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AK-47: el arma favorita para luchar contra Estados Unidos

Mata cada año a 250.000 personas. Es nombrado en narcocorridos, temas de gangstarap y al menos una canción de Def Con Dos. Hablamos del AK-47 o kaláshnikov. Para algunos, el arma del pueblo.

Se estima que existen, entre originales y copias (más) baratas, unos cien millones en todo el mundo. En cualquier tienda de parafernalia militar, como las del Rastro de Madrid, se pueden encontrar réplicas, aunque disparen bolas de plástico. Cuestan casi tanto como una original: ciento y pico euros. Matan cada año, de media, a 250.000 personas. Son nombradas en narcocorridos, temas de gangsta rap y al menos una canción de Def Con Dos. Sí, hablamos del AK-47. Para algunos, el arma del pueblo.

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Miembros del Estado Islámico enseñan a un niño a disparar un AK-47.

Recientemente hemos visto imágenes, proporcionadas por el Estado Islámico, de niños aprendiendo a disparar metralletas. No manejan una normal sino el célebre kaláshnikov, bautizado así en honor al diseñador de armas soviético que parió su primer modelo. Sirve para matar, claro, pero también es un símbolo de todas aquellas luchas, legítimas o no, en las que una minoría combate con un enemigo hegemónico más poderoso (casi siempre EE.UU.). “Un niño puede aprender a utilizar un AK-47 en apenas dos horas”, afirma Hermine Catry, miembro de Amnistía Internacional. Y hay 300.000 niños soldados en el mundo, según la organización.

Su éxito se debe a la sencillez de su diseño y su bajo precio, lo que la hizo accesible a todos los desfavorecidos sobre todo cuando, durante la Guerra Fría, la Unión Soviética la proporcionaba sin intereses económicos a las llamadas luchas antiimperialistas. Puede ser montada y desmontada con rapidez, pesa poco, y aunque no es muy precisa a distancia, funciona a la perfección en emboscadas, combates urbanos o en la jungla. Puede disparar hasta 650 balas por minuto, no se encasquilla, y, además, los gases que expulsa la limpian por dentro, por lo que es más operativa y permite su utilización en ambientes adversos como las arenas del desierto o la humedad selvática.

Desde la caída de la URSS hasta hoy pasó a ser el arma preferida de los cárteles latinoamericanos y organizaciones terroristas como los talibanes o Al Qaeda. Este fusil de asalto semiautomático, con su particular culata y cargador en forma de “cuerno de chivo”, ha sido retratado en infinidad de ocasiones alzada contra el cielo, en señal de resistencia y liberación. Forma parte del logotipo de grupos armados izquierdistas como la Fracción del Ejército Rojo en los años de plomo de la Alemania de los 70, el grupo chií Hezbolá o la Guardia Revolucionaria de Irán. Adorna banderas o escudos de Zimbabue, Mozambique o Timor Oriental.

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Steven Seagal sujetando un rifle de francotirador de la marca Kalashnikov antes de romper su contrato con la Kalashnikov Corporation.

Actualmente, la usa el Estado Islámico, pero también sus oponentes kurdos, y las sanciones occidentales a Rusia, cuya Kalashnikov Corporation las produce. La empresa ha roto su contrato publicitario con el célebre actor estadounidense Steven Seagal y el consorcio ha decidido reorientar sus exportaciones hacia América Latina, Asia y África donde, por otro lado, siempre encontró a sus más acérrimos usuarios. Este y otros entresijos de la historia de kaláshnikov se recogen en el libro de Andrew Hodges AK-47, la historia del arma del pueblo (Lengua de Trapo). Ahí se cuenta, entre otras muchas cosas, cómo en la Guerra de Vietnam, el AK-47 dio sopas con ondas al flamante M-16 estadounidense (apodado Mattel, en referencia a la compañía de juguetes).

“Es un arma que se ha visto como símbolo de resistencia antiimperialista y también genera narrativas y ha contribuido a la creación de conflictos”, explica el editor Jorge Lago. “Actualmente existen tres millones de kaláshnikovs en Sudán, lo que no contribuye a la estabilidad política”. Su poder simbólico, según Lago, fue utilizado por Osama Bin Laden: “Hay quien dice que en los diferentes vídeos que Bin Laden lanzaba a Occidente, según el modelo de AK-47 que mostrase quería dar un mensaje diferente. Cuanto más avanzado, más en serio debíamos tomar su amenaza”.

José Antonio Guardiola, director del programa de RTVE En Portada, sintió alguna vez el silbido de las balas de un AK-47 sobre su cabeza. “Nos perdimos por Afganistán en una zona peligrosa y nuestro conductor dijo que no nos preocupáramos, sacó de debajo del asiento un AK-47 como si estuviésemos protegidos por algún tipo de dios sobrenatural”, lo que da una idea del estatus casi mágico del que goza en ciertos escenarios bélicos. Iñigo Sáenz de Ugarte, subdirector de eldiario.es, asegura que “en Oriente Medio es raro no ver AK-47 por la calle y en las celebraciones o funerales se dispara contra el cielo en una audaz ignorancia de las leyes de la física: la bala caerá, quizás con menos fuerza, dos kilómetros más allá. En el entierro de Yasir Arafat unas 30 personas fueron heridas de este modo”.

Su creador, Mijaíl Kaláshnikov, nació en 1919, fue el séptimo de 19 hermanos y tuvo una infancia difícil. Su familia eran kulaks, campesinos con tierra y propiedades que les permitían subsistir e incluso generar un pequeño excedente. Tras la Revolución Rusa, Stalin ponía en marcha su Plan Quinquenal para industrializar la URSS y tras las colectivizaciones fueron denunciados por sus vecinos y deportados a una colonia penitenciaria siberiana, en la que su padre murió. Lo fascinante es que, a pesar de haber sido víctima de la injusticia, siguió fiel al estado, combatió como tanquista en la Segunda Guerra Mundial, acabó llegando a general y recibiendo honores nacionales.

El fusil comenzó a ser producido industrialmente en 1947 (de ahí su nombre) y se convirtió en el arma larga reglamentaria del Ejército Rojo. Mijaíl Kaláshnikov falleció en 2013 a los 94 años. Dijo, antes de morir, que su vocación era diseñar maquinaria agrícola, pero que la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial le motivó para crear su ya indeleble criatura. En una carta que dirigió a la Iglesia Ortodoxa Rusa confiesa: “Mi dolor espiritual es insoportable. Si mi rifle le quitó la vida a personas, ¿podría ser que yo sea culpable de esas muertes, aun cuando fueran enemigos?". Sin embargo, se lava las manos, “mi meta era crear armamento para la protección de las fronteras de mi patria, no es mi culpa que el kaláshnikov fuera utilizado en muchos sitos con problemas. Creo que la culpa de eso la tienen esos países y no los diseñadores". Según la BBC, Kaláshnikov empezó a ir a misa y se bautizó a los 91 años.