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Cultură

No me hablen de sorpresas

"En el mundial de Brasil 2014 Colombia será una sorpresa". Lo han dicho Fabio Capello, Zinedine Zidane y hasta el nefasto Pelé. Por favor: dejen de vender humo.

I lustración por Bleepolar

Nos han dicho que Colombia lo tiene todo para “llegar” sin precisar a qué se refieren exactamente con ese verbo. Pero lo hemos visto casi a diario, en los periódicos, en las noticias, en Twitter: Colombia puede ser sorpresa en el mundial y a mí me entra una mezcla de desconfianza e ira que me hace pensar si es que en realidad lo creen, si tienen intereses comerciales generando expectativas o simplemente consideran a la gente estúpida. Si la gente es estúpida no dudará que, en efecto, el equipo tiene opciones y cuando aparezcan esas opciones entonces ya habrá comprado la camiseta en la tienda y la tendrá puesta esperando que los partidos comiencen. Que celebren, pero que también se preparen, si es el caso, para secarse las lágrimas y decir las frases de siempre: “otra vez será” o “siempre nos hacen falta cinco centavos para el peso”.

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Es raro. Desde Fabio Capello hasta Zinedine Zidane, incluido Pelé (pocos más desacertados que él a la hora de lanzar pronósticos), han aparecido en alguna página para decir que Colombia puede sorprender. Y sus palabras se han replicado como si se tratara del concierto de Miley Cyrus en El Vaticano. Tantas veces lo hemos oído que ya no asombra que alguien lo diga, porque las sorpresas solo pueden ser sorpresas hasta que ocurren y no antes. Si hay una suerte de certeza sobre las posibilidades del equipo ¿por qué diablos sigue siendo una sorpresa?

Existe, además, una contradicción en la idea misma: Colombia es cabeza del grupo C para el mundial de Brasil y aparece cuarta en el escalafón de selecciones de la Fifa ¿Por qué no ser candidato que aparezca en la lista de todos, entonces? ¿Por qué no es una selección a la que nadie quiera enfrentar? ¿Por qué da la impresión de que ser la posible sorpresa suena mejor que ser un aspirante decidido? Porque es Colombia, no Italia, a pesar de los escalafones. Porque puede tener anhelos de crecer, pero no está en el Olimpo del fútbol. Si yo fuera un japonés cualquiera, un griego o un ciudadano de Costa de Marfil, me sentiría bendecido por el sorteo del grupo: No está Brasil, no está España ni Alemania. La cabeza del grupo es Colombia.

Hay que estar preparado, decía. Colombia es un equipo competitivo, tanto como el resto de selecciones con las que comparte grupo y con las que no existen mayores diferencias en la historia. Sin embargo es común la ceguera causada por el patriotismo, un prejuicio que hace creer que Grecia es un rival modesto cuando en la cancha debería llamarse Esparta; creer que los japoneses son buenos samuráis pero futbolistas vencibles; que Costa de Marfil tiene a Didier Drogba y nada más, cuando es un equipo lleno de figuras desperdigadas por Europa.

Están la suerte y la desgracia también. La mala fortuna de que, por ejemplo, Falcao García se haya lesionado y sea duda. Restan poco más de tres meses en los que cualquier otro jugador puede estar en peligro, porque para cosas absurdas el fútbol ha sido inventado. La cara amable de esta realidad es que el peligro es igual para todas las selecciones. Hoy nos vamos a la cama y resulta que mañana el jugador estrella decide retirarse por vocación religiosa. Al final nada parece cambiar la realidad de la idea sorpresiva de Colombia y me pregunto si se piensa lo mismo en Costa Rica, en Irán o en Nigeria, extraviadas en algún rincón del ranking de la Fifa.

La realidad nos ha puesto en un escenario tal que lo realmente sorpresivo sería que Colombia no pasara de la primera ronda, aún con 16 años encima sin ir a un mundial y aún con un equipo que al ser atacado muestra dudas. Pero, periodistas y opinadores del fútbol, por favor respondan: ¿qué diablos convertiría a Colombia en una sorpresa: pasar la ronda de grupos, llegar a semifinales, ser campeón? Dejen de vender humo y esperen a que la competencia comience.