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El número de las fronteras

Los poemas porno de Jacobo Cardona

Hablamos con el escritor paisa sobre su nueva serie poética de sexo y nos compartió parte del contenido.

Ilustración por Curzi.

Este artículo hace parte de la revista impresa de VICE de agosto.

No es exagerado decir que Jacobo Cardona engloba la vieja idea de "artista total": es ensayista, cuentista, novelista, guionista, dramaturgo y poeta. En todo es reconocido: ha ganado premios en cada uno de esos géneros. Es investigador académico, crítico de cine y fue profesor por cuatro años en la Comuna 13 de Medellín. Ahora está en Montreal, Canadá, dedicado a su segunda novela: "un proyecto ambicioso y juguetón", según dice, que tiene por tema la realidad virtual y que busca incorporar la hipertextualidad de Internet. En junio de este año, Jacobo Cardona ––37 años, antropólogo de la Universidad de Antioquia, y magíster en estética, Universidad Nacional de Medellín–– empezó a publicar poemas de Porno, su serie poética de sexo, en su blog. Hablé con él de literatura, de capitalismo y de sus influencias.

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VICE: Tú eres de Nariño, Antioquia. ¿Qué significado tiene esa geografía de montañas, neblina y lluvia en tu escritura?
Jacobo Cardona: Ha sido muy significativo. Para mí, la montaña, la niebla, la lluvia son muy estimulantes. Yo no sé hasta qué punto eso pueda desentrañarse, de manera que uno encuentre relaciones entre la escritura y esas procedencias geográficas. Sé que las hay, lo que no sé es cómo explicarlas.

Has dicho que un sueño de todo aquel que busca convertirse en escritor es "construir un universo absolutamente nuevo donde los demás se sientan como en casa". ¿Sientes que lo has logrado?
No. Yo creo que eso es un proyecto de largo plazo que se construye con todo un recorrido creativo y artístico que al final uno espera que sea exitoso. Pero no, es una tarea que lleva toda una vida.

Háblame de influencias, ¿qué libro detonó en ti un deseo incontenible por escribir?
A mí me cuesta recordar autores. Tendría que hablar también de películas o cuadros o experiencias personales alejadas de lo que llamamos "literatura". Podría hablar de Rafael Pombo, Sam Shepard o Roberto Bolaño, que en su momento fueron importantes y ahora no tanto. En los últimos años he intentado seguir, con grandes limitaciones por supuesto, una línea marcada por J. D. Salinger, Raymond Carver y Cormac McCarthy. Todos ellos sentaron algo. Yo los seguí y creo que esa es la dinámica de las influencias: que te toquen y que, cuando vas a transformar cierto tipo de experiencias personales en el papel, todo eso se materialice de forma secreta. Ahí es cuando se revela el talento: cuando la influencia obra de tal manera que no es evidente.

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Roberto Bolaño dice que los libros son finitos y los encuentros sexuales también. Pero también dice que el deseo de leer y de follar son infinitos, que sobrepasan la propia muerte, los miedos y las esperanzas, ¿compartes esa idea de la literatura y del sexo?
Sí. Yo siento que es muy parecido al asunto de la gacela y la leona. La gacela ya se ve perdida y, sin embargo, sigue corriendo hasta que finalmente el felino la atrapa. Y, sin embargo, nunca deja de correr. Como si nunca se rindiera. Creo que cuando uno escribe y espera que se encuentre con futuros lectores, lo que intenta es hacerle una especie de quite a la muerte. Uno espera que el recuerdo quede, pero resulta completamente inútil. No importa cuántos libros publiqués, la lucha ya está perdida.

El año pasado tu novela Las vidas posibles fue ganadora del Bienal Internacional de Novela José Eustacio Rivera, pero la administración municipal le descontó 20 % del premio, equiparándolo a un premio de lotería. ¿Por qué crees que en Colombia los premios literarios se entregan como si fueran eso, producto del azar?
No es en todos los premios. Eso me sucedió sólo con la Bienal. Me imagino que tiene que ver con cierto espíritu corporativo y burocrático. Creo que ahí hay una sensibilidad muy pobre a la hora de entender este tipo de manifestaciones culturales. Y fue muy jodido ese asunto: todas las leguleyadas que esgrimieron para tratar de evadir su responsabilidad. Era como encontrarse con esa gran máquina estatal que no somos capaces de sobrepasar.

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¿Qué significa un premio literario para un escritor?
Es muy importante. Por un lado, por la visibilidad: empezás a ser rastreado por cierto radar y eso ayuda a cimentar una carrera. Por otro, necesitás esa visión ajena a la tuya, que jurados con ciertas capacidades (casi) consensuadas te digan que vas bien. Y tercero, por el dinero. Me ha permitido gastarme mi espacio y mi tiempo de la manera que quiero; tomar un poco de ventaja, cortar con las necesidades materiales propias de vivir en este mundo capitalista que te demanda estar produciendo constantemente para generar una plusvalía.

Perteneces al grupo de investigación Cultura, violencia y territorio, de la Universidad de Antioquia. ¿Cuáles son tus inquietudes frente al país, como antropólogo?
Yo empecé trabajando sobre conflicto armado y poco a poco fui girando hacia la tecnología. La tecnología en general: la que va de la piedra que sirve para moler hasta el iPod. Entre esas dos líneas investigativas ––tecnología y conflicto armado–– he hecho cosas relativas a la magia, al pensamiento mítico y al arte. Quisiera hacer un doctorado relativo al paramilitarismo. Una especie de recuento sobre las estrategias de guerra utilizadas por estos grupos a través del cuerpo: de la desintegración de los vínculos sociales, no sólo el cuerpo físico sino también el cuerpo simbólico.

En Las tecnologías de lo monstruoso hablas del 'mandato liberal' que, mientras pregona la igualdad entre seres humanos (hombres, mujeres, indígenas, transexuales, árabes o gerentes de banco), crea técnicas de lo humano (cédula, diploma, crédito bancario, pasaporte) que identifican, excluyen y separan. ¿Cómo se para la literatura frente a ese 'mandato liberal'?
No puede haber nada. La literatura hace parte de la misma trampa, es simplemente un divertimento. Ni nos va a salvar ni nos va a enseñar la puerta de escape. La literatura permite aliviar un poco la tristeza y la pesadumbre. Nada más. La literatura hace parte de un sistema de poder fundado en la escritura. Una tecnología de inscripción que, si no sabés manejar, de alguna manera terminás siendo relegado en ella.

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El gran enemigo de la vida humana es el capitalismo. Y al capitalismo lo va a destruir el propio planeta. Desafortunadamente, la revolución no fue exitosa y en 30 años tendremos que enfrentar la crisis ecológica para poner las cosas en orden. Eso no significa que la literatura sea pueril: la literatura nos permite estar alerta.

En el ensayo también hablas del cuerpo adicionado (refiriéndote a los implantes de los cuerpos de mujer) como consumación de la sociedad del espectáculo, ¿la experiencia de la sexualidad ha cambiado bajo ese paradigma del cuerpo?
Pensemos en los años setenta. En esa época, el sexo era un arma para la sublevación. El sexo llamaba a la libertad, a la emancipación. Pero el sistema logró absorber esa fuerza tóxica del sexo. De alguna manera logró convertir el sexo en una mercancía. El sexo pasó de ser un arma que revelaba el sistema heteropatriarcal, las injusticias de género, a convertirse en una fuente más de placer por la que necesariamente tenés que pagar.

Hablemos de Porno, ¿cuál es tu referente más cercano de literatura erótica?
Es poco. Podría hablar de Henry Miller, que para mí fue fundamental. Me mostró que se podía escribir de la sexualidad, de la crueldad y de la sociedad de manera lírica y cruda, liberada de cualquier tipo de solemnidad. También Bataille fue fundamental en esas lecturas adscritas a lo sexual. O Freud. Están películas como El último tango en Paris y Crash, series como La mujer maravilla y la Serie Rosa, y las ilustraciones de Toshio Saeki. Y por supuesto, la pornografía.

¿Tu poesía es erótica o, al contrario, pretende generar una sensación de anticlímax?
No lo había pensado pero es muy probable que sí sea antierótica. Podría pensar que la poesía es el lado B del porno. Mientras la pornografía intenta mostrar las cosas como son, aunque realmente no son como las muestra ––porque es una puesta en escena––, lo que intenta la poesía es mostrar de forma trasparente la realidad real. La poesía nos revela la arquitectura de la realidad.

¿Tu poesía bebe de la experiencia personal? ¿Te ha tocado escuchar a alguien que vende licuadoras mientras tiras?
Sí. Ese poema es autobiográfico. Sucedió tal cual. Y muchos, no sé si todos, porque hay transmutaciones. Puedo hablar de experiencias sexuales con primas en la adolescencia y tomo ese elemento y lo vuelco en otro personaje para darle una dimensión distinta. Pero casi todos tienen un elemento biográfico importante.

Mira abajo una selección de poemas de Porno.

Porno (selección)

13
Te meto la verga en la boca
y te agarro la cabeza,
chupas y me miras lujuriosa.
En la calle un tipo
grita
que arregla licuadoras.

________________________

31
Sentada en la silla,
lanzas la pelota de ping pong.
Corro en cuatro patas,
la agarro con la boca
y te la llevo de nuevo.
Revuelcas mi pelo
a modo de felicitación.
Lentamente abres las piernas
y allí meto mi cabeza.
No llevas ropa interior.
Te lamo como si tu coñito fuera una paleta.
Me aprietas contra ti
y siento, por momentos,
que me falta el aire.

Tras la puerta
escucho a tu madre
preguntar
Si ya terminamos la tarea.

________________________

32
Cuando hablas
prefiero a la inflable.

________________________

35
Es imposible hallar consuelo
en el pobre lenguaje
de los hombres
solo follando
destruyo toda amnesia.

________________________

40
Te apoyo contra el pupitre
y te subo la falda a cuadros.
Te la meto sin bajarte los calzones.
Estás mojada
y tibia. Te doy duro, hasta
el fondo, y me pides
que no pare.
La lluvia golpea la ventana.
En el tablero,
el resultado incorrecto
de un logaritmo.