El controversial pabellón naranja

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Μodă

El controversial pabellón naranja

Resulta lamentable que todavía existan visitantes en Colombiamoda que miran con desprecio al pabellón de la “moda mañé”.

Recuerdo que en 2011 VICE vino a Medellín a cubrir Colombiamoda.

Yo no sabía quiénes eran ellos o cuál era su línea editorial y sentí cierta rabiecita por la caricatura que se veía en el reportaje, las alusiones a la cocaína o las insinuaciones de que toda mujer en Medellín tenía tetas de plástico. Mucha gente se enojó con el asunto y a VICE lo vetaron de la feria, del país, o algo así iba la leyenda urbana que circuló por esos días y que yo acepté tranquila porque me incomodó su mirada grotesca de lo que era la feria de moda más importante del país.

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Obligándome hoy a recordar aquel asunto y el malestar que me causó esa mirada gomela sobre la cultura local, siento un cambio de perspectiva. Ya no me incomodan las tetas de plástico o el reguetón en pasarela que pone en ridículo la noción más purista de un desfile, ahora me inquieta la pataleta de ese entonces, porque VICE supuestamente mostró algo que no somos.

Por donde lo mire, concluyo que VICE tuvo motivos para reseñar las caricaturas que saltaban a la vista, empezando por la división de la industria en dos ferias: la “mañé” y la de “la gente de bien”. Hoy en día, como un aparente triunfo contra esa brecha social, Colombiamoda acoge también a Moda para el Mundo, dándole un pabellón entero a esa moda masiva que, aunque vende más, la gente de bien prefiere no voltear a mirar.

Está claro que haber fusionado las ferias fue un esfuerzo tremendo de los organizadores de cada una. Desde lo Institucional, el discurso es excelente: “fortalecernos uniendo todos los actores del sistema-moda en un mismo espacio…”.

Como periodista, diré que las marcas en pasarela son lo más importante de toda la feria. Eso es lo que saldrá en televisión detrás de Sergio Barbosa o cualquier otro supuesto experto en el tema. Es lo que reseñará la mayoría de medios masivos que le pagaron al redactor de chismes o de deportes por ir a hablar de moda sin entenderla. El fundamento mediático de la feria son esos escenarios de aspiración distantes a la vida real del colombiano promedio.

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Fuera de esa burbuja de atención de la prensa y lejos de los rincones designados para las selfies de los blogueros, se desarrolló Moda para el Mundo. La atmósfera de esta microferia en el pabellón naranja era ajena al resto de Colombiamoda. Reguetón y electrónica a un monstruoso volumen, brillo, color, letreros con nombres inventados, fotos muy retocadas y algunas de las nalgas más grandes que he visto en mi vida.

La moda popular colombiana es ruidosa, cargada y exige atención con cada herraje, botón o efecto de lavado. El ejercicio de diseño de las marcas que venden en el centro de Medellín (lo que conocemos como El Hueco), responde a las tendencias con contundencia: no es la sutileza de un acento neón que insinúa la moda veraniega, es el body en verde fluorescente con aplicaciones de encaje fucsia. La propuesta maximalista de estas marcas refleja un deseo del consumidor masivo de abrirle los brazos a la moda, a toda la moda, todas sus tendencias y saturación de mensajes; a todo a la vez. Esta sobre-estimulación se tradujo en stands comerciales donde mujeres de prendas ajustadas sonreían a los asistentes y compradores que incluso buscaban tomarse foto con ellas. Todos con trago en mano (lubricante para las transacciones comerciales) y disfrutando de música con DJs en vivo.

Este pabellón no se caracterizó por servir de fondo para fotos sociales donde la gente regia posa con gente aún más regia. Entre tetas de plástico y vasitos del mismo material cargados de whisky, en Moda para el Mundo se hicieron negocios.

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“US$22 millones en oportunidades de negocio, un crecimiento del 22% con respecto al año pasado”. Esa fue la cifra que me encontré entre las noticias de la feria masiva dentro de Colombiamoda. Yo me pregunto entonces, ¿Por qué si es tan buen negocio, todavía se siente como si al popular Centro Mundial de la Moda (Cedemoda), que es el equivalente a Inexmoda en El Hueco, lo exiliaran en una esquina perdida de la feria?

Mencionen a Renata Lozano o Johanna Ortiz fuera del país, fuera del continente y no serán muchos los familiarizados con sus excelentes propuestas. Mencionen los “jeans colombianos” y déjense sorprender por la popularidad del producto estrella del controversial pabellón naranja. Estas marcas pueden confeccionar en un mes hasta 200.000 jeans levantacolas y créanme que no tienen problema alguno para exportarlos todos.

Lamentable que todavía existan visitantes comunes de la feria que miran con desprecio al pabellón de la “moda mañé”. Ponen en evidencia su desconocimiento de la relevancia industrial del espacio. Inexmoda ha sido clara en su intención de destacar la industria colombiana y aquí vemos marcas masivas que tienen el taller de confección a un barrio de distancia de la feria, ¿Qué más colombiano que eso?

El esnobismo de la feria no es tema nuevo, aunque mi impresión es que con Cedemoda algunos personajes lograron acentuarlo. Los aburridos discursos de normalización a los que nos tienen acostumbrados las viejas guardias de la moda nacional (vístase así + no se vista así), van en contra de la oferta masiva y su apreciable misión de levantar las colas. Cedemoda, vistiendo gente común y corriente, va contra la corriente en un evento diseñado para exaltar “el buen gusto” (Ojalá ese buen gusto lograra facturar como lo hace la “moda mañé”).

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Colombiamoda es un espacio también pensado para construirnos como un mercado más competitivo. Como ejemplo de esta noción está el interés de Inexmoda en los últimos años en educar en la creación de series cortas, como hace el mercado masivo español: produciendo a gran velocidad para responder mejor a lo que el consumidor quiere en ese instante. Si se le apuesta a lo competitivo, me parece que Cedemoda, que tal vez no innova desde la estética, pero es fuerte en cifras, merece mayor protagonismo. Cuestionable además que no cuenten siquiera con un espacio fuerte en la apretada parrilla de pasarelas.

Este año, el espacio ferial se pensó desde los excesos: de pasarelas, de stands comerciales, de marcas desesperadas por la atención del visitante en zonas donde a duras penas podía caminarse sin tropezar con una activación de marca o una modelo-empresaria-presentadora haciendo un programa en directo. Los mejores diseños de Moda para el Mundo no tienen nada que envidiarle a la saturación con la que se concibió esta feria.

Lo decía hace poco Juliana Correa, creadora de la marca OnA: “ojalá Colombiamoda fuera una conversación, no un monólogo torpemente orquestado”. La feria parece una visión unilateral de algo tan diverso como la moda. En este caso, Moda para el Mundo intentó unirse al diálogo y los otros actores del evento escogieron no escucharlos.

Sigue a Diana en @Dianalunareja