¿Por qué no debes anexar a tus seres queridos?
Ilustración por Mauricio Santos.

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el universo de las drogas

¿Por qué no debes anexar a tus seres queridos?

Después de vivir estas experiencias seguramente el “paciente” terminará en una situación psicoemocional más frágil.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el 11 por ciento de las personas que consumen drogas desarrollan un uso problemático. En muchas ocasiones, cuando el familiar de un usuario de drogas se entera de su consumo, se asume inmediatamente que esta persona tiene un uso problemático. Una reacción común es buscar internar a esta persona en un centro de rehabilitación para que reciba tratamiento.

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Según el Censo Nacional de Establecimientos Especializados en el Tratamiento de las Adicciones publicado en 2014, de los 2,296 centros de tratamiento a nivel nacional, el 75 por ciento son de tratamiento residencial (internamiento) y sólo el 16 por ciento de los centros cumplían con la Norma Oficial Mexicana 028 de la Secretaría de Salud. Las cifras del censo manejan que 87 por ciento de los centros son grupos de ayuda mutua cuyo personal responsable y consejeros no cumplen con un perfil profesional para desarrollar su trabajo. Esto nos deja ante un panorama desolador en que una muy pequeña minoría de los centros de atención para personas que usan drogas se consideran adecuados.

Hablando de drogas ilegales, la mayoría de las personas que acuden a centros de tratamiento lo hacen por consumo de marihuana, una de las drogas que menores daños y dependencia pueden generar. Aunque en ocasiones esto se debe a un consumo problemático, en la mayoría de los casos, lo único problemático del consumo es que se entere la familia.



Esto no quiere decir que no existan los usos o las dependencias problemáticas. Sin embargo, cuando alguna persona se siente en una situación problemática de la que no sabe como salir, es importante cuidar la confianza entre esa persona y sus seres queridos. Dejar un consumo problemático no suele ser algo sencillo, y es muy necesario el apoyo afectivo de la comunidad y familia, aunque sea algo difícil y cansado. Por lo tanto, enviar a alguien a un espacio aislado, lejos de la familia y seres queridos, especialmente en contra de su voluntad, generalmente tiene consecuencias negativas.

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Para escribir este texto platiqué con algunas personas que me compartieron experiencias propias. En algunos casos las busqué porque sabía que habían pasado por uno de estos lugares o alguien cercano lo había hecho. En la mayoría de las experiencias compartidas, las propias personas usuarias sabían que tenían un consumo problemático y sus familias, al no saber cómo reaccionar, decidieron anexarlas contra su voluntad. En ninguno de los casos que me compartieron esto resultó en un beneficio para la persona usuaria ni para la familia.

Varios de estos testimonios coincidieron en una búsqueda inicial de opciones de tratamiento, oficiales y no oficiales. En la mayoría de los lugares que ofrecen tratamiento un requisito absoluto es no estar consumiendo. En algunas no te reciben si sigues consumiendo aunque quieras ayuda, mientras que en otras no te dejan salir hasta que consideren que ya no vas a querer consumir. Lo común es que en todos los lugares la abstinencia es el único objetivo válido, no el bienestar individual o comunitario que la persona alcance.

Por otro lado, las opciones oficiales son muy pocas y con personal sin la capacitación necesaria para hacer ese trabajo. Entre las opciones privadas, que son la mayoría, hay algunas muy caras y poco accesibles. Por lo tanto, la mayoría de las opciones para que alguien reciba tratamiento para uso de drogas son en lugares no regulados, sin supervisión, sin capacitación y con altísima tendencia a las violaciones a derechos humanos.

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Estos lugares viven de las familias preocupadas por un ser querido que piden ayuda. Entonces personal del anexo recoge al nuevo "paciente", incluso en contra de su voluntad; esto le llaman el enchanclamiento: pasan por ti, te llevan a la fuerza y te ponen unas chanclas, por si intentas escapar corriendo. Algunas veces quien te recoge es el “padrino” del lugar con un par de fortachones, otras veces pueden ser “ex adictos” que dejaron las drogas y ahora se dedican a enchanclar nuevos “adictos”.

Existen casos de centros de rehabilitación que bajo el argumento de “rehabilitar” a una persona justifican castigos y maltratos que van desde tortura, tratos degradantes e insalubres, trabajo forzado, explotación sexual, golpizas, hacinamiento y otros tratos inhumanos, sumado a una violencia psicológica que se ejerce sobre las personas internadas para que no les denuncien.

Un caso de estos abusos es el de Elvis Axell Torres Rosete, un joven que tuvo consumos problemáticos y no problemáticos de sustancias psicoactivas. En 2010, cuando sintió que ya no estaba en control de su consumo, le pidió ayuda a su madre y buscaron un centro de tratamiento adecuado. No encontraron uno que pudieran pagar, pero llegaron a uno en el que aceptaron un coche de la familia como pago por seis meses de tratamiento.

En diciembre de 2010 su mamá lo fue a buscar para recogerlo, pero el responsable le dijo que mejor recogiera a Elvis Axell hasta después de año nuevo, porque las fechas festivas eran difíciles para salir y era probable que recayera. Esa fue la última vez que Nancy supo de Elvis Axell. A partir de su desaparición, Nancy inició la búsqueda de Elvis Axell sin parar, y así descubrió que el anexo al que acudieron, disfrazado de centro de tratamiento, estaba plagado de prácticas de tortura, trabajo forzado, venta y consumo de sustancias inyectables, castigo físico y psicológico, trabajo sexual forzado, y que además operaba en una red en varios estados de la república trasladando a los “pacientes” de un lugar a otro según fuera conveniente.

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La versión del responsable del lugar es que enviaron a Elvis Axell, sin su consentimiento ni el de la familia, a recoger a otro “paciente” a Tamaulipas, y no supieron más de él. Al responsable lo detuvieron tiempo después y por otras situaciones en posesión de ropa con logotipos oficiales del gobierno federal. Elvis Axell desapareció cuando tenía 17 años y hoy tiene 24. En donde quiera que se encuentre, su madre lo sigue buscando.

Pero entonces, ¿qué hacer como familiar o amistad de alguien que usa drogas?

Primero que nada hay que recordar que no todas las personas que usan drogas tienen usos problemáticos, y por lo tanto no todos necesitan dejar de consumir ni recibir tratamiento para tener bienestar. En segundo lugar vale la pena recordar que no todas las drogas tienen los mismos efectos ni los mismos riesgos ni el mismo impacto en el organismo.

Las que tienen mayor potencial de generar dependencia son la heroína (y otros opiáceos), el alcohol, el tabaco, la piedra y las metanfetaminas. Esto se puede deber a una combinación de factores en la que el entorno social en el que se desenvuelve la persona y el bienestar comunitario son parte, pero también a factores individuales muy puntuales que tienen que ver con la interacción entre el organismo y la sustancia, como el manejo del bajón y el desarrollo de una dependencia.

El bajón es como se le conoce a la sensación que se percibe cuando pasa el efecto de la sustancia. Con la piedra, la heroína, el alcohol, la metanfetamina o el tabaco, el bajón puede significar una sensación de malestar muy fuerte que sólo se alivia volviendo a consumir. Por la dependencia que generan ciertas sustancias, pasar de consumir frecuentemente a dejar de consumir totalmente no sólo es muy difícil, también es peligroso y pone en riesgo la vida. Desafortunadamente, es frecuente que algunas personas anexadas en contra de su voluntad y obligadas a la abstinencia de un momento a otro mueran por síndrome de abstinencia en los centros de tratamiento.

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El objetivo del tratamiento debe ser el bienestar de la persona. Así, la persona pueda determinar sus propias metas, que pueden ser por etapas y tan sencillas como no consumir antes de ir a trabajar, consumir menos veces al día o a la semana o consumir una sustancia menos riesgosa. La abstinencia como objetivo único muchas veces genera la sensación de fracaso en las personas usuarias de drogas porque “recaer” es muy posible en casos drásticos de uso de sustancias con alto potencial de generar dependencia.


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La reducción de daños puede aportar mucho en este sentido, pues reconoce que el bienestar individual y social se puede alcanzar sin exigir dejar el consumo totalmente o incluso sustituyendo paulatinamente el uso de sustancias psicoactivas con potencial dañino alto por sustancias más suaves en el impacto al cuerpo.

Es muy difícil recomendar solucionas ante los consumos problemáticos de drogas, porque en efecto cada caso es distinto. Sin embargo, se pueden compartir estrategias basadas en la reducción de daños que se pueden adaptar a los distintos contextos.

  • La primera y más importante: no obligar a nadie a recibir tratamiento o ser internada. El tratamiento involuntario siempre creará una barrera entre la persona que consume y las personas a su alrededor, además de que ningún tratamiento funcionará si no responde a las preocupaciones, necesidades e intereses de la persona misma.
  • La segunda es que la mayoría de los centros de tratamiento funcionan con metodologías poco respetuosas de los derechos humanos que puede incluir violencia, física, sexual, psicológica. Después de vivir estas experiencias seguramente la persona “paciente” terminará en una situación psicoemocional más frágil.
  • La tercera es que ante todo vale la pena mantener el diálogo y la confianza, mas allá de la sensación de no saber que hacer. Juzgar el consumo como algo malo que se volverá peor, sobre todo cuando es problemático. Muchas veces ante los consumos problemáticos lo que hay que atender no es el consumo sino las circunstancias personales o del contexto social de la gente.

Miguel Villegas forma parte de ReverdeSer Colectivo.