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Nadie quiere que sepas cómo es la situación real de Fukushima

Al día, casi 80 mil galones de agua contaminada se fugan al Océano Pacífico desde el accidente en la planta nuclear.

El mes pasado, cuando la Empresa de Energía Eléctrica de Tokio (TEPCO) anunció que seguiría con su plan de construir un "muro de hielo" alrededor de los reactores averiados de la planta de energía nuclear de Fukushima Daiichi, parecía un retroceso. En junio, la compañía encargada de desmantelar la planta, destrozada por el tsunami del 2011, indicó que su primer intento de instalar una estructura similar había fracasado. Los tubos eran aparentemente incapaces de congelar la tierra, a pesar de ser llenados con una solución química de -22 grados Fahrenheit de temperatura.

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Algunas técnicas similares han sido usadas exitosamente para construir túneles subacuáticos y pozos de minas. Pero el doctor Dale Klein, un ingeniero y experto en política nuclear, no está seguro de que produzca los mismos resultados en un proyecto de esta magnitud. Él dice que aunque congelar la tierra alrededor de los reactores 1 al 4 puede ayudar a contener el agua que está siendo usada como enfriante, hay poco conocimiento técnico sobre cómo las fuentes naturales de agua que rodean la planta podrían reaccionar. "No sé cómo el agua, cuando baja de las montañas hacia el océano, se va a mover alrededor de esa barrera helada", dijo en una entrevista con VICE.

"Pero tiene que ir a algún lado", continuó. "Es un sitio complicado y problemático, y no sé si ellos entienden aquello completamente".

Es preocupante oír dudas de alguien como Klein, cuyo campo de experticia va desde la política a la pedagogía. Fue nombrado como director de la Comisión Regulatoria Nuclear de los Estados Unidos por el presidente Bush en 2006 y, después de renunciar en 2009, sirvió como comisionado de la organización en 2010. Ahora, junto con su cargo de director asociado del Instituto de Energía en la Universidad de Texas, hace parte del panel internacional de consejeros de TEPCO y visita Japón entre tres y cuatro veces al año para trabajar con el equipo oficial mientras tratan de conducir un esfuerzo ad hoc de limpieza.

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Más allá de la falta de voluntad de TEPCO de considerar otras soluciones, la crítica central de Klein sobre la compañía está basada en un tema repetido incontables veces desde el terremoto y subsecuente tsunami: una sospechosa falta de interés por mantener al público informado.

"Cuando los rumores empiecen a circular, TEPCO necesita salir y decir esto es lo que sabemos, en vez de quedarse en silencio", dijo Klein. "Dan la idea de que están cubriendo algo, cuando la verdad es que no lo están haciendo".

Pero es difícil dar el beneficio de la duda a TEPCO cuando la desinformación, las mentiras y un acercamiento escaso a la cultura de la seguridad han sido centrales en este lodazal desde antes de los desastres naturales. Mientras es poco constructivo hacer señalamientos en época de crisis, no ha valido de nada que TEPCO haya sido reprendida por el Gobierno japonés, científicos internacionales, organizaciones pacifistas, medios internacionales y activistas pro y anti nucleares por su falta de voluntad de dar a conocer detalles claves en un momento en el que son desesperadamente necesarios. A la par con la radiación no mitigada, y que sigue regándose en aguas del Océano Pacífico, esto ayuda a explicar por qué un panel judicial japonés anunció a finales de julio que quiere acusar a los ejecutivos de TEPCO.

Esta negligencia puede ser rastreada en el derretimiento de la planta de Fukushima. Solo tres meses después de que la planta fue destruida, el Wall Street Journal sacó un reporte producto de una docena de entrevistas con ingenieros de TEPCO diciendo que sus operadores sabían que algunos reactores no podrían soportar un tsunami. Desde la construcción de la planta de Daiichi a finales de los 60, los ingenieros han buscado maneras de refortificar los reactores en riesgo, pero estas peticiones fueron negadas debido a las preocupaciones por costos de renovación y una falta de interés en mejorar lo que ya había en el momento, una planta que funcionaba. En 2012 llamó la atención que una de las costosísimas medidas era el uso de cinta aislante para sellar tubos con fugas al interior de la planta.

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Un año después del reporte del Wall Street Journal, TEPCO anunció que la catástrofe de la planta de Daiichi había emitido 2.5 veces más radiación en la atmósfera de lo que se había estimado. Se le achacó la culpa a los sensores de radiación rotos alrededor de la planta, y en el mismo comunicado, la empresa afirmó que el 99 % de la radiación total emitida por la estructura ocurrió durante las tres últimas semanas de marzo de 2011. Esta última parte resultó ser falsa. Un año después, en junio de 2013, TEPCO admitió que casi 80 mil galones de agua contaminada se habían fugado al Océano Pacífico cada día desde el accidente. Al día de hoy, esa fuga continua.

Este año es el tercer aniversario del desastre, pero nuevos informes de malos manejos e incrementos en niveles de radiación comienzan a salir a la luz. En febrero, TEPCO reveló que fuentes de agua subterránea cercanas a la planta de Daiichi, y a 24 metros del Océano Pacífico, contenían 20 millones de becquereles de Estroncio-90 (peligroso elemento radiactivo) por galón. Un becquerel es una emisión de radiación por segundo. Incluso si el límite aceptado internacionalmente de contaminación por Estroncio-90 fuera de 120 becquereles por galón, estas mediciones fueron ocultadas de la Autoridad de Regulación Nuclear del Japón por casi 4 meses. Como respuesta, la agencia censuró a TEPCO por carecer de "entendimiento fundamental de las medidas y el manejo de la radiación".

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El mes pasado, TEPCO dijo a reporteros que catorce arrozales distintos fuera de la zona de exclusión de Fukushima estaban contaminados en agosto de 2013, después de remover un gran bloque de escombros de uno de los reactores de Daiichi. Las lecturas fueron tomadas en marzo de 2014, pero TEPCO nunca publicó sus hallazgos hasta cuatro meses después, al inicio de julio, que significa que casi un año ha pasado desde que las emisiones habían empezado a acumularse a peligrosos niveles en la comida más sagrada del país.

La lista sigue, desafortunadamente. Esta es una cuenta escasa de los retrocesos de TEPCO y la escasez de relaciones públicas. Trae muchas preguntas, pero lo que más asusta es: ¿Por qué? ¿Por qué una crisis que gana fuerza como el peor caso de polución nuclear (peor que Hiroshima, Nagasaki o Chernobyl) ha sido disminuida con censura interna? Si la omisión de información no es intencional, como sugiere el Dr. Klein, por qué estas revelaciones no han llevado a un esfuerzo institucional más fuerte para contener los desastres de Fukushima y reducir las chances de que las irregularidades pasen sin ser reportadas?

Cuando le pregunté a la nominada al Premio Nobel de la Paz, la doctora Helen Caldicott todo esto, ella fue ágil en responder: "Porque el dinero es más importante que las personas".

Caldicott era una miembro de la Escuela Médica de Harvard cuando se convirtió en presidente de "Médicos por la Responsabilidad Social", una organización estadounidense de doctores en contra de la guerra nuclear, el cambio climático y otros problemas medioambientales, en 1978. La organización junto con su padre, "Médicos internacionales para la Prevención de la Guerra Nuclear", ganó el Premio Nobel de la Paz en 1985, un año después de que Caldicott se fue.

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En septiembre pasado, Caldicott organizó un simposio en la Academia de Medicina de Nueva York llamado "Las consecuencias médicas y ecológicas de Fukushima", y un libro suyo saldrá publicado este octubre sobre la situación. Su dominio del asunto está cimentado en investigación académica, pero también en su rol de toda la vida como doctora, practicando medicina preventiva en la era nuclear.

"Japón produce partes para reactores nucleares, como contenedores" dijo en una entrevista para VICE. "Han invertido fuertemente en poder nuclear, a pesar de que tienen acceso a energía renovable nueve veces más que Alemania".

Aunque Caldicott dice que lo que separa a Fukushima de Chernobyl es la fuga continua de material radiactivo, en sus ojos ambos están unificados por el esfuerzo institucional de no levantar el velo. "El Gobierno japonés se tomó tres meses para decirle al mundo que han habido tres derretimientos, incluso aunque hubieran tenido lugar en los primeros tres días", dijo ella. "No están probando los alimentos de manera rutinaria. De hecho están cultivando comida en áreas altamente radiactivas, hay historias de que mucha comida radiactiva está siendo enlatada y vendida a países del tercer mundo".

Algunos doctores en Japón se están empezando a preocupar porque están viendo un incremento en enfermedades pero se les dice que no le digan a los pacientes que las enfermedades están relacionadas con la radiación", continua. "Todo por el dinero, punto".

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El dinero al que ella se refiere no está solo en la exportación de partes nucleares o el hecho de que la economía está volviendo a tener lugar sobre la conciencia nacional japonesa. Esto está relacionado con una larga historia de secretos y arreglos que TEPCO ha tenido por años. A finales del mes pasado, un vicepresidente con alta trayectoria de la Compañía de Energía Eléctrica Kansai, que recibe cerca del 50% de su energía de plantas nucleares como Fukushima antes del accidente de 2011, reveló a reporteros japoneses que el presidente de esa compañía había donado aproximadamente USD 3.6 millones a siete primeros ministros japoneses distintos y otras figuras políticas entre 1970 y 1990. La cantidad de dinero que recibían los políticos se basaba en qué tanto intervenían a favor del sector energético y nuclear.

Y si no es dinero lo que está detrás de estos intentos multifacéticos de esconder información sobre Fukushima, es el miedo a la histeria colectiva. Cuando fue revelado que el grupo adjunto a Naciones Unidas llamado International Atomic Energy Association hizo un trato con representantes del Gobierno local en Fukushima para clasificar información que pudiese alterar al público (como especulan ciertos observadores, tasas de cáncer y niveles de radiación), los miedos de civiles de una campaña de encubrimiento salieron del caos asociado con conspiraciones y la gravedad de una situación que cada vez se siente más surreal.

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A pesar de estos esfuerzos, lo suficiente ha salido a la luz. Para agosto de 2014, sabemos que los niveles de radiación alrededor del área de Fukushima siguen en incremento, incluso tras tres años de intentos de contención. Sabemos que los doctores han encontrado 89 casos de cáncer de tiroides en un estudio de menos de 300 mil niños del área de Fukushima, aunque la tasa normal de incidencia de esta enfermedad entre infantes sea de uno o dos por cada millón. Sabemos que los científicos japoneses todavía se niegan a publicar sus descubrimientos en Fukushima por miedo a ser estigmatizados por el Gobierno nacional.

También sabemos que los marineros de Estados Unidos que planearon un esfuerzo de ayuda en Fukushima inmediatamente después del desastre han reportado una mezcla de distintos cánceres, que los monos que viven afuera del área restringida de  Fukushima tienen un conteo inferior de células en la sangre que aquellos viviendo en otras partes del norte de Japón, y que la crítica hecha por International Physicians for the Prevention of Nuclear War, de un reporte hecho por el Comité Científico de la ONU sobre los efectos de la radiación muestran cómo la comunidad internacional subestima los efectos de la crisis.

Sea o no sea el muro de hielo de TEPCO tan exitoso como esperan los ingenieros de la compañía, solo depende del intento. Pero los doctores Klein, Caldicott y otros tienen sus propias ideas de qué debió haberse hecho y qué necesita hacerse en el futuro.

"Quisiera verlos intentar bombas externas para ver si pueden detener el ingreso de agua", dijo el Dr. Klein. Esto implicaría ubicar bombas mecánicas corriente arriba desde las fuentes de agua y que apunten lejos de la planta, para recolectar y contener el agua antes de que pase por los reactores dañados. "Antes de que ocurriera el accidente, estaban pasando alrededor de 27 mil galones de agua al día por el lugar".

"El problema es que TEPCO difícilmente ha invitado a la comunidad internacional a ayudar e intentar solucionar el problema, dice la doctora Caldicott. "Una compañía enorme como Bechtol, de Florida, que hace reactores y tiene muy buenos ingenieros, debió haber sido invitada por el Gobierno japonés para intentar propone un camino para lidiar con esos problemas de una manera ingenieril".

De la misma forma, ella reconoce que no depende solo de Japón, "debería haber un consorcio internacional de expertos mundiales de Francia, Rusia, Estados Unidos y Canadá, uniendo sus cabezas con los japoneses y trabajando en soluciones" dijo Caldicott.

Otros creen que Japón debería mirar al nororiente, hacia el Kremlin. Chernobyl dio a Rusia y Ucrania un nivel de experiencia en el manejo de fallas nucleares que sobresale en el mundo.

Pero incluso aunque los efectos ecológicos de Fukushima siguen siendo debatidos por organizaciones científicas y el público, el doctor Klein quiere alejarse de la conversación para pasar al final del juego. "Quisiera ver una operación completamente segura. Es complicado", admite, "pero necesitamos apoyar el esfuerzo japonés cuando podamos".