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Música

Mi historia personal con Gustavo

Nuestro editor musical nos comparte algunos flashbacks de su vida a través de un soundtrack esencial. Porque celebrar la vida y obra de Cerati es también abrir el álbum familiar.

Este afiche de la portada del Bocanada adornó mi habitación de 2000 al 2004.

Si pudiera, Gustavo, te contaría sobre el momento en el que me enteré de tu muerte.

Aunque quizás guardaría eso para el final.

Arrancaría por contarte acerca de los primeros recuerdos tuyos que guardo.

1. Canciones como “Picnic en el 4B” o “Lo que sangra (La cúpula)”. Memorias que asocio con un personaje radial llamado Don Fulgencio, La Pizza Nostra, una ruta escolar en una tarde lluviosa de Bogotá y algunos clips de TV que, en el ocaso de los 80, te mostraban triunfante en Viña del Mar o en la Plaza de Toros La Santamaría, portando aquel “raro peinado nuevo” que elegiste, al igual que algunos de tus contemporáneos, para expresar tu modernidad generacional.

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Bootleg del concierto de Soda en La Plaza de Toros La Santamaría (Bogotá, 1988). Plena fiebre del "Rock en Español".

2. Te contaría que, en el 92, estando en tercero de primaria, el profesor de música del colegio nos enseñó a cantar “Te hacen falta vitaminas”, la más hiperactiva de todas.

Éramos 108 niños coreándola.

3. Te hablaría de un concurso de baile de salón comunal en el que, a pesar de haberlo dado todo en la pista, de dar vueltas y vueltas entre el humo y las luces de colores, entre los niños chorreados todos de gel y las niñas estrenando sus pueriles bodies, fui humillado en el duelo final por el más alfa de los machos de la camada: Santiago. Corría 1993 y sonaba “Persiana Americana”. Tenía 11 años.

4. Te hablaría de los paisajes del Eje Cafetero en Colombia. Cafetales infinitos. Pequeños arbolitos alineados hasta el final del horizonte. Te hablaría de un viaje que hicimos por allá en 1994 con mi mamá y mis hermanos, por tierra, oyendo una y otra vez el Canción Animal y abstraídos ahí en ese paisaje, mirándolo en silencio a través de la ventana.

Mi papá no había viajado con nosotros.

Fue un paseo triste, Gustavo.

5. Te pediría que me dieras tu opinión honesta acerca de "De música ligera", la favorita de la radio comercial y, a propósito, la única “pogueable” de tu catálogo. Es la típica canción que a fuerza de sonar tanto se convierte en jingle. Se le chupa el espíritu. Se le drena el alma. Siempre la odié profundamente y, sin embargo, siempre la coreé  abrazado a mis amigos durante todo tipo de fiestas escolares.

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6. Te confesaría lo que tuve que hacer para conseguir el Comfort y música para volar. Juliana tenía 13 y yo 14. Y ella, quizás sin proponérselo, me enseñó el secreto para que durante los años siguientes creciera mi colección musical.

Era 1996. Ella tenía puesto el uniforme del colegio. Yo estaba en segundo bachillerato.

Como se puede apreciar en la imagen, este CD sobrevivió al tiempo… y a tremenda bluyineada.

7. De ese disco, mi favorita de la época era, extrañamente, un track instrumental, efectista y medio electrónico que perfectamente hubiera podido estar en el Dynamo: “Sonomán (Banda de Sonido)”. Ese que se hila con ruido, justo al final de “Ella usó mi cabeza…”, y termina con una vocecita que introduce “Planeador” diciendo: “Ya se los advertí: aquí tienen música para volar”.

Para mí, esa canción fue un portal hacia lo que vino después. El sonido del futuro.

Una absoluta epifanía musical.

8. Te haría muchas preguntas sobre el Dynamo (que, a propósito, a principios de los 90 en Colombia fue utilizado vilmente como música incidental de una serie llamada De pies a cabeza). Fue un disco en el que, obvio, ingresé más adelante. Y claro: era un trabajo difícil, totalmente alejado de las convenciones (comerciales y alternativas) de la época en la que emergió en el panorama. Te contaría que he compartido impresiones sobre este álbum con personajes como Toy Selectah, Héctor Buitrago y Mario Galeano, y que todos dicen lo mismo: que es un disco adelantado a su momento y a su lugar. Que es un trabajo visionario. Que parece que hubiera sido grabado mañana. ¿Qué te llevó a hacer un disco así, monstruo? ¿Y en 1991? ¿De dónde salió la idea? ¿En qué estabas pensando?

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9. También te preguntaría sobre la intro con “Signos” de los conciertos del Ruido Blanco

Escalofriante.

Y luego, claro, te hablaria de los centenares de silencios que viví entre los pliegues de tu música, perdido en tu sonido y buscándome en tus juegos de palabras.

10. Te contaría sobre lo mucho que ahorré en 1996 para comprar el Sueño Stéreo en tiempos de una tremenda crisis económica familiar. En ese entonces, mis padres, dentistas, se vieron afectados por aquello de la privatización de la salud, lo que significaba que la palabra “recesión” había llegado para quedarse. Fueron temporadas duras, muy duras, en casa. Pero ahorré y ahorré, Gustavo. Dejé de almorzar varias semanas hasta que por fin junté los 18 mil pesos que costaba ese CD. Y fui hasta San Andresito, donde era más barato, lo compre por fin y míralo, aún lo guardo, junto con el librillo que pegué en la pared de mi cuarto durante años:

"Abrir el Sueño Estéreo… crear la dimensión".

11. Te hablaría de la grabadora AIWA que tenía, con unidad de CD y de casete, con la que hacía mis clásicas cintas de “Varios” que no capaban The Cure, Soda y por supuesto, un gran merenhouse. Me acostaba con ella en las noches. Literal.

12. Te diría que nunca pude verte con Soda en los años previos a la separación. Que preferí ir a una fiesta de 15 el día que tocaste con Illya y Atercios en el Palacio de los Deportes (me arrepentiré toda mi vida de esta decisión). Que la vez de Santana estaba enfermo. Que para la gira del Bocanada me había lesionado de un tobillo jugando fútbol y que para el Siempre es Hoy estaba en rehab.

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Una lástima.

13. Te hablaría de la vez que mi hermano Santiago me contó que Soda se separaba. Jugábamos básquet en la cancha del barrio. Recuerdo el silencio y recuerdo haberte odiado un poco. O bastante.

14. Te confesaría que la frase esa de “¡Gracias totales!” siempre me pareció un poco patética. Como también me pareció patético que no hubieras venido a Colombia para despedirte durante la gira del Último Concierto en 1997. Mal.

15. Te hablaría de la temporada 2000-2001. Me gradué del colegio y me fui a Estados Unidos a buscar suerte con una beca deportiva. Fue un año solitario y deprimente. Oía el Bocanada en repeat, del que salió mi canción favorita de toda tu discografía: “Alma”. Precioso refugio musical, ese álbum. Su textura sumergible, suave y existencial. Arrancabas tu vida post-Soda y ya nos cambiabas la película. Una vez más.

Año 2000. Este fue mi Kid A, Cerati.

16. Te describiría el siguiente ritual: fumar un poco de ganya en la mañana soleada de camino al bus para ir a la universidad, luego montarme en un Germania y darle play a tu discografía en un Discman, en un recorrido de una hora, de norte a Chapi, por toda la séptima de Bogotá.

Mi ruta universitaria. 2002-2007.

17. Alguna vez, por esa época, asistí a una conferencia de Tweety González, "El quinto Soda", en el centro de Bogotá. Allí, él nos confesó el secreto lírico de Cerati: que coleccionabas palabras bonitas en un cuaderno y que luego usabas esas palabras en tus canciones. Y ya.

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Durante mis años universitarios, lo confieso, comencé a hacer lo mismo.

Y míralo, aún lo guardo:

“Anotaciones Rayadas”, circa 2003.

18. Ese año armé mi primera banda, con la que hicimos una versión de “Amo dejarte así”, del Siempre es hoy, aprovechando un concurso de remixes que hiciste y del que luego elegiste los mejores para publicar en un disco llamado Reversiones. Por supuesto, el nuestro no quedó. Sonaba fatal.

19. Te preguntaría si recuerdas aquella vez cuando tocaste el concierto de reunión junto con Zeta y Charly en el Simón Bolívar, 2007, frente a… ¿cuántos éramos? ¿150 mil, acaso? Te preguntaría si recuerdas haber cantado “Fue” ante un océano de lucecitas verdes que había repartido el patrocinador a los asistentes. “Pasto digital”, dijiste. ¡Clásico Cerati!

20. Dices que en tu música usabas las palabras como instrumento, más por sus virtudes musicales, por su sonido, que por su significado. Es una teoría plausible, pero… no la creo del todo. ¿En serio ”Zoom” no habla de follar? ¿”Jugo de Luna” tampoco se refiere al cunnilingus?

También te preguntaría sobre el concepto sonoro del Sueño Estéreo, como tan sci fi, el efecto medio lounge en el Comfort, la tecnología utilizada para el Dynamo (¿es verdad que duraban hasta un día creando un solo "loop"?), el sampling en el Bocanada y… en fin. Sobre todo, sobre tus influencias literarias. Siempre quise saber qué leías, Gustavo.

21. Te contaría que alguna vez fundé una revista que, a pesar de ser una increíble aventura editorial que duró dos años, terminó en el 2009 en una terrible catástrofe comercial. Bancarrota absoluta. Quiebra innegable. Al final, recuerdo que no teníamos ni para el papel higiénico de la oficina, hermano. Tenaz.

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El soundtrack del momento:

"Desastre", mi favorita del Fuerza Natural.

22. Te hablaría de Christian y de Juan David y del Negrito y de Andrés y de Sebastián y de Berni y de Sergio Andrés y de Miguel y de nuestras infinitas conversaciones sobre tu poética. Y te contaría que alguna vez, introduciendo a una novia en la logia, una noche le puse “Crema de Estrellas”.

“Y yo solo me imaginaba una especie de mantequilla espacial”, me dijo ella después, recordando aquel instante.

Preciosa.

23. Te diría que fui a verte a ese trágico concierto del 13 de mayo de 2010 en el Coliseo Cubierto El Campín, la penúltima estación antes de la definitiva: Caracas. Y sonó muy mal, Gustavo. No se entendía nada. No deberían hacer conciertos en ese lugar, tiene una acústica paupérrima, la verdad. Pero tú, te veías en muy mala forma. Desvariabas.

Te confieso que me hubiera gustado no haber estado ahí. No haberte visto así.

Y lo siento mucho. De verdad.

24. Fue solo "una descompensanción", leí esa noche. Pero al otro día las noticias revelaron otro panorama. Caíste en un coma profundo. En un sueño largo. Y luego pasó el tiempo y como que nos acostumbramos a que tuvieras los ojos cerrados. Y leíamos noticias de que movías los labios cuando te ponían tus canciones. Y muchas veces pensé en los universos que veías del otro lado de tus párpados.

Pero luego ya no despertaste más.

25. Te contaría sobre el momento en el que me enteré de tu muerte, Gustavo.

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Fue el jueves pasado.

Nathalia soltó la noticia en la redacción de esta revista y entonces se hizo el silencio. Y luego dijo: “Voy a llamar a mi mamá”. Entonces tomó el teléfono y: “¿Mami? Te tengo una noticia no tan buena… se acaba de morir Gustavo Cerati”. Luego el silencio que se hizo más hondo y luego Nathalia que nos mira y nos dice: “Se atacó a llorar”.

Lo primero fue como un vacío.

Y lo segundo, lo acepto, fue un descanso.

Ya era hora, Gustavo.

En ese momento comprendí la magnitud de tu legado. Una madre y su hija. La una de 48 y la otra de 22. Y yo, que ya tengo 32 años. Y entonces no es solo que fuiste un guitarrista virtuoso o un poeta consagrado o un avanzado musical con una voz hipersensual o un hombre sencillamente hermoso con un cancionero mágico. Eso pasa a segundo plano. Celebrar tu vida y obra es celebrar nuestro pasado. Tan simple como eso. Porque las tuyas son canciones que son álbum familiar. Banda sonora de la vida. Flashback.

Memoria musical de tres generaciones de latinoamericanos.

Ya te moriste, Gustavo.

Gracias, desde lo profundo, por el viaje.

Fue hermoso.

+++

¿Cuál es el momento más increíble que recuerdes con el soundtrack de Gustavo? Permitámonos lo cursis y para honrar la memoria del maestro, llenemos este post de comentarios. 

Sigue a Nicolás en Twitter: @nikovc y lee también su Lado B de Cerati.