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Cultură

Werner Herzog

Entrevistar a Werner Herzog es una experiencia de la que uno sale sintiéndose culpable. No es que Herzog haga sentir a los entrevistadores estúpidos o inferiores, si no que impregna el encuentro la idea de que el tiempo que dedica a responder cosas...

Entrevistar a Werner Herzog es una experiencia de la que uno sale sintiéndose culpable. No es que Herzog haga sentir a los entrevistadores estúpidos o inferiores, si no que impregna el encuentro la idea de que el tiempo que dedica a responder cosas sobre sus películas podría estar aprovechándolo en hacerlas. El alemán ha escrito, producido o dirigido, a veces las tres cosas a la vez, más de 50 films. Y es harto sabido que prefiere hablar de sus proyectos actuales antes que de los que ha desarrollado en el pasado.

Siguiendo esa línea de razonamiento, no es esta una entrevista cuyo objetivo sea analizar el trabajo de Herzog. Eso se ha hecho ya hasta la saciedad. Si lo que queréis es conocer sus películas, id y verlas. Y si buscáis anécdotas y reflexiones sobre la “verdad estática” y sobre Klaus Kinski, haceos con una copia de

Herzog On Herzog

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, un libro que da todo eso y más.

Lo que a estas alturas preferimos saber es cómo es capaz de hacer todo lo que hace, a tanta velocidad y manteniendo siempre alto el listón de calidad. Con presupuestos ínfimos (al menos en comparación con lo que gastan otros directores en rodar sus caras e inexcusables basuras), Herzog completó el año pasado dos largometrajes, ambos con un reparto de caras famosas.

Bad Lieutenant: Port Of Call New Orleans

, con Nicolas Cage al frente, es una libre reinterpretación de la saga del poli corrupto rodada por Abel Ferrara en 1992, mientras que

My Son, My Son, What Have Ye Done

, con Willem Dafoe y Chloë Sevigny, es una historia basada, de aquella manera, en la historia real de un hijo que atacó a su madre con un sable antiguo.

Herzog, de algún modo, se las ha ingeniado para vencer a Hollywood en su propio juego. Si los oportunistas que conforman el pútrido núcleo de la industria del espectáculo tuvieran corazón y cerebro, se fijarían bien en lo que Werner hace e intentarían emularlo en vez de gastarse 200 y pico millones de dólares en películas basadas en juguetes articulados. No parece que algo así vaya a suceder en un futuro cercano, así que lo mejor que podemos hacer es preguntarle a él acerca de la logística de la industria del cine y sobre cómo diantres llegó a desarrollar una ética de trabajo tan insaciable. Quién sabe, a lo mejor alguno de los que están en Babia lo lee y se aplica el cuento…

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Vice: Lleva ya tiempo viviendo en Los Angeles, y su afirmación de que la ciudad tiene más sustancia que cualquier otra de Estados Unidos confundió a la gente que piensa que Hollywood y usted son antagonistas.

Werner Herzog:

Yo nunca hablo de Hollywood; hablo de Los Angeles. Pero tampoco considero a Hollywood mi antagonista. Soy un gran fan de las películas de Fred Astaire, por ejemplo. Hollywood es una cultura muy concreta dentro del cine y ha creado películas muy, muy buenas; es sólo que no formo parte de su engranaje mercantil. Ese lado no me afecta. Mira, yo nunca he ido a fiestas ni a actos de los de alfombra roja. Ni siquiera veo sus películas; quizá dos o tres al año, no más. Hollywood no tiene ninguna relevancia para mí.

Aunque no forme parte del sistema, ¿diría usted que vivir en Los Angeles le facilita las cosas en lo que a negocios se refiere?

No, no lo facilita. Hacer cine siempre ha tenido sus complicaciones, pero yo no soy de los que se quejan. Los Angeles es, simplemente, una ciudad estimulante. En ella hay excitación, una cultura vibrante, muchas cosas interesantes que nada tienen que ver con el cine. A mí, por ejemplo, me fascinaba la sonda espacial Galileo, que al final de una increíble odisea fue enviada a una misión suicida a la atmósfera de Júpiter. Allí ardió hasta convertirse en plasma y desapareció. En Pasadena, a sólo 30 minutos de donde vivo, hay un centro de control. Debido a mi fascinación por Galileo averigüé que en un almacén de Pasadena había todo un archivo de material inédito de la NASA. Encontré metraje de astronautas rodado en 1989 en celuloide de 16 mm, unas filmaciones fantásticas. En ciertos aspectos se convirtieron en el eje de un film de ciencia ficción que hice titulado

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La Salvaje

y

Azul Lejanía

. Ya ves, cosas estimulantes hay por todas partes, y no necesariamente tienen que estar conectadas con Hollywood o las compañías de producción.

Desde joven usted dirige su propia productora. ¿En qué se diferencia de las compañías de Hollywood? ¿Les sorprende a los actores y demás gente de la industria el modo en que conduce sus asuntos?

Nunca descuido los negocios. Nunca. Por ejemplo, hace poco terminé una película llamada

Bad Lieutenant

. Como de costumbre, garanticé que me mantendría dentro del presupuesto, e incluso intentaría quedarme por debajo. Nunca en mi vida me he pasado del presupuesto, y en cinco ocasiones he gastado menos. Cada día de rodaje procuraba reducir el número de personas involucradas en resolver un problema determinado. Decía: “No, no se trata de tener a cuatro o cinco personas editando. Se trata de emplear la inteligencia. No contratemos a esas personas, olvidemos eso.” Y lo que pasó es que acabé la película dos días antes de lo previsto y por 2.6 millones de dólares menos. Ahora el productor, Avi Lerner, quiere casarse conmigo [ríe]. Es gente que sólo ha hecho películas muy, muy comerciales, incluyendo la última de Rambo. Me siento a gusto con ellos porque también yo pienso como un productor. Por ejemplo, renuncié a mi derecho a tener mi propio tráiler durante el rodaje… ¿Cómo se llama? ¿Qué nombre recibe en la industria?

Yo lo llamaría tráiler, a secas.

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Lo que sea. Ni siquiera estoy familiarizado con la terminología. El caso es que renuncié a tener un tráiler, a tener un ayudante personal, un asistente de compras y una silla con mi nombre en ella. ¡Esto último le ahorró a la producción 65 dólares! De todos modos odio esas sillas, no me gustan nada. Nunca he tenido una. “¿Pero dónde se va a sentar?”, me preguntaron, y yo respondí: “En una caja metálica, o sobre un montón de revistas; lo que tenga más cerca.” La mayor parte del tiempo me la iba a pasar de pie, así que… Esto no es una rareza mía, es un ejemplo de cómo organicé la producción al completo. Viendo esto, algunos de los actores, en ciertos casos grandes estrellas, optaron por venir con un séquito de dos empleados, no de doce.

Me gustaría preguntarle sobre sus primeros días en los Estados Unidos. Usted recibió una beca para estudiar en un lugar de su elección, se decidió por Pittsburgh pero no tardó en renunciar a la beca, alojándose en casa de una familia rural, los Franklins. Me da la sensación de que ese periodo fue crucial para determinar el modo que emplea la imaginería americana en sus films.

Mucho de lo que se ve en mi película

Stroszek

es un eco lejano de aquellos tiempos. Vi lo mejor de América. Por supuesto, una vez renuncié a la beca perdí todo el dinero. Perdí mi alojamiento y perdí mi billete de vuelta. Tuve que arreglármelas por mi cuenta hasta que me acogió una familia maravillosa. Así puede ser el espíritu de América en su mejor expresión. Siempre les estaré agradecido a los Franklins, pero representan algo más que sólo una gran hospitalidad. En ellos persiste un cierto espíritu fronterizo, y eso es algo que me encanta de los Estados Unidos. Mis sentimientos sobre el país son ambivalentes, pero bueno…

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Poco después de dejar Pittsburgh se fue a Nueva York. Y luego a México, ya que se enfrentaba a una deportación de los Estados Unidos. Este fue uno de los primeros pasos en lo que se convertiría en una larga asociación con Latinoamérica.

De alguna manera, mi espíritu bávaro se siente cercano a Latinoamérica, en particular a la zona amazónica. Hay una afinidad con su exuberancia de fantasía, imaginación y sueños locos.

Ha sido en Sudamérica donde se ha enfrentado a sus mayores desafíos, y siempre ha comentado lo importante que es, como cineasta, correr “riesgos calculados”. ¿Cómo calcula usted esos riesgos?

Primero lo pruebo todo yo mismo. Soy bueno evaluando riesgos. Aun así, debo admitir que en un par o tres de ocasiones corrí riesgos que eran como una lotería. Por ejemplo, en

La Soufrière

rodé en la cima de un volcán a punto de explotar. Nadie sabía si eso sucedería en dos minutos, en dos horas o en dos días. El film trataba sobre la expectación. Ahora bien, cosas así no hay que hacerlas muy a menudo.

La Soufrière es un buen ejemplo de uno de sus muchos films en los que estar en buen estado físico, o al menos ser capaz de sobrellevar condiciones difíciles y poco hospitalarias, es algo esencial para su realización. ¿Le preocupa que hacerse mayor haga en el futuro imposible atravesar experiencias tan intensas?

No, no me preocupa. Por supuesto, la conexión entre el atletismo y el cine es, en parte, metafórica. Es acerca de la comprensión del movimiento en el espacio. Esa es la razón de que admire tanto a los jugadores de la NBA: cómo se mueven y cómo entienden que el espacio es sólo un fenómeno. Además, es un hecho estadístico que muchos cineastas han sido personas muy atléticas. No se ve eso en el terreno de la pintura, o el de la música. Nunca he conocido un compositor que fuese un atleta.

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Otra actividad que recomienda a quien aspire a hacer cine o cualquier otra actividad creativa es la de caminar. ¿Le resulta eso difícil aquí en California, con autopistas por todas partes?

Aquí has de tener coche, de lo contrario no puedes hacer nada. Pero no me refiero a caminar porque sí, sino desplazarse a algún sitio a pie. Largas distancias. Nada de deambular, ni hacer autoestop, ni de viajar mochila a cuestas. Viajar a pie, simplemente. La enseñanza sería que el mundo se revela a sí mismo a los que viajan andando.

También recomienda la cocina. ¿Qué le gusta hacerse para cenar?

Rabo de buey al estilo español. Preparo una comida decente una vez a la semana. Hay muchos cineastas que son buenos cocineros, como Les Blank, Francis Ford Coppola y otros a los que conozco.

Se le conoce entre otras cosas por haber empleado en distintas etapas de su carrera al mismo equipo técnico. ¿Cómo sabe cuándo desea trabajar con una persona nueva?

Es una pregunta difícil. Yo creo que es como en los castings. Has de tener olfato para saber cuál será el actor adecuado para esta película, quién el director de fotografía idóneo. Si no tienes ese olfato, no deberías ser director. Es un requisito esencial para entender el oficio. He hecho mis últimas 12 o 14 películas con Peter Zeitlinger, un director de fotografía austríaco. Ahora bien, he de decir que hacer películas en América, como

Bad Lieutenant

y

My Son, My Son, What Have Ye Done

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, limita las posibilidades ya que en ciertas áreas has de contratar gente que esté sindicada. Muchas de las personas con las que acabo trabajando no son con quienes lo haría de estar filmando en Perú o Europa, en lugares donde estos sindicatos no existen. Pero en realidad no importa, siempre conecto bien con los verdaderos profesionales.

¿Cree que cosas como YouTube y otros sistemas de distribución digital van a contribuir a eliminar la burocracia en el trabajo de hacer cine?

Bueno, esos sistemas están todavía en su infancia. Y lo que se ve suele ser zafio y basto. El más bajo común denominador posible es YouTube, pero de vez en cuando se encuentran grabaciones que apuntan a cosas de gran calibre en el futuro.

Este tipo de canales de distribución inmediata está haciendo que aumente el uso de cámaras y sistemas de edición digitales, algo de lo que usted lleva ya tiempo estando al tanto. Ha rodado My Son, My Son, What Have Ye Done en vídeo, ¿verdad?

Sí, pero ha sido por razones económicas. No puedes hacer un film así por 2 millones si filmas con celuloide de 35 mm. Me gusta la edición digital porque trabajo mucho, mucho más rápido. Puedes trabajar tan rápido como piensas. Esto ha sido una encerrona para esos cineastas a los que les cuesta tomar decisiones. Acaban creando 22 versiones paralelas de una película sin saber con cuál quedarse. Yo edito el material muy rápido. Por ejemplo,

Grizzly Man

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la edité en nueve días. También escribí los comentarios, los grabé e hice una primitiva mezcla; todo en nueve días.

En Grizzly Man, como en la mayoría de sus documentales, usted se encarga de la narración.

Me aficioné a hacerlo. Antiguamente tenía la sensación de que, sí, debería encargarme yo, porque no conocía a nadie que sonara tan creíble como mi propia voz.

Tiene lógica que el narrador de un documental sea su director.

Es una cuestión de credibilidad, y no me importa lo malo que sea mi acento alemán. Sea como sea, me hago entender.

Herzog le enseña al forzudo Zishe Breitbart (Jouko Ahola, a la derecha) cómo tiene que lanzar un barril durante el rodaje de Invincible (2001).

¿Piensa conscientemente en el público cuando trabaja en sus películas?

Debo confesar que mi público es un gran misterio para mí. No sé exactamente quién es o cómo cambia, ni cómo he sobrevivido tantos años con tanto cambio. Lo más extraño es que recibo hoy más correo de chicos de 15, 16 ó 17 años que de personas mayores de 30.

No me sorprende. Creo que la gente joven le tiene más aprecio que la generación a la que usted pertenece.

No lo sé. No obstante, nunca hago películas para mí solo. No soy un perro que se persiga su propia cola. Siempre he hecho películas para el público, aunque no tengo ni idea de qué público.

Usted dice que la gente no debería intelectualizar su cine. ¿Qué hay de sus libros? ¿Es un asunto diferente?

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La literatura no tiene necesidad de ser analítica, pero me estás haciendo esta pregunta en un momento en que lo último que he publicado ha sido

Conquest of the Useless

, un libro basado en los diarios que mantuve durante el rodaje de

Fitzcarraldo

. Yo creo que mis escritos sobrevivirán a mis películas. Muy pronto inauguraré mi escuela de cine, y una de las cosas que quiero inculcar a la gente joven que quiere iniciarse como cineasta es el gusto por la literatura. Una de las condiciones para inscribirse será haber leído esto, eso y aquello.

Va a abrir una escuela de cine, increíble. ¿Puede darme algún ejemplo de libro que haya que leer?

Pues, por ejemplo, las

Geórgicas

, de Virgilio. No tienen por qué leerlo en latín, hay muy buenas traducciones por ahí.

El otro día vi su primer cortometraje, Herakles, al que usted ha llegado a calificar de “metedura de pata”.

Hacer ese film fue mi forma de ir a la escuela de cine. Como película no es importante, pero en su momento fue clave para mí ya que me preguntaba, “¿Cómo puedo conectar materiales que no tienen nada que ver entre sí y combinarlos de manera que expliquen una historia coherente?”. Combinar lo impensable es como a veces se hacen las películas. Fue una experiencia maravillosa.

Dejando aparte algunas óperas, no ha rodado usted un corto en mucho tiempo. Ni ha producido nada para la televisión en los últimos diez años. Actualmente hay más canales y formas de ver televisión que nunca, pero eso no ha aumentado la calidad de la programación. ¿Cree que sigue siendo un medio válido?

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Apenas veo televisión, pero es que tampoco veo mucho cine. Y no siempre es necesario tener en televisión cosas cargadas de significado. Detrás de WrestleMania no hay un concepto trascendente y profundo, pero es interesante de ver porque uno tiene que entender qué es lo que le interesa al público, en general. Que seas poeta no significa que tengas que apartar la vista de lo que no te gusta. Uno ha de comprender el mundo en el que vive.

Si no conociera sus puntos de vista, asumiría que está siendo muy irónico. Usted ha declarado que padece una especie de defecto de comunicación que le impide captar las ironías.

Hay que distinguir entre humor e ironía. Hay mucho humor en muchas de mis películas, incluso en

Grizzly Man

y

Encuentros en el Fin del Mundo

. Y espera a ver

Bad Lieutenant

. Es hilarante.

Ya tengo ganas. Se ha generado algo de controversia acerca de esa película, que por el momento pocos han visto. Abel Ferrara, el director de la original, estaba indignado de que usted estuviera rodando lo que él considera un remake. Pero usted ha negado firmemente que se tratase de un remake y ha dicho que ni siquiera ha visto la Bad Lieutenant original.

No he necesitado ver esa película que se rodó en algún momento de los 90. La mía tiene una historia y un entorno totalmente distintos. A grandes rasgos, lo que ocurrió fue que uno de los productores de la primera

Bad Lieutenant

tenía los derechos sobre el título y quería crear una especie de franquicia. No me importa, puedo vivir con el título, pero siempre sentí que tenía que ser algo diferente. Intenté que la película se llamase

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Port Of Call New Orleans

, pero no me salí con la mía. Así que ahora se titula

Bad Lieutenant

. Y

Port Of Call New Orleans

es el subtítulo.

Y, si no me equivoco, no ha escrito usted el guión, lo cual supone una pequeña anomalía si lo comparamos con sus otros films.

Sí, el guión es de Billy Finkelstein, pero yo lo he modificado bastante. Cambié por completo el principio y el final y eliminé un montón de secuencias, que reemplacé por otras que sí escribí yo. Pero no voy a recibir ningún crédito por ello, el gremio de escritores no lo permite.

¿Qué le animó a hacer esta película?

Bueno, había un par de cosas que me parecían intrigantes. En primer lugar, Nicolas Cage y yo nos dimos cuenta de que siempre nos habíamos estado eludiendo, y eso era bastante extraño. Y, en segundo lugar, me intrigaba la perspectiva de hacer una especie de

film noir

, ya que el cine negro es consecuencia de épocas de inseguridad y depresión económica. El cine negro clásico era hijo bastardo de la Gran Depresión, en cierto modo.

¿Y por qué dice que su Bad Lieutenant es tan divertida?

Espera y verás.

La otra película que ha completado, My Son, My Son, What Have Ye Done, está vagamente inspirada en la historia real de un hombre que apuñaló a su madre tras obsesionarse con Orestes, de Sófocles.

Está basada libremente en un caso de asesinato real. Escribí el guión con un amigo mío con el que he trabajado en muchas ocasiones y es actualmente profesor de literatura clásica en la universidad de Boston. Luego el guión se quedó guardado en un cajón. Tiempo después, de charla con David Lynch, mencioné que deberíamos hacer películas, buenas películas, con los mejores actores y una gran historia, por no más de dos millones de dólares. Que era posible. Él me preguntó, “¿Tienes algo en mente?”. Dije que sí y me respondió que le encantaría participar como productor ejecutivo. A los pocos días me puse a trabajar. He de aclarar que Lynch no ha tenido nada que ver con la sustancia ni el estilo de la película. Sólo leyó el guión. Ni siquiera lo ha visto terminado.

Se rumoreaba que iba a rodar una película basada en El Afinador de Pianos, la novela histórica de Daniel Mason. ¿Está trabajando en ella?

No. El proyecto ha quedado aparcado. Focus Features quería hacerla conmigo y… A ver cómo lo digo… Una vez se hizo un intento de hacer una versión puramente Hollywood, pero nunca prosperó. Después me preguntaron si podría hacer algo más cercano al libro, escribí un guión cambiando un montón de cosas y entonces no lo encontraron lo bastante Hollywood [risas]. Bastante contradictorio. No sabían cómo llevarlo a cabo y les dije, “Vamos a esperar. Las piezas han de encajar con facilidad, de lo contrario estaremos discutiendo todo el rato por esta frase o esa otra y ese giro de la historia o aquel otro. No sería sano hacer una película así.”

Entonces, ¿en qué está trabajando ahora?

En cinco o seis proyectos de películas. Debería escribir más. Dentro de poco voy a ir a la India ocho días a escuchar la historia de alguien, pero no sé lo que saldrá de eso. Y, como te decía, voy a inaugurar mi escuela de cine, que consistirá básicamente en seminarios de un fin de semana que se celebrarán en distintas localidades. Yo seré mi propia escuela de cine. No estaré afiliado con nadie.

¿Se llamará Escuela de Cine Werner Herzog?

No. Tendrá un nombre maravilloso que ahora no te puedo decir, porque es tan bueno que estoy intentando registrarlo.