FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Yo, Atlante – El demonio del mediodía

Otra columna escrita por el único autor español cuyo apellido suena mejor pronunciado en francés.

¿Fabricando dinero? ¿Peinándoos la golondrina? ¿Tal vez perdidos en un transbordo camino del futuro? ¿O es uno de esos días dramáticos que parecen serios y de verdad? Yo os traigo la vida como carnada, muchachos, he aquí los nutrientes, entre líneas, ¡no os despistéis que estoy que lo tiro!

Mentira, mentira, no tengo nada, ni ideas ni ocurrencias; pero no dejéis de leerme nunca, por favor os lo pido, que el afecto es el gran fundante de todo este asunto y… Efectivamente, traigo el día panoli y vomito mis remordimientos como un gato pelón para esta revista que, como todas, embosca su publicidad en reportajes chachi y en fotos de putas. Que si unos grafitis, que si una altivez y que si unas bambas. Otro septiembre, macho, trabajar otra vez, pero, ¿qué escribir en una columna si no me interesa para nada “la actualidad”, si me parece pasada de moda casi todo el rato? Hay quien teclea en sus interfaces mientras estamos a otras cosas, en la calle, consultan sus pantallitas portátiles como antes se miraba el parte, por “la actualidad”, por figurarse un discurrir simultáneo, un discurrir reduccionista y falsario; menudo bálsamo, eh, “la actualidad”. Yo creo que hay una fuga ahí, amigos, que tenéis ahí una gatera por donde se os desagua la dignidad. ¿No tenéis ganas de existir o qué pasa? Daos un respiro, dádmelo a mí, ¡dejad el cacharrito en casa! Ah, pero es tan inútil pediros algo así como solicitar a las chicas que dejen de depilarse las axilas, lo tengo comprobado.

He subido a Berlín, el tiempo de comerme un ciervo, y ya estoy de vuelta dando un poco las gracias porque España, tan ridícula, cobarde, sucia e infecunda, esté al margen de toda esa paparrucha ampulosa de La Vieja Europa. Miro mujeres y entro a librerías como otros cambian de coche y acuden al centro comercial, no en busca de la satisfacción sino del deseo, que es algo que remite y vuelve en sí, vence y retorna, va y viene. Más, más, más deseo. Parece imposible ser tan diminuto. Aunque tampoco sé si el turista estacional lo soy fuera o en mi barrio, esa es la verdad.

Algunas noches, cuando tengo intención de madrugar, dejo dispuesto un bodegón sobre la encimera, con naranjas frescas, cereales y una baraja de Marsella, me persuado así; y a la mañana me despierto despacio y bien musculado, con la sangre muy exactamente localizada, y me veo como en un dibujo imposible, alzándome a mí mismo de la picha, sosteniéndome en el aire con las dos manos, ingrávido, paraguándome del mundo, todo yo martillo de Thor. Y aunque la vida no me sale muy bien, en esos momentos decido que no pienso morirme entero nunca.

No os inventéis rollos, no dejéis de estudiar, pero recordad que aquí estamos para bailar sobre la mesa y comer pasteles. ¿Internet? Internet es, como mucho, la ignorancia ilustrada. Eso es internet.