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Cultură

“En algún momento quise ser médico para que me llamaran doctor Jacanamijoy”

El artista colombiano Carlos Jacanamijoy conversa con VICE Colombia sobre su vida, su obra y nuestra falta de amor propio.

De la columna 'Charlas Ociosas'.

Foto por: Santiago Mesa.

Se dice de él que es un puente entre dos culturas. También que su fuente de inspiración es el yagé y que por eso sus paisajes son una especie de selva "sui generis".

El artista Carlos Jacanamijoy es mucho más.

Cuando lo visité el 12 de octubre, el "mal llamado Día de la Raza", según él, a la galería Alonso Garcés en el barrio La Macarena de Bogotá, el lugar de su más reciente exposición, llamada Intersección, me contó sobre parte de su historia de 52 años y la constante necesidad que ha tenido a lo largo de ellos de cambiar el imaginario estereotipado de lo que es ser indígena en Colombia.

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Alguna vez Gabriel García Márquez le preguntó: "¿Y a ti quién crees que te descubrió? Bueno, debes ser igual que yo: a nosotros siempre nos ha gustado lo que hacemos y por eso todo ha sido fácil".

VICE: En este punto de su carrera y de su vida, ¿qué lo asombra?
Carlos Jacanamijoy: Cada día uno mismo puede propiciar las sorpresas. Por ejemplo si un día amaneces pesimista, uno mismo puede provocar el optimismo. Lo sorprendente es lograrlo.

Tengo entendido que es un gran lector, ¿por qué se decidió por la pintura?
Me gusta escribir mucho. Yo creo que si no hubiera sido pintor, hubiera sido escritor. Me fui por el arte porque de niño me encantaba dibujar.

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La literatura me atrae mucho, pero para mí la pintura es otro tipo de lenguaje. El reto de un pintor es encontrarlo en la pintura; que uno pueda expresarse de la misma manera que uno se expresa con palabras en un cuadro. Eso me parece fascinante y cada cuadro es una sorpresa más.

¿Se considera a sí mismo como un puente entre lo ancestral y la academia?
Sí. Indudablemente siempre que hago un cuadro, trato de que sea autobiográfico y creo que eso pasa con todos los artistas. La autobiografía tiene muchísimo que ver en cualquier artista.

Esta exposición de hecho tiene que ver con eso, por eso se llama "Intersección". Por ejemplo ahorita estoy hablando español pero pienso siempre en quechua.

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¿Habla quechua todavía?
Sí, con mi mamá. Le gusta más expresarse en Inga, que es el mismo quechua. Lo curioso es que me suena más maternal el quechua que el español.

Hace un tiempo mandé mis hijos al Putumayo y nos dimos cuenta de que incluso sus primos de allá de su edad ya no hablan la lengua. Las culturas se van extinguiendo.

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¿En qué momento decide irse de Putumayo para hacer una formación académica?

Nosotros fuimos 12, seis hombres y seis mujeres. Yo fui el único que quiso estudiar. En algún momento quise ser médico para que me llamaran doctor Jacanamijoy, pero me ganó la pintura. Quería estudiar medicina porque no sabía que existía la carrera de arte.

Cuando descubrí la carrera de Artes quería romper los parámetros sociales de la familia en la que había crecido. Quería estudiar, viajar, conocer. Y ahora hay muchos sobrinos que están estudiando carreras universitarias diferentes.

¿Por qué sus hermanos no quisieron estudiar?
En Colombia en los años 80 ser bachiller era un honor, y ser universitario aún más. Pero más que un honor era una hazaña también. Ahora ni siquiera el pregrado sirve mucho.

Mis padres fueron viajeros. Mi papá era muy aventurero y fue uno de los pioneros en llevar la medicina tradicional de nuestra cultura a Venezuela, a Brasil. Cuando viajaba, mis hermanos viajaban con él. En un momento todos se quedaron en Venezuela y yo fui el único que me quedé viviendo con mis abuelos. Fue ahí que empecé a estudiar.

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Estudié con curas y terminé el bachillerato en Pasto. Luego entré a varias universidades: primero la Universidad de la Sabana, después fui a una universidad en Pasto. También hice pinitos de Arquitectura, estudié Filosofía, y luego me gradué de la Universidad Nacional en Bogotá en Artes Plásticas.

En algunas entrevistas se habla del yagé como su fuente de inspiración para su obra. ¿Es cierto?
No, eso es un estereotipo que usa mucho la gente con mi pintura. Lo que pasa es que en Colombia, estereotipamos al indio de cierta manera.

Tomar yagé para pintar es como hacer una clase de yoga para pintar. No se pueden hacer al tiempo. Además, la experiencia del yagé es como un sueño. Uno no se acuerda realmente qué fue lo que soñó. Es lo mismo. Uno no puede traspasar la experiencia del yagé a la pintura.

Mi fuente de inspiración es más bien mi experiencia personal y esa intersección constante en la que vivo entre mis raíces y lo que soy ahora.

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¿Qué piensa de estas afirmaciones?

A mí me parece que esas suposiciones son decepcionantes y tristes porque no conocemos realmente nuestra realidad como colombianos. Desde el establecimiento, la academia, los medios de comunicación, los colombianos tienen estereotipos equivocados de lo que es ser indígena. Esos estereotipos se han anclado en la Conquista y en la Colonia, desde que el hombre blanco por antonomasia descubrió América.

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Entonces, claro, cuando ven mis cuadros dicen "Ah, es que pinta la selva, debe pintar con yagé". No necesariamente. La gente se queda anclada en todo eso. Con la música es lo mismo, preguntan "¿por qué no bailan su música típica y tocan con flautas?", "¿y por qué no vistes con ruana?". Porque no, porque yo puedo tomar whiskey, oír a los Beatles y no necesariamente pintar con yagé.

Una vez di un taller en el Liceo Francés, el colegio de mis hijos, con niños de cuatro a ocho años. Y una niñita dijo "No quiero encontrarme con indios porque ellos son violentos, pobres y sucios". Mira lo que hace la sociedad. Puede ser su familia, los medios de comunicación, yo qué sé.

Los colombianos no tenemos amor propio.

¿Cómo así?
La nación nos reconoció como país multicultural en la constitución del 91. Antes los indios éramos reconocidos como los niños, como personas sin uso de razón.

Ahora el indígena es el del yagé, es el de la selva, es el que escucha el lamento andino, el que se la pasa en las marchas… nos racializaron.

Cuando cumplí 17 años me rebelé porque quise ver algo más de lo que piensan de nosotros. Por eso empecé a estudiar, logré viajar, aprendí otros idiomas y cambiar de paradigmas. Vemos la realidad de una manera desenfocada.

Lo que nos falta es amor propio. Yo amo lo que hago, lo que soy y así debería ser con todo el mundo.

Sus exposiciones han tenido lugar en varias partes de Colombia y ahora sus cuadros están en las salas de los expresidentes y personas élite de la sociedad colombiana…
Yo empecé en convocatorias de salones nacionales. Ahí han empezado todos los artistas internacionales grandes desde (Fernando) Botero hasta (Luis) Caballero. Pasé también por convocatorias de arte joven.

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Con el tiempo, las obras mismas van cogiendo vida y van llegando a la sociedad en general y a las élites también. Eso lo hace el lenguaje de la pintura.

En una entrevista habla de unas vibraciones que le indican el estado de las cosas. ¿Cómo siente el estado de las cosas hoy, Día de la Raza, octubre de 2016?
Nosotros, los contemporáneos de hoy podemos reinventarnos. Todos desde el punto en el que estamos podemos cambiar nuestra cotidianidad. Vamos a sonreírle a la vida. El estado de las cosas las podemos cambiar todo el tiempo.

Ahora Colombia es un país que no es lo que la gente dice que es. No es un país de narcotraficantes, personas violentas, desigual. Lo que nos toca hacer es inyectarle algo bueno, cada uno de nosotros, para que ese estado de lo que es Colombia hoy se reinvente.

Y por último, ¿cómo sabe que un cuadro está finalizado?
Para mí es todo muy intuitivo. Lo podría comparar a cocinar una sopa. Uno dice: le falta un hervor, sal, otro ingrediente. El chef maneja un poco eso, ese proceso intuitivo.

Pero saber realmente cuando un cuadro está es algo muy irracional porque no sé cómo explicarlo. Pero a veces cuando vuelvo a ver los cuadros, me dan ganas de hacerles más cosas.