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Música

Ganadores y perdedores del Estéreo Picnic 2014

Después de tres días intensos y de tomarnos un par más para digerir con calma la experiencia, estamos listos para tirar nuestro veredicto.

Foto por Karim Estefan.

GANADORES

La organización

La calidad de un evento de estas magnitudes es directamente proporcional a la de su servicio de baños: ahí se ve la dignidad con la que tratan a sus asistentes. En el caso del Estéreo Picnic, estos fueron abundantes, bien localizados y lo mejor: limpiecitos y sobrados en papel higiénico… apenas para los que decidieron condimentar su experiencia festivalera con un par de burritos. De ahí para arriba, se cumplió la promesa que nos hizo Sergio Pabón, director el festival, durante la entrevista que sirvió como abrebocas para un evento que, durante sus tres días de actividad y a pesar de la lluvia que atacó durante los dos primeros, recibió cerca de 50 mil personas. Desde la entrada hasta la salida, la producción fue en efecto de primer nivel, cuidadosa en los detalles, diversa en la oferta musical y generosa en la lúdica,  gastronómica, y hasta en aquello que llaman el “mercadito hippie”, un espacio que da la oportunidad a empresarios independientes de todo tipo de ofrecer sus productos al público visitante. Innovadora en muchos sentidos (carpa de Lost & Found, servicio de Tappsi a la salida y hasta una aplicación móvil con actualizaciones minuto a minuto para los asistentes), la experiencia festivalera fue grata incluso para los que no fueron, pues el cubrimiento que hizo el festival desde sus redes fue mejor que el de cualquier medio. El arbolito sin duda se creció, lo cual solo puede significar buenas noticias. Para la próxima edición: boletas más baratas para que más sean los que puedan vivir este  espectáculo.

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La nostálgicos de los noventa

Todos aquellos que tuvimos la buena o mala suerte de adolecer durante esta década, recibimos un banquete musical exquisito con cuatro gigantes que, desnudos y libres de toda pirotecnia, armados sin otros argumentos que los de un feroz directo y una justa revisión de sus catálogos, llegaron para cantarnos sus canciones y, de paso, recordarnos capítulos enteros de nuestra biografía. Los Cadillacs, Nine Inch Nails, Pixies y los Peppers estallaron en el Estéreo Picnic. Tres de ellos, entre nuestro top de favoritos.

NIN

La noche del jueves, Trent Reznor llegó a Colombia para pagar una deuda que tenía pendiente con unos cinco o seis mil, porque no creo que hayamos sido más los que lo vimos por primera vez en el país. Desde canciones de su primer disco, aquel Pretty Hate Machine del 89 hasta cortes del Hesitation Marks del 2013, el hombre presentó puros diamantes en versiones actualizadas y en un show que, desvestido de su montaje habitual de pantallas móviles, cámaras Kinect y demás trucos de ilusionista, se apoyó en su músculo más fuerte: la potencia y versatilidad de su banda. Una sola banda con múltiples encarnaciones en escena (desde la del rock más corrosivo hasta la del funk post apocalíptico, pasando por el ensamble industrial de techno hasta el del más desgarrado hip hop del futuro) que, en efecto, demostró que todo lo que se dice de ella es cierto: no solo es la más impetuosa en vivo, sino que quizás también sea la más avanzada en términos de producción de estudio. Aunque nos quedó debiendo “Hurt”, Reznor cantó un par de inesperadas como “Burn” (que, sorpresivamente, tuvo que repetir luego de un arranque en falso). Momento épico: cuando cantó "Beside you in time" solo en el piano.

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“You think I'm dead, but I sail away… on a wave of mutilation” -Pixies.

Foto por Diego Vega.

Pixies

Justo cuando muchos habíamos perdido la esperanza de verlos por aquí, los Pixies presentaron un concierto memorable que llegó directo al corazoncito. Y aquí, por favor, permítanme lo cursi. En lo personal, durante un concierto, es hermoso volver atrás la película y viajar hasta ese momento en que conectaste con esa banda que, muchos, muchos años después, por fin estás viendo en vivo. Ese casete de “Varios” de tu hermano mayor en el que sonaba “Wave of mutilation”. Ese profesor de música de primaria del colegio que en 1992 te enseñó a cantar “Debaser”. Esa navidad en la que, de regalo, recibiste por fin el CD con esas canciones: el Doolitle. Es bonito tener a esa banda de frente, finalmente, con ese calvo hermoso aullando esas canciones que son recuerdos, y entender que quizás gracias a ella eres lo que eres. Lo de Pixies el sábado produjo escalofríos. Aplaudirle, fue agradecerle por lo vivido.

Los Cadillacs

Heredera del legado de The Clash (como lo evidenció en la versión de "Guns of Brixton" que cantó su capitán Flavio), esta orquesta argentina que durante los noventa y primeros dos miles supo derrumbar fronteras entre géneros para conectar a muchos diferentes en torno a sus himnos rebeldes y mestizos, llegó el sábado para cantarlos uno tras otro y durante casi dos horas seguidas. El momento de la noche: hacia el final de “Mal bicho”, cuando Vicentico nos hizo arrodillar, hacer un examen de nuestros fantasmas colectivos y exorcizarlos con el grito: “¡Yo no voy a la guerra, a la violencia, a la injusticia ni a tu codicia!”. Ahí, en medio de ese coro de miles, entendimos finalmente en qué fue que consistió esa revolución que tanto proclamaban: que la vida se trata de resistir, juntos y alegres, a las calaveras y a los diablitos.

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Los fanáticos del “indie”

Con las presentaciones de Phoenix, Vampire Weekend, Savages, Cut Copy y Empire of the Sun, los locales pudieron vivir por fin su mini Coachella y presenciar, en vivo, algunos de esos actos que, según nos lo repiten por ahí a diario, se supone que salvan nuestro mundo. Los Phoenix, que durante muchos años fueron la banda de apoyo de Air, hicieron honor a su escuela meticulosa y entregaron un directo fiel al sonido de sus discos. Siendo una de las más esperadas del cartel, encendieron a los cerca de 10 mil que tenían al frente con sus jingles tecnicolor, sus transiciones paisajistas y sus visuales de mundos paralelos. Cut Copy y Vampire Weekend también se hicieron sentir, con carpa llena, aunque en términos de euforia jamás en dimensiones comparables con los primeros. Parte de la poderosa camada australiana que hace algunos años se toma el mundo con un rock electrónico innovador, Cut Copy vino por tercera ocasión a Colombia, pero esta vez poseído por el feeling de su nuevo disco, el Free Your Mind, que es igual colección de clichés houseros del 89 como mantras psicodélicos hippies. Vampire Weekend, por su parte, planteó innovaciones estilísticas con un rock medio africano, por momentos hasta champetúo, que puso a la gente a saltar. Y mucho. De toda esta generación de importaciones "indie" con inmaculados performances en vivo (Cut Copy es quizás el que presente un directo menos pulido en términos de sonido), las Savages, quizás, se convertirían en la máxima revelación del Estéreo Pinic. Con un ataque certero y frontal de rock ruidoso, oscuro y agresivo, fiel a la tradición post punk con la que crecieron, el cuarteto de chicas de Londres dejó silenciado al público. Dueñas de un lamento solemne, elegante por fuera pero roto por dentro, por momentos parecieron un The Horrors femenino. En cuanto a Empire of The Sun, merece su propio parrafito…

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"Like a riot, like a riot, oh!" -Phoenix. Foto por Diego Vega.

El show de Empire of The Sun 

Sin lugar a dudas, estos australianos dieron el show más contundente de todos los tres días. Y hablo de show como la puesta en escena, no solo de un performance musical, sino de un universo de fantasía. Una trama dramática en donde nada es gratuito y, al contrario, todo (escenografía, luces, humo, bailarines, videos, coreografías, atuendos, canciones, líricas, personajes y efectos) hace las veces de elemento narrativo para contar una historia que, en este caso, es la mitología de un par de emperadores medio alienígenas que, a la Ziggy y otros tantos mesías pop, han venido entre los hombres a salvarlos, regresar el poder a sus manos (“We are the people”) y recordarles que el secreto está en celebrar la vida (“Alive”). No en vano sus canciones suenan a himnos de la victoria. Lo suyo: es la realización de una utopía.

El EDM

El Estéreo Picnic de este año brilló con un cartel vistoso coronado con nombres de primer nivel de una movida bautizada como "Electronic Dance Music": un renglón que, hoy por hoy y luego del largo reinado del hip hop, se ha coronado al interior de la industria de la música global como el más lucrativo. Por lo mismo, para el festival, traer a nombres de alcance masivo como el del ex Swedish House Mafia Axwell o el de Tiësto, fue una movida estratégica que, por demás, le significó también un arma de doble filo: por un lado, porque le pudo costar la pérdida de su esencia “alternativa”, pero por el otro, porque le garantizó unos ceros de más en boletas que bien pudo invertir en traer a actos como Savages, que no muchos conocen pero que contribuyen a mantener su estatus, y claro, que le sirven para pagar los costos del evento y eventualmente hacerse unos pesitos. Una apuesta riesgosa que al final probó ser efectiva, a decir por los miles de fieles que peregrinaron el sábado a los pies de DJ’s como el holandés, que luego de una seguidilla de chispún aletoso que incluyó a Zedd, a los chilenos Raff vs Bitman y hasta al viejo residente del legendario club bogotano Cinema, Gerdard, cerró el festival con un acto que, por demás, podría entenderse como la payola más costosa del mundo, y es que, sin muchos pudores, lo de Tiësto no es sino una mezcla neo-trancera de remixes pop del momento. ¿Le pagarán las disqueras por sonar a sus artistas?

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Los gipsy punkies 

Los soldados de la milicia anarco gitana tuvieron con Gogol Bordello su más intenso mitin político. Apoyada en consignas emitidas en español atropellado como  “Queremos romper fronteras para compartir ideas de comunidad”, la banda supo calentar la fría noche del sábado con un coctel molotov de gipsy, punk, dub y en fin… una papayera hiper ecléctica nacida en Nueva York pero con raíces en Europa del Este, avidada por el espíritu delirante de Eugene Hütz, un frontman que, fácil, podría ser uno de los más explosivos en escena.

El vestido de Li Saumet

Celia meets El Cole, ¿no? ¡Genia!

"¡Caribbean power… elegancia tropical!" -Bomba Estéreo. Foto por Diego Vega.

Por supuesto: John Frusciante

Luego de padecer por aquí en Vice una trolleada histórica por haber afirmado que el guitarrista de los Peppers era aún el legendario John Frusciante y no Josh Klinghoffer, quien lo reemplazó hace algunos años, el hombre tuvo una notable alza en el mercado de valores el domingo. Ese día, las redes sociales locales fueron inundadas por una avalancha de menciones en donde el gran ganador fue él y nosotros, merecidamente, el gran chiste. En fin, eso sucede. En todo caso aprovechamos estas líneas para pedir disculpas por la burrada que cometimos. Y si quieren seguir con el chistecito: usen la etiqueta #vicependejos.

Y claro… los dealers

Para la próxima edición la organización debería considerar darles un stand… y grande, porque sin duda los manes se hicieron su billetico y desde la entrada hasta la salida del potrero acecharon a los asistentes con su no tan discreta oferta de: “creepy, ácidos, perico…”.

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PERDEDORES

Algunos locales que abrieron

Muchos de los actos locales de apertura (que, por demás, conformaron el grueso del talento nacional presente), perdieron durante esta edición del Estéreo Picnic. Y esto no significa que lo hayan hecho porque sus shows hayan estado flojos: para nada. Dignos, ellos se subieron al escenario e hicieron lo que ensayaron durante meses para darle a la gente, poca o mucha, el show de sus vidas. Sin embargo, a pesar de que lo cantamos previamente y por lo mismo invitamos a apoyarlos, algunos de ellos se vieron deslucidos por la falta de público y por una producción que apenas les paró bolas. El caso más escabroso de todos, sin duda, fue el de la banda bogotana Oh La Ville, que tocó a puerta cerrada y frente a un auditorio vacío, pues la organización aún no había habilitado el ingreso del público para la hora de su concierto. Una imagen triste, pero sobre todo, diciente. Una historia que, en el marco del festival, parece repetirse año tras año (en el 2013 con Meridian Brothers, en el 2012 con La Mákina del Karibe… etcétera) y que tiene como principales perjudicados a los locales, sobre todo a los emergentes. ¿Qué pasa ahí, Estéreo Picnic?

"Olvidando el fuego muere de dolor". -Monsieur Periné. Foto por Diego Vega.

Monsieur Periné

Pero no solo los nacionales más chicos pierden. También salió afectada una gigante de la escena que, a pesar de su talla y recorrido, durante su presentación del viernes se vio tan enredada en problemas técnicos que dolió verla desmoronarse, lenta e impotentemente, frente a su público de miles. Claro, existen contratiempos y más en este tipo de eventos, pero ese nivel de descuido por parte de la producción del festival es impresentable. Por ahí a Bomba Estéreo también le fallaron con las condiciones de video, lo que arruinó el plan que la banda de Li tenía de grabar su show. Aquí resulta inevitable una pregunta, y es: ¿le pasarían estas cosas a los Peppers?

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Los patrocinadores

Si bien está claro que en Colombia es imposible sacar adelante un evento de estas dimensiones sin el apoyo del sector privado, una cosa muy distinta es que, sin ningún pudor, las marcas conviertan el mismo espacio que hacen posible en una extravagancia de centro comercial en día de liquidación. Estábamos advertidos, sí, pero nunca imaginamos que la contaminación corporativa fuera a ser tanta ni tan agresiva durante el festival. ¿Cómo es posible que durante el coro más intenso de Nine Inch Nails, probablemente durante el de “March of the Pigs”, un combo barato de hombrecillos forrados en una truza azul me haya acechado con pasitos tun tun para invitarme a bailar con ellos? ¿Uno ahí, en plena terapia clínica, y llegan estos saltimbanquis a arruinarle el momento? No se vale. Y es que, siendo honestos: ¿qué experiencia estaba libre de marca durante este Estéreo Picnic? Aparte de la de ir al baño: ninguna. La verdad, las marcas hicieron del festival un bazar, con todo y piscina de pelotas. Y claro: si bien muchas de sus activaciones contribuyen a cumplir aquella promesa original de que es un evento que “va más allá de la música”, aún creemos que es posible que un producto se exprese de manera decente, digna y respetuosa. Para el futuro, pedimos prudencia a sus gerentes. Y astucia. Que no olviden que cuando todos gritan al tiempo, nadie se escucha. Y sobre todo: que no vamos a oír su gritería. Vamos a oír música.

Zoé y los demás representantes del “rock” hispanoamericano

El éxito de la presentación de una banda en un concierto de este tipo es, inevitablemente, proporcional al volumen y duración de los gritos y aplausos que genere en el público. Y a decir por esto, Zoé, una vez más, no despertó mucha histeria entre el repetable. A la organización: sabemos que los mexicanos son de sus afectos, pero la verdad es que ya les dieron el chance y varias veces en cuatro años (dos a la banda y una al proyecto solista de su cantante). Para las próximas 18 ediciones, por favor, ahórrense a León Larregui. Y en cuanto a los otros dos exponentes del “rock” hispanoamericano que presentaron, Babasónicos y Dorian, tampoco pasó mucho que digamos. El primero, dio el mismo concierto de hace 10 años en Rock Al Parque, con una misma y tediosa canción de una larga hora de duración. Y el segundo: ¿quién es? ¿Un grupo español liderado por un cantante desafinado que invita al público a cantar canciones que no se sabe y que para animarlo, le tira frases tan fuera de lugar como “¡Bogotá: canta por Barranquilla, por Cali, por Bucaramanga!”? Por favor. Propongo que para la próxima edición el festival se conecte un poco más con la escena musical que está definiendo al continente en la actualidad, con un espíritu que, quizás, tiene mucho menos de “rock” gringo o británico que de exploración de nuestras propias y complejas identidades, y que, curiosamente, tiene en la nueva escuela colombiana a su frente más brillante, más vigente y más fogueado a nivel mundial. ¿Para cuándo un Puerto Candelaria bien pagadito y en este horario? ¿Un Herencia de Timbiquí? ¿Un Velandia? ¿Mucho pedir?

Todos los usuarios de celular que no tenían cuenta con el patrocinador principal del evento

Porque, curiosamente, todas sus redes se cayeron…

Los que llevaron carro

Porque a la entrada y a la salida tuvieron que padecer largas horas de espera. Los que salieron al final del evento el viernes, por ejemplo, tuvieron que aguantar hasta dos horas para ponerse en marcha. ¿Y a quién echarle la culpa? Pues a ellos mismos, porque se les advirtió desde el comienzo que el tema del carro iba a estar difícil y por lo mismo, se les ofrecieron varias alternativas de transporte. Sin embargo, vale la pena decir que no porque haya un festival de música en la 222 la ciudad tiene que sufrir el colapso de dos de sus arterias principales hacia el norte. Hacia el futuro: ¿cuál es el plan y de qué manera compromete a la organización?