¡Cuerpo a la vista!

FYI.

This story is over 5 years old.

Viajes

¡Cuerpo a la vista!

El chiste de todo evento erótico es: ofrecer más pechos de los que uno quisiera ver.

La imagen exacta de nuestro papel en la industria porno la dio alguna vez Chuck Palahniuk en su novela Snuff: sólo servimos para hacer fila. Estuve 30 minutos detrás de un hombre que no dejaba de rascarse la nuca y luego olerse las uñas, tan sólo para constatar si la experiencia de fotografiarme con un par de chicas valía toda esa espera. ¿Y saben qué? La valía.

Porque, aceptémoslo, la Expo Sexo y Entretenimiento a la que asistí el domingo pasado, es uno de esos eventos donde nada es decepcionante si lo tomas un poco como deberías tomar la vida: “Recuerde que no puede besarlas ni tocarlas”, me advirtió el tipo de seguridad, ya en el último escalón rumbo al escenario. “Oiga”, respondí, “soy gordo. Se supone que ése es el primer mandamiento que sigo”.

Publicidad

Minutos antes, un par de sujetos habían representado un número bastante precario de posiciones sexuales, con tal de ganar el aplauso público y tener el privilegio de permanecer unos minutos más con las estrellas. Eso demostró por un lado, que los hombres somos capaces de convertirnos en niños dóciles y ridículos con tal de ver sonreír a una chica; y que tantas horas de porno consumido han servido para un carajo al momento de poner a prueba la imaginación.

Sucedió, en otros casos, que había tipos dispuestos a aprender. Eso fue palpable (se trata de una figura que en la Expo Sexo puede o no ser retórica) en el área de los bailarines musculosos. Hasta ahí me desplacé para contemplar cómo se divertían algunas centenas de chicas. Ellas iban dispuestas a vivir la experiencia dancística de un puñado de hombres a los que nada pudo separar de sus soguillas, pero para sus parejas, la vivencia era otra. Nerviosos, sí, pero para nada intimidados, los hombres normales suelen mirar al superhombre del mismo modo que observan las jugadas de Leo Messi: en silencio y con un gesto que denota admiración, estudio de técnica y deseo homoerótico.

Lo que resultaba sorprendente de la asistencia en pareja a los escenarios de la Expo Sexo era la facilidad con la que ella o él accedían a las peticiones. No eran pocos los maridos cuyo mayor sueño era fotografiar a su esposa junto a alguna estrella porno (de la que ninguno de los dos sabía el nombre, por lo cual, dicha imagen no entraba en la categoría de “Celebridades”) y que, educados en los protocolos del hardcore, pedían a sus mujeres mostrar los pechos y unirlos junto a los de la profesional. Si uno se pone a pensar un poco, no es que no hubiera en los alrededores medio centenar de hombres horribles echándoles porras. Y sí, el chiste de todo evento erótico era precisamente ese: ofrecer más pechos de los que uno quisiera ver.

Publicidad

Para quienes somos puntillosos con los títulos correctos de los libros, el disco exacto al que pertenece tal o cual canción, los cabos sueltos en los thrillers y el nombre de las actrices que salen en todos los videos XXX, la Expo de este año estuvo llena de desazón. ¿Quién era esa rubia que tuvo que bajar del escenario porque los mexicanos la hicieron llorar de la única manera que conocen: robándole algo? ¿De qué objeto se trataba –o cuál era su valor sentimental- para que ella reaccionara de esa manera? ¿Qué animó a esa numerosa turba de hombres y mujeres que parecían provenir de una feria ambulante a correr del pabellón oeste hacia la salida sin apenas detenerse? ¿Por qué las supuestas modelos italianas tenían acento de Monterrey? ¿Dónde estuvo Faye Reagan, de la que sólo vi su nombre impreso en un espectacular, pero acaso nada más?

Misterio. Pero sólo diré dos palabras: Sarah Vandella.

Ella y Jennifer Dark estuvieron bien, a mi parecer. Aunque si me las hubiera topado en el centro comercial con ropa de invierno hubiera dicho exactamente lo mismo. De ese tamaño mi amor.

Se suponía que uno podría filmar su propia peli porno en compañía, nada menos, que de Jennifer Dark y Dianna Doll, pero el asunto era más bien del siguiente modo: uno desembolsaba 300 pesos, subía al escenario, era blanco de las burlas del animador, se acostaba en una cama situada entre dos reflectores. Cerca se encontraban un camarógrafo y un director girando instrucciones. Dianna le ofrecía a uno el trasero, Jennifer se nos ponía encima, el público alentaba a que tocáramos más, pero en realidad nos sentíamos tan nerviosos que apenas podíamos hacer algo con las manos. Terminaba la sesión sin habernos quitado siquiera la camisa. El animador nos acusaba de impotencia. Jennifer decía al micrófono la única palabra que había aprendido en español: “Pendejo”. El camarógrafo nos entregaba el DVD con el apropiado rótulo de “Bienvenido a la adultez”.

Publicidad

Había para todos los gustos –una característica inherente a la Expo Sexo– incluso si eso suponía fotografiarte junto a Celia Lora. Había gente haciendo lo impensable, como poner un stand de libros. Había un tipo disfrazado de diablo y otro sujeto haciéndole una felación. Había lonas con frases de Woody Allen y áreas donde el público tenía menos ropa que las supuestas desnudistas a las que habían ido a ver. Había –de acuerdo a la publicidad- una decena de países hermanados por algo que podríamos llamar “calentamiento global”. Finalmente nada ilustró mejor nuestra salida de ese mundo de ensueño que la fila de vendedores ambulantes rumbo a la estación del metro.

Lee más sobre la ExpoSexo en México:

Si me tocas, te meto la zapatilla por el culo

Anteriormente en A tranquear el zorro:

Taller de pornoliteratura, lección II: Cómo ponerle (título a un relato)

Primer taller de pornoliteratura para lectores de Vice