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¿Y qué papel jugamos los maricas en esta guerra?

El Centro Nacional de Memoria Histórica prepara un informe que pone de manifiesto el efecto que el conflicto ha tenido sobre las vidas de los sectores LGBT del país.
Imagen vía Facebook: Colectivo DeFormación.

Queda fácil denigrar de lo sucedido en La Habana el miércoles pasado cuando se ocupa un lugar de privilegio en la sociedad: el de un gamonal de pueblo, generalmente blanqueado y heterosexual, con la tranquilidad vital que genera tener tierras, dinero y quizá un grupo de machos que te custodian en todas partes y están dispuestos a darle en la cara a cualquier "marica" que no esté de acuerdo con tu proyecto de nación.

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Pero en un momento en que se logra un consenso sobre el que quizá sea el punto más complicado en la agenda de los diálogos de paz hasta ahora, vale la pena preguntarse precisamente por la importancia que tiene para los maricas, camioneras, marimachos, locas, lesbianas, gays, bisexuales y transgénero, el hecho de que se abra un escenario de justicia restaurativa encaminada al restablecimiento de los derechos que también a ellos les fueron violentados durante la guerra.

El próximo 10 de diciembre, aprovechando la celebración del día de los Derechos Humanos, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) lanzará su más reciente informe, titulado Aniquilar la Diferencia: Lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado , que pone de manifiesto no sólo el efecto que el conflicto ha tenido sobre las vidas de los sectores LGBT del país, sino también nos pone enfrente un espejo que nos muestra la manera en la que la guerra ha exacerbado otras violencias que tendremos que resolver.

Tuve la oportunidad de desgrabar algunas de las 63 entrevistas individuales y cerca de 14 relatos colectivos que el equipo de investigadores realizó a varias víctimas del conflicto en los territorios de Carmen de Bolívar, Cartagena, Medellín, Pasto y Bogotá. Personas que en distintos lugares del país han sido víctimas de grupos armados legales e ilegales y de una cadena de violencias que comienza generalmente en la familia, permea a la escuela y las persigue en todas las escalas de la sociedad.

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Quizá la tesis más importante que recogerá este informe sea el hecho de que las violencias sobre las personas LGBT del país no fueron inventadas durante la guerra, sino que existían antes de ella: mejor dicho, que el conflicto terminó por exacerbarlas. Una tesis común con los análisis que el CNMH ha realizado sobre la situación de las mujeres en la guerra, quienes antes de esos largos 60 años de conflicto ya habían tenido que enfrentarse a un sistema machista de dominación y posteriormente a un conflicto que degradó aún más las violencias que de allí derivaron.

Los investigadores hablan entonces de la circularidad y el continuum de violencias. Esto es, violencias estructurales que históricamente han estado allí, que se reproducen sistemáticamente y que se recrudecen con el conflicto. Una espiral de violencia que ilustra fácilmente el caso de Katia Trillos, a quien conocimos hace algunos meses. Katia se asumió como mujer en Ocaña (Norte de Santander) y, a falta de oportunidades de trabajo, por los prejuicios que recaen sobre las mujeres trans, no le quedó otra alternativa que la prostitución. Esta situación, si bien no tiene que ver con el conflicto armado directamente, terminó por exponerla a las garras de las Águilas Negras que operaban en este municipio. De Ocaña salió amenazada y se desplazó a Bogotá, donde nuevamente fue víctima de la violencia, esta vez a manos de la policía.

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"Esto no se puede separar, no podemos hacer una historia de las violencias estructurales y luego paralelo una historia en el conflicto armado, porque están entrecruzadas, se relacionan, una produce las condiciones que hacen posible que las otras ocurran", me explica Nancy Prada, coordinadora del enfoque de género del Centro Nacional de Memoria Histórica.

La imposición de órdenes morales

La violencia contra las personas LGBT suele explicarse desde los conceptos de crímenes de odio o violencia por prejuicios, que interpretan estas violencias a partir de los preconceptos y el desconocimiento que el agresor tiene sobre la víctima. Sin embargo, el equipo investigativo del CNMH encontró estas nociones insuficientes para explicar la situación de las víctimas LGBT en relación al conflicto: "lo que encontramos es que en muchos casos los actores armados saben perfectamente qué son, quiénes son, cómo son las personas de estos sectores y hay una intención, sabiéndolo, de eliminarlas, de sacarlas, de limpiar la sociedad de ellas".

Igualmente, el equipo tuvo que ir más allá de los fines políticos y económicos, esos dos factores que han servido para explicar el conflicto. Así que decidieron arrojar la hipótesis de que más allá de esos intereses políticos y económicos de la guerra, los diferentes actores han intentado también imponer en los territorios unos órdenes morales. "Así como yo quiero tener el poder político y económico, también quiero tener un poder social que materializo en la imposición de órdenes morales", me dice Prada.

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Basta que te encuentres un panfleto debajo de tu puerta para entender lo que estos "órdenes morales" significan:

Pero también hay otros tipos de violencia en los que esta imposición de órdenes morales sale a relucir. "Los casos de violencia sexual ilustran esto con mucha claridad", me explica Prada: "contra mujeres lesbianas, por ejemplo, los casos de violencia sexual hablan de una intención de corrección de esa orientación sexual: 'para que aprendas a ser una mujer'. En el caso de los hombres trans, el mensaje es un poco distinto, se trata de castigarte porque tú estás queriendo ocupar un lugar del género que no te corresponde y entonces estas queriendo robarte 'a nuestras mujeres'".

En el caso de los hombres gay y las mujeres trans, esta imposición de órdenes morales es un poco al contrario. A ambos se les relaciona con asumir el rol social que se le ha dado a la mujer, y entonces se le debe castigar porque está renunciando al privilegio de ser hombre. Aparecen entonces los abusos sexuales, la degradación del cuerpo de los hombres gay y las mujeres trans, de la misma manera que el cuerpo de las mujeres ha sido el botín de los actores armados para reafirmar su poderío.

Son distintos los casos de violencia sexual que lograron identificar los investigadores. Desde episodios de esclavitud sexual, desnudez forzada, hasta accesos carnales violentos tanto en hombres como en mujeres. "Los episodios de violencia sexual, tal vez más que otros, materializan el terror y la sevicia de esta guerra, el encarnizamiento contra la humanidad de la otra persona. La cifra es alta, de los 63 casos hay 19 donde aparece violencia sexual. En muchos casos no sólo una vez, sino múltiples episodios de violencia sexual y por más de un actor armado".

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Si bien los mensajes son distintos dependiendo de la orientación sexual y la identidad de género que se asuma, Prada me explica que estos actos coinciden en esa necesidad de "que hay algo que corregir, castigar, cambiar, algo que no cabe dentro de 'nuestra sociedad deseada'".

Existen variaciones entre los repertorios de violencia que aplican cada uno de los actores armados sobre las personas LGBT. Estas dan cuenta de la manera en que cada uno de estos actores quiere imponer esos órdenes morales. "En los grupos paramilitares, y funciona igual para los grupos postdemovilización paramilitar, existe mucha violencia hacia afuera de los grupos con las personas que se apartan de las normas de género y sexualidad, pero hay permisividad dentro de las filas. Muchos paramilitares entablaban relación con mujeres trans, las tenían como pareja o eran reconocidos como gays", me cuenta Prada. "Entre ellos eran permisivos pero las sanciones con sevicia y tortura eran hacia afuera. Algo distinto a las guerrillas, que es al revés, de hecho: permisividad, si se quiere, hacia afuera, con la comunidad, pero castigos hacia sus combatientes gays, lesbianas, bisexuales, trans. De hecho, no hay aceptación de mujeres trans ni hombres trans dentro de las filas".

Los sobrevivientes de cara a la paz

El informe finalmente recoge una serie de recomendaciones que las víctimas lanzaron al país para garantizar en un escenario de postconflicto la no repetición de este tipo de violencias. Teniendo en cuenta que estas violencias que padecieron tenían su origen en las configuraciones de la sociedad anteriores al conflicto armado reciente, y que de allí se desprende una circularidad y un continuum de éstas, no es posible avanzar hacia la construcción de paz si esas condiciones que hicieron posible la violencia no se cortan de raíz.

Esto es, para acabar con la cadena de violencia hay que comenzar por intervenir por lo menos uno de los eslabones: la familia, los colegios, las oportunidades laborales, el empobrecimiento.

Si como sociedad no nos cuestionamos la naturalización de las violencias y continuamos reproduciendo los mismos modelos, no hay opción para una paz sostenible. Esa es quizá la mayor recomendación que dejan las víctimas del conflicto armado de los sectores LGBT al final del informe.