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Pescar para sobrevivir en Gaza

Mientras se adelantan los diálogos entre Hamás e Israel, los pescadores de Gaza intentan arrancarle algo más que sardinas al Mediterráneo en las pocas millas náuticas en las que se les permite navegar.

El pescador Fares al-Hessi.

Mientras el sol se asoma por el costado oriental del Mediterráneo en Gaza, el pescador Fares al-Hessi y sus sobrinos preparan sus redes para una segunda ronda de pesca matutina. La primera no tuvo éxito y todo a lo que pueden aferrarse es a la esperanza de tener suerte en esta oportunidad. Entre el combustible para su pequeño bote y el alimento para su familia y la comunidad, mucho peso descansa sobre los hombros de al-Hessi.

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En El Cairo, Hamás y los israelíes están en un diálogo posguerra y una de las principales discusiones es darle más territorio a los pescadores para que obtengan mayor variedad de productos. Hamás está exigiendo que a los pescadores se les permita salir a 12 millas náuticas en el mar. Los pescadores dicen que si la Marina de Israel los atrapa pescando más allá de lo límites, pueden ser detenidos o fusilados.

Antes de la confrontación que duró más de un mes, algunos pescadores tenían permitido adentrarse a cinco millas en el mar, pero a medida que las tensiones crecieron con los israelíes las distancias fueron decreciendo.

Al final del día al-Hessi sabe que debe seguir intentándolo. Los siete días de la semana toma su bote y se va a buscar peces, la principal fuente de alimento en la Franja de Gaza. Pero debido a la corta distancia que se les permite, solo alcanzan a pescar sardinas. A veces uno que otro pez gordo nada cerca a la orilla, pero es algo raro, y cada pescador en el agua está compitiendo por el mismo lote.

Botes de pesca en el puerto de Gaza.

Mientras nos acomodábamos en el bote de al-Hessi, el sol se pone cada vez más caliente y brillante. El pescador va descalzo y su bote está lleno de redes y tripas de pescado. Nos cruzamos con otro pescador preparándose para su ronda matutina, es una rivalidad amistosa que a menudo resulta en una ayuda para remar en la dirección correcta, pero también se establece como pacto para obtener el cardumen de sardinas antes que los otros pescadores y los barcos se agrupen en la pequeña área cerca a la orilla. A veces, como dicen los sobrinos de Fares, los “peces están durmiendo” y no hay nada que pescar.

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Después de un par de horas en el mar —sin mayor éxito nuevamente—, al-Hessi y su tripulación hacen su último esfuerzo y arrojan las redes dos veces más para intentar atrapar peces que ni siquiera pueden ver bajo la superficie. Han observado, esperado y perseguido, pero ahora solo están aferrados a la esperanza.

Al-Hessi y su tripulación.

Al recoger las redes lo que encuentran es un puñado de pequeñas sardinas, un pez más grande y un cangrejo enredado. Liberan la pesca nuevamente.

Al-Hessi dice que antes de la guerra llevaban su pescado al mercado donde negociaban el precio con los comerciantes. Luego, los comerciantes lo vendían a los restaurantes o a compradores privados. En un buen día de pesca, al-Hessi podía ganar cerca de mil dólares, pero últimamente, hay días en los que apenas reúne unos 100 dólares, que cubren el combustible del bote pero no la comida para su familia.

Pescadores recogiendo sardinas.

El mercado ha cambiado y los pescadores no pueden ir sin nada para vender. Los sobrinos de al-Hessi toman la pequeña cantidad de pescado que alcanzan a reunir y se dirigen a donde algún comerciante que pueda pagar por la minucia. No queda el suficiente pescado para que al-Hessi se lo lleve a casa para que su esposa lo prepare para su familia.

Acompañamos a al-Hessi de vuelta a su hogar, a un par de kilómetros del puerto. Un largo corredor nos conduce hasta un apartamento abierto, sencillo, limpio y pequeño, con colchones en el suelo, unas cuantas sillas y un televisor en el que aparecen mensajes de Hamás en segundo plano.

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La pesca más grande del día para un pescador.

La esposa de Fares, Em-Abed al Hessi, dice que odia los peces pequeños pero los prepara porque es lo único que hay. Cuando Fares llega a casa, ella le ofrece faláfel con humus, no es mucho pero es suficiente después de una larga mañana en el agua y bajo el sol. Nos ofrece sentarnos, nos trae té y sonríe orgullosa cuando ve a sus niños husmeando desde las esquinas, curiosos ante los extranjeros que ocupan su sala. La pareja nos cuenta que han estado casados desde jóvenes y tienen seis hijos. Em-Abed dice que los niños también se sienten tristes cuando su esposo no pesca lo suficiente y hay poco que comer. Desearían tener peces para preparar y ofrecernos.

El cambio de las distancias marinas durante los últimos 20 años ha tenido un impacto significativo en la vida de al-Hessi. En los noventa, los pescadores palestinos podían navegar a 20 millas náuticas para atrapar los diversos productos que les ofrecía el mar, pero hoy todo eso ha cambiado con el conflicto entre Israel y Hamás, que ha restringido su área de pesca.

No es una vida fácil. Al-Hessi dice que si pudiera adentrarse más en el mar, podría atrapar peces más grandes y utilizar un bote de mayor tamaño para proporcionar una mejor estabilidad económica a sus hijos. Su gesto es agridulce, la vida como pescador lo es todo para Fares al-Hessi, ha gastado 20 años de su vida a bordo de un bote para sostener a su familia. Por más difícil que sea, él y su esposa tienen la esperanza de que Hamás sea capaz de hacer frente a los israelíes y así ofrecerles una estabilidad a sus hijos. Hasta entonces, la búsqueda de sardinas continuará.