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medio ambiente

Un S.O.S. desesperado por la contaminación del aire en Medellín

Opinión // ¿Será que esas esencias puras de las que canta el himno antioqueño son cosas del siglo pasado?

Rueda de prensa S.O.S. por el aire, que se llevó a cabo el pasado 16 de diciembre / Las fotos son cortesía del autor.

"Oh Libertad que perfumas

Las montañas de mi tierra

Deja que aspiren mis hijos

Tus olorosas esencias"

Epifanio Mejía – Himno de Antioquia

En Medellín respirar mata. No es cuento, el aire mata más gente que las balas de los combos. Hoy, las enfermedades respiratorias matan a 8 personas cada día en este valle, cuatro veces más que las muertes violentas que se registran.

Aunque nos escandalizamos cada vez que nos hablan de la violencia en Medellín, la calidad del aire sigue siendo una cuestión secundaria, a la que no le paramos muchas bolas. Pero el tema no es nuevo, en el 2007 se firmó un pacto por la calidad del aire, que sirvió para que Ecopetrol nos dejara de entregar el diesel inmundo que nos entregaba para darnos uno con niveles "decentes" de azufre.

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Desde ahí en adelante la conversación sobre calidad del aire estuvo restringida a unos cuantos académicos. Pero todo cambió en marzo de este año, cuando la contaminación de Medellín fue tan grave que igualamos los niveles de Beijing y tocó prohibirle a los niños ir al colegio. A partir de esa contingencia el problema se volvió visible, y aunque contábamos con que los tomadores de decisiones atacaran la situación, nos quedamos esperando a que lo hicieran.

Ante eso, la ciudadanía respondió. Hubo manifestaciones artísticas, columnas de opinión y un día las estatuas de Botero amanecieron con tapabocas. Dentro de todas estas iniciativas, el escritor Pablo Montoya escribió una petición en change.org para que se implementara un plan integral de largo plazo para mejorar la calidad del aire.

Pablo es profesor de la Universidad de Antioquia, y a partir de su petición las ocho universidades más importantes de Medellín se unieron para lanzar un SOS por el Aire. Como profesor de la Universidad EIA, acepté dichoso la invitación a unirme al llamado, en parte porque es muy raro que las Universidades se unan de esa manera para una causa común.

El 16 de noviembre hicimos una rueda de prensa en la calle, hablándole claro a la gente sobre el problema, y publicamos un decálogo sobre el tema. El siguiente paso sería un foro el 5 de diciembre al que las autoridades estaban invitadas. Aunque lastimosamente el Alcalde Federico Gutiérrez no aceptó el llamado, mandó en su representación a Óscar Hoyos, el Secretario de Medio Ambiente de Medellín.

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En el foro, los investigadores repitieron los hechos que conocemos: que la crisis es peor cada año y que el peor momento es en épocas de invierno; que el 80% de la contaminación viene de los vehículos y que necesitamos de un desarrollo urbano más racional, enfocado en la personas en vez de los automóviles. Después, el Secretario presentó la estrategia del municipio para hacerle frente a la situación.

Sin embargo, su intervención fue tan desesperanzadora como salir al balcón y no poder ver las montañas por el smog. A pesar de buenas intenciones y un discurso bonito, las apuestas eran demasiado tímidas para la magnitud del problema.

Según el plan de ordenamiento de Medellín, el peatón debe estar en la cima de la pirámide de la movilidad y ser el actor más importante de la calle. El Secretario se llenaba de orgullo al decir esto: que la administración actual estaba decidida a lograr este objetivo con las redes camineras. Sin embargo, no decía que los peatones y ciclistas tienen únicamente el 8% del presupuesto destinado a movilidad.

El urbanista Brent Toderian dice que la verdad sobre las aspiraciones de una ciudad no están en su visión, sino que está en su presupuesto. En Medellín, los vehículos particulares se llevan el 40% de la plata de movilidad.

El secretario también hablaba de la necesidad de tener cruces seguros para que los peatones crucen la calle, pero callaba que desde hace 11 meses un grupo de ciudadanos estamos pidiendo un paso seguro desde el metro hasta la Universidad EAFIT, donde cientos de personas arriesgan su vida. Incluso organizamos una rueda de prensa donde invitamos al Alcalde a discutir el problema y a cruzar la calle. (Como pueden imaginar, el Alcalde estuvo ausente.)

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La administración actual dice que construirá 80 kilómetros de ciclorrutas, el doble de lo que existe actualmente. Aunque esto suena a buena noticia, la realidad es que, según los planes metropolitanos, Medellín necesita 120 para este cuatrenio. El déficit aumenta si consideramos que para tener 80 hay que construir 20 por año, pero en 2016 no se construyó ninguno y para 2017 apenas se construirán 15.

¿Nos podrá salvar el tranvía?

El problema también debe atacarse con transporte público, que es fundamental para tener una movilidad sostenible. La gran apuesta de esta Alcaldía es el tranvía de la 80, una solución que atraviesa la ciudad de norte a sur, por el lado occidental del Río. Aunque la gente está feliz con este proyecto, los detalles de este tranvía está en el más completo hermetismo.

Hace unos meses, mientras todavía era gerente del metro, Claudia Restrepo lanzó una propuesta atrevida: ¿qué tal si en vez de ampliar la 80 para construir el tranvía, la dejamos del mismo tamaño y le quitamos un carril a los carros?

Si bien la idea puede parecer chocante de entrada, una mirada más detallada muestra que es algo genial. Al no ampliar la calzada, se evitan riesgo sociales y financieros inmensos: ya no hay que comprar cientos de predios y se evita la tala de 2.000 árboles. Esto sin mencionar el hecho de que ampliar la 80 le quitaría pasajeros al tranvía, y queremos precisamente lo contrario.

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A pesar de estos beneficios, la Alcaldía no ha querido pronunciarse de forma clara sobre esta propuesta. Las intervenciones públicas de Federico Gutiérrez van en otro sentido, dejando en el aire la idea que el gobierno nacional no quiere financiar el tranvía, que debe financiar según por la ley de metros.

El congresista Victor Correa, preocupado por el tema, le escribió al Ministerio de Transporte preguntando cuál era la situación. La respuesta del Ministerio fue demoledora: "Respecto al proceso de cofinanciación del Tranvía de la 80 de la ciudad de Medellín, se precisa que en este Ministerio la autoridad local competente no ha socializado el proyecto o solicitado el análisis de viabilidad del asunto".

Ni sé qué pensar sobre esto esto.

¿Buses eléctricos? Esta vez como que no fue

Por otro lado, no hay solución de movilidad completa sin los buses. El desorden del sistema de buses hace que la gente se precipite a comprar carro o moto, además que los buses contribuyen con una fracción grande de las emisiones PM2.5, esas partículas microscópicas que se meten dentro de los pulmones y que generan enfermedades respiratorias temibles.

Esta Alcaldía ha hecho grandes esfuerzos por tener un sistema de transporte público integrado al metro, donde con la misma tarjeta se pueda montar en todo el sistema. Medellín ha soñado con esto hace años, y hay que agradecer cualquier esfuerzo en lograrlo. Pero por más que organicemos, si no cambiamos los buses por tecnología limpia la contaminación seguirá allí.

Idealmente, los buses deberían ser eléctricos. Al fin y al cabo, Antioquia es una potencia eléctrica y toda la energía que se consuma en la ciudad se le paga a EPM, que a su vez le transfiere sus utilidades al municipio. Además, en Colombia la energía eléctrica es muy barata (porque gran parte viene de las hidroeléctricas) mientras que la gasolina es muy cara (porque está llena de sobretasas).

Para una ciudad tan "innovadora" como Medellín, el brinco a la movilidad eléctrica debería ser una apuesta de futuro. Pero la estrategia de la alcaldía es cambiar la flota por buses a diesel, porque son más baratos. El problema es que ni siquiera considera el estado del arte de la tecnología, o sea los buses con estándar Euro 6, sino que se va dos generaciones tecnológicas más abajo, permitiendo que se cambien a buses con estándar Euro 4. Esta es una decisión con la que nos tocará vivir por 20 años o más.

A Colombia la contaminación le causa 5.000 muertes prematuras al año, y 5,7 billones de pesos en costos que equivalen a al 1% del PIB. Ahí veremos si queremos seguir gastando nuestra plata en diesel y en cuentas de hospital, y condenarnos a que las esencias de las montañas que menciona el himno antioqueño sean solamente un recuerdo del siglo pasado, donde esta ciudad todavía era respirable.

El problema no es fácil de solucionar, pero nos va a costar y vamos a tener que tomar decisiones muy duras. Pero, ¿no somos los paisas dizque tan berracos pues?