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La ética del administrador de Chompos, el grupo que trolleó a Carolina Sanín

La Universidad de los Andes ha abierto el debate con un foro en el que un tipo oculto tras una máscara de unicornio tomó la palabra.

No es todos los días que uno puede ver a un tipo con una máscara de unicornio compartir un foro con profesores universitarios, funcionarios de un Ministerio, de una Secretaría Distrital y hasta un magistrado de la Corte Constitucional. Pero es 2016 y este tipo de escenas demuestran que los tiempos están cambiando (y tanto que a Bob Dylan le dieron un Nobel de Literatura). En medio de tanta confusión, ver a un tipo llevar el micrófono hasta lo profundo de la boca de un unicornio de goma para dirigirse a un grupo de expertos y autoridades parece un soplo de cordura.

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La ocasión: un foro llamado Nativos digitales: ¿cómo garantizar los derechos en las redes sociales?, organizado por la Universidad de los Andes. La palabra de la noche: bullying, un anglicismo que ha ido desplazando a la pabra matoneo y que hace referencia a los cometarios, memes y videos hirientes que la gente publica y comparte en redes sociales con tanta frecuencia como sus dedos y teléfonos permitan.

Durante la mayor parte del foro varios expertos (ninguno de ellos 'nativo digital') presentaron una serie de presentaciones de powerpoint acerca de los últimos avances que se han hecho en el tema del bullying: desde lo jurídico, lo tecnológio, lo policivo y desde las ciencias sociales. Luego se puso bueno: cuando en los últimos treinta minutos del foro cinco estudiantes que han hecho, recibido y cuestionado el bullying a través de las redes sociales fueron invitados a tomar el micrófono para presentar sus posiciones.

Ya en agosto de este año, cuando Sol Fonseca, una estudiante de la Universidad de los andes, fue motivo de una volquetada de memes alusivos a una campaña de crowdfunding que adelantó con verdades a medias, la universidad había publicado en mensaje a través de las sociales en el que invitaba a los estudiantes a reflexionar acerca del contenido que publican en redes. Ahora solo estaba dándoles el micrófono para que lo hicieran.

Particparon de la conversación Diego Ramirez, Representante estudiantil de la Facultad de física; María Ximena Dávila, quien asistió en representación de un colectivo de estudiantes llamado No es normal; los estudiantes de psicología Carlos Pineda y Helena Arenas, quienes asistieron en representacion del curso de Violencia e intervención psicosocial y un tipo vestido de saco, corbata y máscara de caucho con forma de cara de unicornio que se presentó con el alias de Juan Esteban Quintero, creador y administrador de "Confesiones Uniandes" y "Cursos y chompos ásperos", dos comunidades virtuales que han sido señalados por sus compañeros y por la universidad de promover el bullying a través de los contenidos que sus usuarios comparten.

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Por sugerencia del moderador, el profesor de la facultad de derecho Carlos Tejeiro, el debate estuvo enfocado en las consideraciones morales que quienes pasamos tanto tiempo en Facebook como en el mundo real hacemos antes de crear, compartir, likear o denunciar imágenes que podrían herir los sentimientos de terceros. Y tras la primera ronda de intervenciones quedó muy claro cuales son las posiciones enfrentadas:

Luego de acomodar el orificio frontal de su máscara de unicornio para dar cabida al micrófono, quien se hacía llamar Quintero explicó la lógica de quienes perpetran el bullying a través de Internet: "una persona actúa éticamente cuando dice: 'lo que yo estoy haciendo en redes estaría dispuesto a que me lo hagan'", dijo, recurriendo a un principio tan viejo que aparece en el evangelio de Mateo y que es conocido, aun por fuera de la Biblia, como la regla de oro (trata a los demás cómo te gustaría que te trataran).

Para Quintero habitar y participar de ese espacio cada vez menos virtual que son las redes sociales tiene implicaciones que debemos asumir: "Cuando yo hago pública una información voluntariamente, cualquier persona que la alcance tiene la posibilidad de pronunciarse, negarla o ridiculizarla. El absurdo que yo pretenda expresar una idea y que esta deba ser puesta en un pedestal por más estúpida que sea". Sin embargo, Quintero traza algunas líneas en torno a los límites de un bullying éticamente aceptable: "hay información que, al no ser fruto de la voluntad de la persona, no puede ser objeto de pronunciamiento público como su color de piel, su género o un video íntimo que fue publicado sin su consentimiento".

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El hombre de la máscara de unicornio también es consciente de que, las características específicas de las redes sociales obligan a reevaluar algunos aspectos de la regla de oro: "claro que hay una zona gris y esa es la proporcionalidad de la respuesta de la comunidad frente al comportamiento del que se están burlando". Quintero, al igual que Diego Ramírez, el representante de la facultad de física, es consciente de que el anonimato y el potencial viral de las redes sociales dan lugar a que existan sanciones sociales desproporcionadas en contra de pequeños descuidos públicos o virtuales (línea que es cada vez más borrosa).

La diferencia es que Quintero se declara abiertamente dispuesto a correrlo: "Yo no quiero que me censuren y por eso desde mi posición de administrador, que me otorga el poder de vetar contenidos, no censuro cosas, incluso sabiendo que algunas de ellas están por fuera de lo que es legítimo hacer en las redes".

Maria Ximena Dávila, quien asistió en nombre de un colectivo de estudiantes llamado No es Normal, dejó claro en su intervención que no está dispuesta a correr el riesgo de que algunos estudiantes resulten lastimados en sus sensibilidades con tal de que el derecho a la libertad de expresión se conserve en su sentido más clásico y liberal: "Consideramos que la libertad de expresión es un derecho que debe ser protegido y garantizado", concedió Dávila, "pero que, en el momento en que su ejercicio puede estar vulnerando los derechos de ciertas poblaciones históricamente discriminadas, debe ser limitado ". Según Dávila, los comentarios racistas, sexistas, clasistas y "en general discriminatorios" que se hacen a menudo a través de las redes sociales cruzan la línea de la libertad de expresión como característica de la democracia y la usan como "un escudo tras el cual se ocultan discursos de odio".

Para Dávila es peligrosa la forma en que la línea entre lo que publicamos en las redes y lo que hacemos en el mundo real puede volverse difusa: "Muchos de estos comentarios aparentemente inocentes tienen consecuencias materiales en el mundo real", afirmó Dávila, quien seguramente hacía referencia a la forma en la que, luego de hartarse de hacer memes de su compañera de universidad, algunos estudiantes comenzaron a acosar a Sol Fonseca en los pasillos de la misma.

Luego, esta discusión, como la mayoría, giró hacia el tema de clases: "Es claro que los chistes racistas, clasistas y sexistas son formas de violencia simbólica. Pero aplicar este concepto de violencia simbólica es complicado en la realidad, porque este es un concepto que, por lo general, solo percibimos quienes pertenecemos a ciertas élites ilustradas, como esta ", afirmó Quintero señalando hacia el auditorio que lo rodeaba. "Entonces solo ellos (las élites ilustradas) pueden liberarnos y terminan convertidos en jueces de lo que se puede decir y lo que no ", concluyó.

Para Carlos Pineda, estudiante de psicología que asistió en representación del curso de Violencia e intervención psicosocial, el hecho de que los memes clasistas, sexistas y racistas que están en todas partes solo sean motivo de un foro en la universidad más costosa del país (y por ende la mejor) se debe a que estás lógicas de exclusión ya están "normalizadas" en otros contextos.

El debate por lo políticamente correcto en las redes sociales parece dividirse cada vez más entre quienes, como Quintero, defienden la libertad de expresión aún si esto implica vivir en un mundo virtual tan violento y cruel como la realidad en la que crecimos en la era pre smartaphone (y en la que aún habitamos cuando se descarga) o quienes, como Dávila, prefieren limitar un derecho fundamental con tal de experimentar en las redes sociales ese espacio seguro que nos ha quedado grande construir en la realidad.