de marketing, me considero más un artista. Ya no se me puede contratar. No pueden pedirme que haga fotografías de una boda o decirme: "¿Te puedo encargar que tomes una foto de ese avión?". No.

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¿Qué opina tu familia sobre tus viajes?

Bueno, vivo en Bangkok durante el invierno y tengo una novia tailandesa que viene a visitarme a Berlín en verano. Lo tengo bien montado. Además, cuando la conocí, yo ya solía viajar mucho, así que es normal para ella.

¿Cuál es tu próximo destino?

Encontré un avión —dos, de hecho— en Palaos, una isla ubicada en Micronesia. Como siempre, es un lugar muy remoto. Son aviones japoneses de la Segunda Guerra Mundial y no tengo mucha información porque Google es muy malo a la hora de traducir foros japoneses. Pero, como siempre, el misterio es parte de la diversión.

Canadá, 2010

Alaska, 2010

EE.UU., 2012

Canadá, 2010

EE.UU., 2012

Canadá, 2012

EE.UU., 2012

EE.UU., 2012

Australia, 2013

Papúa Nueva Guinea, 2013

Sahara Occidental, 2011

Canadá, 2011

Canadá, 2010

Canadá, 2011