¿Por qué pintar mandalas se convirtió en una especie de terapia?
Ilustración por Natalia Mustafa Sanín.

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¿Por qué pintar mandalas se convirtió en una especie de terapia?

Tres expertos de tres disciplinas diferentes nos cuentan cuál es la gracia de esta actividad.

En mi último cumpleaños me regalaron un libro que se llama CalmaArte terapia: libro para colorear. Se trata de un compilado de más de 30 dibujos de animales y objetos con figuras geométricas en su interior y un mensaje desde la primera página que dice: "Colorea y dibuja para estar en calma".

Estos libros son populares: desde estantes en las mejores librerías hasta tirados encima de tapetes en un andén de Bogotá. El boom ha cogido fuerza.

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Pero, ¿qué son los mandalas y por qué hemos visto que son recomendados por los médicos para que uno se relaje?

En primer lugar, los mandalas son representaciones artísticas circulares que se componen de figuras geométricas alrededor de un centro. Dichas figuras, llenas de colores escogidos subjetivamente por el dueño del dibujo, tienen una gran variedad de significados. Se dice que su origen proviene de los monjes tibetanos, quienes pintaban grandes mandalas con arena de colores para luego borrarlas apenas eran finalizadas. En otras palabras: dejar ir lo que costó mucha dedicación.

Patricia López, coach de vida especializada en bitácoras y mandalas, afirma que son figuras geométricas que para nosotros representan algo que ya conocemos. "El mandala se conoce como una figura arquetípica: una información que ya tenemos dentro de nosotros, porque viene con el ser humano, desde sus células. Por eso lo concebimos como un espacio seguro y conocido", afirma.

En segundo lugar, se trata de representaciones que han ayudado a personas de todo el mundo para llegar a un nivel específico de concentración y, con eso, mejorar ciertos aspectos de la vida. Tan populares se han vuelto por las recomendaciones de algunos médicos, que son un best seller en las principales librerías de Colombia.

Según La librería Lerner, una de las más tradicionales de ese país, hay alrededor de 70 libros distintos de mandalas de todo tipo: desde tradicionales a unas de Game of Thrones. De esos, se venden unos 10 semanales, por lo menos en la librería del centro de Bogotá.

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Después de ver que no se trata únicamente de un regalo bonito que me ayuda a relajarme, quise descubrir por qué ahora colorear, además de ser una moda como cualquier otra, tiene un significado que va más allá de lo que vemos en el papel.

El estudio de las mandalas se le atribuye comúnmente a la teoría de la psique humana de Carl G. Jung, un psicoanalista suizo, discípulo de Sigmund Freud. En su libro Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, al contemplar o dibujar mandalas se genera una relación entre el individuo y el mandala en la que se puede abarcar tanto el consciente como el inconsciente. De esta manera, tenerlas como pasatiempo puede ayudar a personas con estrés postraumático y síntomas depresivos brindando calma y tranquilidad.

Un estudio publicado en ERIC (Education Resources Information Center o Centro de recursos de Educación, en español) sobre la efectividad de actividades artísticas para reducir la ansiedad, escrito por Nancy A. Curry y Tim Kasser, dice que colorear mandalas tiende a ser la actividad que más puede reducir la ansiedad.

De hecho, en dicho estudio se realizó un experimento: 84 estudiantes de arte (55 hombres y 29 mujeres) fueron solicitados para participar en diferentes actividades. La primera, consistió en recordar a los estudiantes episodios de su vida en los que presentaran niveles de ansiedad altos, para luego separarlos en grupos y entregarles un papel con un mandala (primer grupo), una figura irregular (segundo grupo) y una hoja blanca de papel (tercer grupo) para colorear por veinte minutos.

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Después de preguntarles a cada uno de los estudiantes su nivel de relajación, se dieron cuenta de que los mandalas lograron reducir la ansiedad considerablemente, seguidas por el dibujo irregular. Finalmente se determinó que el dibujo en blanco podría causar confusión en los participantes, por lo que no demostraron reducción de ansiedad. Así, lo más recomendable para este fin sería colorear un patrón ya determinado. Y los mandalas cumplen esa labor, pero como lo haría cualquier patrón para dibujar.

Según Patricia López, una coach de vida cuyo libro se enfoca en colorear mandalas con un propósito de liberación y meditación, un proyecto como este hace que la persona se concentre tanto que, además de reducir su ansiedad, puede llegar a un estado que logra conversar con el subconsciente.

"Cuando nosotros somos orden, (el orden que proveen los mandalas en nuestra psiquis) podemos acceder a estados meditativos, a llegar al estado alfa. Ahí no hay otra opción además de la relajación", me dijo cuando me comuniqué con ella.

Para Gabriel Niño, médico bioenergético, colorear mandalas es muy útil pues generan una energía que se puede canalizar de diferentes formas. "Hay mandalas que generan paz y tranquilidad, hay otras que generan armonía. El hecho de pintar las figuras y los colores, hace que este acto sea una forma de meditar. Y meditar no es fácil, porque la meditación es una búsqueda para generar cero pensamientos. En este caso, el mandala atrae tanto tu atención que logra que no tengamos pensamientos externos. Tu atención se enfoca solamente en eso", afirma.

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Sin embargo, según él, el hecho de que los mandalas se hayan comercializado contradice las tradiciones tibetanas. Dice que en oriente, hacer mandalas puede durar días, pues están hechas en arena. Luego, después de días de esfuerzo, dedicación —y meditación— los monjes tibetanos borraban sus creaciones. Esto demostraba desapego a lo material. "Pero como acá somos más materialistas, debemos tener los libros y hacer otro proceso. Lo ideal sería colorear la mandala y regalarla, quemarla o botarla", afirma.

Por su parte, Juan Daniel Gómez, Neuropsicólogo, profesor de neuropsicología en la Universidad Javeriana de Bogotá, dice que pintarlos produce un efecto de catarsis, porque es fácil y lindo o estético, por sus figuras y colores. Y que, de esta manera, al experimentar un proceso estético que nos hace sentir cosas, accedemos a nuestro Qualia.

(Según un estudio de la Universidad Nacional de Colombia, llamado Conciencia, cerebro y neurociencia: Parte II: La relación qualia, conciencia fenoménica,"el término qualia es el término filosófico con el que se designan estos aspectos subjetivos o fenoménicos de nuestras experiencias, las cuales son los elementos constituyentes de la experiencia consciente, de la conciencia fenoménica".)

De manera que lo que uno hace cuando ejecuta algo que no corresponde a la lógica clásica, como interpretar un chiste o un cuadro —un acto creativo, en últimas—, es acceder a la estructura fina del universo. "Lo que tú haces cuando pintas un mandala es acceder a la estructura fina del universo en tu sistema nervioso. Por eso, opino que, en vez de hacer campañas de prevención contra el consumo de drogas, deberíamos sollarnos con un mandala", me dijo cuando lo contacté.

Lo que sí es claro es que el mismo hecho de dibujar puede relajarnos sean mandalas o no. Pero más allá de lo que implica la simple concentración de mezclar colores y figuras en un círculo, puede llevarnos a experimentar con nuestra relajación.

Así que, ¡a pintar mandalas!