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Llevo cinco años viviendo de YouTube

"Empecé a subir videos sin tener muy claro a dónde conducir mi contenido, ahora vivo de ello".

Una captura de uno de los vídeos de Todo el monte es orgasmo

Acababa la carrera de periodismo el mismo mes que Zapatero dijo que estábamos "en medio de una recesión económica". Siempre he sido muy oportuna.

Para trabajar en el Burger King -y cito textualmente- estaba "sobrecualificada" y como becaria en cualquier redacción de periódico B de la provincia de Ávila no tenía suficiente experiencia. Coño, si solo quería que el dinero que mis padres habían invertido en mí estuviera de algún modo justificado. Menos mal que tenía Internet. ¡Bendito INTERNET!

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Escuche que en Estados Unidos había gente que subía vídeos a YouTube y ganaba dinero, parecía broma. ¿Cómo era mi vida en ese momento? Me pasaba las mañanas echando CVs y por las noches viendo películas en screener con audio latino, es decir, sabía que subir vídeos a YouTube no iba a interferir en mi apretada agenda, ni tampoco dañar (más) mi imagen.

Tenía claro que no quería exponerme gratis, ni tampoco podía dejar nada al azar. Me iba a convertir en youtuber. A mi madre la estaba matando a disgustos.

A diferencia de todos aquellos que subían vídeos en esa época, yo me lo iba a gestionar con un poco de arte. Controlaba de diseño y de edición, así que con mis vastosconocimientos de publicidad me puse un nombre que llamara la atención: "Todo el monte es orgasmo". Venga, con dos cojones. La Oliviero Toscani de YouTube me llamaban.

Nick: en este punto el marketing fue más sutil: Bollera-bollería industrial-Bollicao-Bolli. ¡Tachaaan! Me creé un personaje porque en el pasado, ser yo me había valido para una mierda. Además, con un personaje, siempre existe un escudo moral que puedes usar si ves que las cosas se ponen algo turbias. Como los bifidus, pero sin cagar.

Tenía una coletilla inicial que despertaba, a partes iguales, agrado y estupor, muchasgafas depasta sin cristal(una cosa es que quisiera perder la dignidad y otra perder la vista), una cámara de 100€, una lamparita de los chinos y una maleta cargada de sueños la cola del paro. Lo que estaba por venir, aunque de alguna manera puse las bases para que sucediera, me sorprendió.

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El hit de Todo el monte…

Empecé a subir videos sin tener muy claro a dónde conducir mi contenido: yo quería que algún medio de comunicación me viera y me contratara. Más que nada para quitar losas de decepción de la tumba en la que estaba enterrando a mi madre.

No voy a perderme en los prolegómenos de cómo funcionaba el sistema de monetización de YouTube en aquel entonces (2010-2011), tan solo hay que tener claro que lo importante son las reproducciones de cada vídeo video, no los suscriptores.

Yo tenía, por ejemplo, 10.000 suscriptores y conseguía unas 30.000 reproducciones, lo que para la época –y EN ESPAÑA- era bastante. Obviamente los primeros meses el dinero que conseguí era ridículo, pero en poco más de medio año la cosa empezó a dar frutos.

Pongámonos en situación: chica joven, sin apenas gastos, viviendo sola en una ciudad universitaria. ¿Cuánto dinero necesita? Pues eso fue exactamente lo que gane después de seis meses. Como broma me estaba saliendo muy bien.

La popularidad fuera del nicho de YouTube empezó a hacerse notar cuando las agencias llamaban a mi puerta. No literalmente, no eran Testigos de Jehová. Me hablaban de branded content, de marca personal, de emprendedores. Conceptos muy locos aún que no habían salido en Mad Men. Me pedían que pusiera precio a mi contenido, que colaborara en una campaña o incluso que la creara. Tenía 22 años y ganaba dinero suficiente como para beber los fines de semana y comer pizza fría los domingos: era el paraíso. Menos mal que entendí pronto que YouTube tenía que ser el medio y no el fin de mi carrera laboral.

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Como quien no quiere la cosa empecé a pasar mucho tiempo en varias agencias de Madrid, a conocer a las marcas, a tratar a muchísimas personas que admiraba, a juntarme con otros youtubers e incluso a alguno le acabe llamando amigo. Pasaron los años y mi canal seguía generando dinero (siempre modesto) y conseguía proyectos con marcas que siempre salvaban los trimestres. Para mí era un juego. No sabía por donde iba a ir el siguiente vídeo o cómo hacerlo todo más grande, más viral, más absurdo. Me encantaba eso nuevo que se estaba creando. Salvando mucho las distancias -y por favor que me perdonen todos por este símil tan insolente- era como formar parte de una nueva Movida Madrileña. No digo con esto que tuviéramos el talento de McNamara, pero oye, que estábamos viviendo de ser muy mamarrachos y eso hay que decirlo.

El caso es que una cosa llevó a la otra y acabé yendo a Barcelona (en aquel entonces LA MECA de los youtubers), a colaborar en el teatro, a trabajar en una agencia, a comer de menú tres días por semana, a tratar con marcas para proyectos que ni siquiera protagonizaba y a seguir creando mi mierda para YouTube. Estaba haciendo un trabajo para al que todavía nadie se había inventado un nombre en inglés. ¡Estaba por delante de la modernez!

Es cierto que en el último año he bajado el ritmo creando contenido porque, seamos realistas, una ya tiene una edad y unas arrugas y unos sirocos de señora mayor que te impiden hacer según qué cosas. Sin embargo, y más allá de esto, mi vida laboral los últimos años siempre ha estado relacionada con YouTube y auguro que será así durante bastante tiempo.

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¿Quién me lo iba a decir, verdad? Yo solo quería un sueldo para contentar a mi madre y comer pizza fría el domingo.

Aprovecho este espacio para dedicar unas palabras:

A la gente que me sigue, por perras.

A Yoko Ono, por puta.

Puedes seguir a Todo el monte es orgasmo aquí.