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Cultură

"¡Fuera el homosexualismo!", así fue la vigilia evangélica que celebró el "milagro" del NO

Entre la fe y la homofobia, 12.000 miembros de la Iglesia Manantial de Vida oraron y agradecieron este fin de semana la derrota de los Acuerdos de Paz.
Todas las fotos por: César Cesilio

El hombre apretó los puños con tanta fuerza que las uñas de sus dedos perdieron el color. Uno le oprimió el pecho y el otro azotó el aire por encima de su cabeza. Una, dos, tres veces. Cerró los ojos dobló las rodillas y se balanceó sin mover las piernas. De atrás a adelante, de atrás adelante, de atrás adelante. Los golpes del bombo reventaron los parlantes y las notas del bajo vibraron en la planta de sus pies. Su cuerpo siguió la música. Obediente, dócil, sumiso. Pocos kilos para sus casi 1.80 metros. Camisa gris, pantalón azul y zapatos de vestir. De atrás adelante, de atrás adelante, de atrás adelante. Un puño al aire y otro al pecho. Una, dos, tres veces.

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Todo espíritu de lesbianismo, de homo-sexua-lismo. Toda opresión satánica que ha venido sobre la identidad de nuestros niños ¡Se va! ¡Ahora! ¡Sácalo! , ordenó a gritos, una de las pastoras de la Iglesia Manantial de Vida, en Bogotá. Las luces, el escenario, las cuatro pantallas gigantes. Anulamos, señor, toda maldición sobre nuestros niños. En el nombre de Jesús de Nazareth, ¡fuera! Remadama Shibiribicoa, habló en lenguas la pastora. Habló en lenguas porque habló con Dios. Hoy anulamos toda potestad de abuso sexual, de violación. Ordenamos que salga de Colombia. Remadama Shibiribicoa. El bajo, el bombo, la música. ¡Fuera bi-sexua-lismo! ¡Fuera homo-sexua-lismo! Tú que tienes tus hijos en casa comienza a nombrarlos.

David, Julieta. David, Julieta. David Julieta. El hombre cayó de rodillas con los brazos abiertos. El bombo, el bajo, la música. Remadama Shibiribicoa. ¡Fuera espíritu inmundo! Diablo, no tienes poder sobre nuestros niños. Quita de ellos tus garras. Las luces, las pantallas, la pastora de un lado a otro en el escenario. Chaleco blanco, gafas con marco rosado y pelo rubio. David, Julieta. David, Julieta. David, Julieta. El hombre tembló y los músculos de su cuello se hicieron relieve. Remadama Shibiribicoa. ¡Fuera homo-sexua-lismo! Nuestros hijos se casarán bien. El bombo, el bajo, la música. La pastora de un lado otro. Remadama Shibiribicoa. ¡Fuera de nuestra nación!

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De rodillas, el hombre lloró. Yo lo vi.

Al apóstol Eduardo Cañas le habló Dios. Lo llevó al Tejar, en el sur de Bogotá, y le dijo que iba a ganarse el barrio. Luego, mientras oraba, le dijo que se ganaría la localidad, la ciudad, el país y ahora, después de los resultados del plebiscito el pasado 2 de octubre, el mundo. No siempre fue un apóstol. Para ser apóstol hay que prepararse, explica en la contraportada de sus libros. Teología Ministerial en el Concilio de Asambleas de Dios de Colombia, Maestría en Biblia en el Instituto de Superación Ministerial (ISUM), y dos doctorados, uno en Divinidades en The Visión International University, California, y otro en Teología en la Universidad Cristiana. También hay que estar casado. El apóstol lo está con la profeta Fulvia Arboleda de Cañas y juntos fundaron la iglesia cristiana Manantial de Vida en 1975.

Manantial funciona por parejas. Los Cañas son sus líderes máximos, pero hay más: los Díaz, los Sinisterra, los Murillo. Defienden la familia y esa es su base. Reúnen a sus fieles en grupos de veinte o más personas que estudian la Biblia y aprenden las enseñanzas de Jehová. Cada grupo tiene un líder que guía a los demás, y un anfitrión, que presta su casa para la reuniones. Se dividen, también, en Ministerios: uno infantil para enseñar la palabra de Dios a los niños, uno de jóvenes para orientar a los adolescentes y universitarios, uno de padres espirituales para formar a los nuevos creyentes y hasta uno de alabanza para cantar y bailar en los cultos.

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Las bailarinas brincaron por última vez, abrieron los brazos y salieron dando giros con un pie atornillado al piso. El escenario, las luces. El bajo, el bombo, la música. Gracias, mi señor, repitió el coro una y otra vez. Sólo los hombres, sólo las mujeres, todos al unísono. Gracias, mi señor. Gracias, mi señor. La trompeta soltó un bramido heroico y entre aplausos apareció Eduardo Cañas, el apóstol. Sesenta y nueve años, canas, pantalón vinotino y chaqueta negra de cuero. Batan las manos y que los cielos se abran para nuestra nación, le dijo a su pueblo. ¡Batan las manos que ha ganado el NO, que ha ganado Colombia!

El piano, melancólico y terco le robó al coro su melodía: gracias, mi señor. Gracias, mi señor. Ha ocurrido un milagro y el Gobierno creará una comisión especial para atender a la iglesia cristiana. El apóstol habló entre pausas. Habló lento, habló enfático. Sus fieles se sentaron en un silencio ceremonioso, solemne, sagrado. Podremos negociar con el Presidente lo que nosotros queremos, dijo. Que la familia sea como Dios ordenó. ¡Alguien diga amén!, exigió con los brazos abiertos. ¡Amén! gritó la multitud. Que los pastores víctimas del conflicto sean incluidos en los acuerdos. ¡Amén! ¡No los oigo! ¡Amén! Que se respete la libertad religiosa. ¡Amén! ¡Ganó Dios! El bajo, el bombo, la mú sica. El escenario, las luces, los fieles otra vez de pie. ¡Ganó Dios! El coro en su línea: gracias, mi señor, Gracias, mi señor. ¡Ganó Dios! ¡Ganó Dios! ¡GANÓ DIOS!, gritó el apóstol por encima de todos. La trompeta heroica, las bailarinas. ¡Ganó Dios!

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Amén.

La iglesia de los Cañas tiene un colegio de 1000 estudiantes que ocupa los primeros puestos en las pruebas del ICFEX, 20 emisoras que suenan en Bogotá, Manizales, Tunja, Pereira y Valledupar, entre otras ciudades. Tiene libros, cursos, un canal online y 20 sedes en todo el país, incluida la de Bogotá, en la que caben 12 mil personas. Allí realizan sus cultos cada domingo: a las ocho, a las diez, a las doce y a las dos. Los pastores se turnan las intervenciones y cada uno habla de un tema en específico. El apóstol y la profeta aparecen sólo en vigilias especiales. El viernes pasado, celebraron una para agradecer el milagro del NO. Porque ese, según dijo el pastor Fernando Díaz, fue un milagro. Las encuestas daban por ganador al SÍ, pero Dios obró y trajo la salvación. Díaz dice que no estuvo mal haber hecho campaña entre los votantes. Que en la Biblia está escrito que todos los líderes tienen la obligación de orientar a su pueblo, y más aún si los acuerdos incluyen amenazas terribles como ideologías de género y doctrinas comunistas.

Aunque es cierto que Manantial de Vida apoyaba al presidente Juan Manuel Santos en las elecciones del 2010, la historia es mucho más larga. La iglesia de Cañas se quedó sin representación en el Congreso cuando el escándalo de la parapolítica disolvió los partidos de los cristianos y evangélicos. Roy Barreras y Luis Carlos Restrepo, el entonces presidente del Partido de la U, prometieron apoyar sus proyectos sobre la familia y sobre tratamiento tributario favorable a cambio de que se unieran a la bancada uribista. Manantial y otras agrupaciones de cristianos aceptaron seguir a Santos cuando todavía era el candidato de Álvaro Uribe. Después, cuando este último creó el Centro Democrático, Cañas se fue con él.

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Su campaña por el NO puede resumirse en dos motivos: la guerra contra la supuesta "ideología de género" que promovía los acuerdos, y que no era nada distinto que un enfoque que defendía el que "hombres, mujeres, homosexuales, heterosexuales y personas con identidad diversa participen y se beneficien en igualdad de condiciones de lo pactado en la Habana", según explicó numerosas veces el gobierno. Por otro lado, Manantial nunca ocultó su animadversión a la ideología de la guerrilla, hasta el punto que el viernes pasado, sus pastores aseguraron sin mayor prueba que las Farc habrían aprovechado las zonas veredales en las que debían concentrarse para adoctrinar a los campesinos con ideas marxistas-lenininstas.

La celebración de este viernes no tenía pocos motivos. Según algunos cálculos del senador Roy Barreras, en entrevista con la BBC, unos dos millones de cristianos —evangélicos y católicos— votaron por el No a los Acuerdos de Paz. Los resultados ubicaron a pastores como Cañas en un nuevo y elevado punto del mapa político colombiano. Tanto, que la semana pasada, el presidente Santos no tuvo más remedio que recibir a 14 de ellos en el Palacio de Nariño.

El hombre que lloró ha vuelto a azotar el aire con sus puños. Una mujer que pisa los setenta años levanta una bandera blanca que dice Jehová. Las bailarinas saltan con los pies juntos y el coro gesticula con violencia. Cantaremos de tu gran amor, de tu misericordia señor. Las luces, el escenario, las cuatro pantallas gigantes. Cantaremos de tu gran amor, de tu misericordia señor. ¡Digan: se va toda ideología de género!, pide el pastor de turno. ¡Digan: se va, la injusticia, la mentira! ¡Se va de la mente de nuestros gobernantes! Una centena de hormigas me baja de los hombros a la punta de los dedos. Un millón de abejas me zumba en los oídos.

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El bajo, el bombo, la música. El hombre que lloró salta siguiendo las bailarinas. La mujer de la bandera repite los pregones del pastor con devoción piadosa. Las luces, el escenario, las cuatro pantallas gigantes. Una niña con botas de lluvia baila en círculos a mi alrededor. Oh ramahishitara masaia . El pastor habla en lenguas. Habla con Dios. Habla con su pueblo. Busquen al que se ve aburrido, sacúdanlo y díganle: ¡te vas a mover un poquito! El hombre que lloró me agarra por el codo, la niña de las botas se cuelga de mi suéter y la mujer de la bandera me señala con el dedo. ¡Te vas a mover un poquito!, me gritan todos. ¡Te vas a mover!

El bajo, el bombo, la música. Las bailarinas que saltan y el coro que gesticula: cantaremos de tu gran amor, de tu misericordia señor. Oh ramahishitara masaia, recita el pastor. Algo en el pecho me bloquea el aire. Los formas y los contornos se me hacen borrosos. ¡Te vas a mover un poquito! ¡Te vas a mover! Las luces, las pantallas, la mujer de la bandera. Oh ramahishitara masaia. La niña que me jala, las manos que me sudan. Cantaremos de tu gran amor, de tu misericordia señor. Me escurro entre las manos del hombre que lloró y, con cuidado, desengancho la niña de mi suéter. Camino hasta la puerta esquivando bailarines espontáneos que hablan en lenguas como el pastor. El aire me hincha los pulmones y vuelvo a ver con claridad. Oh ramahishitara masaia. Cantaremos de tu gran amor, de tu misericordia señor. Oh ramahishitara masaia. ¡Se va toda ideología de género!

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Escucho. Respiro. Ya estoy lejos.

Laura los recibe en Twitter por acá.