FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Algunas personas nos cuentan las cosas más vergonzosas que le han tenido que confesar a tus padres

¿Qué adolescente que se respete no se salió de su casa a escondidas para coger en la alberca del vecino, se masturbó en el auto de su hermana o pasó horas buscando porno de Dragon Tales en la computadora de la familia?

Imagen por Lia Kantrowitz.

Los niños son gente muy rara. Funcionan fuera de la lógica y la razón adulta y hacen cosas extrañas y vergonzosas cuando creen que nadie los ve.

Además, todo empeora cuando llega la pubertad y se añade el sexo a la fórmula. Puede que los niños pequeños dejen galletas para los gremlins que viven bajo su cama o se caguen en la alberca en cuanto su niñera se da la vuelta, pero los adolescentes llevan las travesuras a otro nivel. ¿Qué adolescente que se respete no se salió de su casa a escondidas para coger en la alberca del vecino, se masturbó en el auto de su hermana o pasó horas buscando porno de Dragon Tales en la computadora de la familia?

Publicidad

Se joven y estúpido es la excusa perfecta para hacer de todo, aunque a veces te descubren en medio de algo realmente vergonzoso y no tienes otra opción más que decirle a tus padres. Estos son algunos de los momentos más vergonzosos de gente que hizo cosas muy raras y se metió en graves problemas con sus padres.

Pipí de gato

Cuando era niña, siempre dormía desnuda y una noche me dio mucha flojera vestirme para ir a hacer pipí. Como tenía un tazón en mi recámara, decidí ponerme en cuclillas, apuntar, orinar en el tazón y vaciarlo en la mañana. Pero fallé porque ponerse en cuclillas y orinar dentro de un tazón es muy pinche difícil. Tomé una toalla, limpié la pipí del piso con ella y luego la eché a la ropa sucia.

Al día siguiente, mi mamá recogió la ropa sucia para lavarla y se encabronó cuando vio la toalla con pipí. Se puso a gritar que "el gato se había vuelto a orinar en la ropa sucia" y que era la última vez. A partir de ese día, el gato tuvo que vivir en el patio.

Dejé que el gato asumiera la culpa porque no podía dejar que mi madre supiera que había criado a una niña que orina en tazones en la noche en vez de ir al baño como una persona normal. El karma regresó unos días más tarde, cuando mi mamá atropelló al gato con el carro, algo que me atormentó por mucho tiempo. Años después se lo confesé a mi mamá y lo único que hizo fue mover la cabeza en señal de desaprobación.

Me oriné en un tazón y maté a mi pinche gato.

Publicidad

Fresas con chocolate

En la preparatoria, mi amiga Rosa y yo estábamos saliendo con dos chicos que también eran amigos y siempre andábamos los cuatro juntos. Un día, en el verano, los papás de Rosa salieron e invitamos a nuestros novios a la casa. En ese entonces solo pensábamos en sexo, así que decidimos que queríamos probar algo más locochón y fuimos a comprar chocolate líquido y fresas. Cuando llegaron los chicos, hicimos que vieran mientras nos revolcábamos en la cama cubiertas de chocolate líquido y comíamos fresas del cuerpo de la otra. Creímos que era algo muy sexy y nuestros novios adolescentes parecían estar disfrutándolo mucho. Todo indicaba que íbamos a hacer un cuarteto cuando, de pronto, escuchamos a la mamá de Rosa entrar por la puerta principal.

Los chicos saltaron por la ventana y se fueron corriendo pero no había forma de esconder las sábanas cubiertas de chocolate y fresas. Su mamá subió, vio el desmadre que hicimos y preguntó por qué la cama estaba cubierta de comida. Y Rosa, en vez de inventar algo inocente, dijo que habíamos estado experimentando entre nosotras.

La mamá de Rosa se puso como loca y me llevó a mi casa todavía cubierta de chocolate. Me obligó a decirle a mi mamá exactamente lo mismo que Rosa dijo. A mi mamá le dio risa y no me castigó pero la familia de Rosa sigue creyendo que éramos novias o algo así.

Años después entendí el miedo que había sentido mi mamá.

Publicidad

Embarazada a los siete años

Una vez, a los siete años, me convencí de que estaba embarazada en la casa de un vecino. En mi casa no me daban comida chatarra pero la casa del vecino estaba repleta de galletas y papitas y me atasqué hasta el punto en que mi estomago se infamó y me dolía tanto que creí que iba a tener un bebé a la tierna edad de siete años.

Regresé a mi casa corriendo y llorando para decirle a mi mamá que estaba embarazada. Todavía recuerdo como se puso pálida y me preguntó "¿Tuviste sexo?" Yo no sabía qué era sexo y se lo dije. En ese momento soltó un suspiro de alivio y me preguntó si había vuelto a comer mucha chatarra en la casa del vecino. Años después entendí el miedo que había sentido mi mamá, pero en ese momento estaba muy feliz porque no iba a tener un bebé.

Tanque de pipí

En prepa, como broma local, mis amigos y yo siempre amenazábamos con orinar nuestros tanques de gasolina. "¡Hazlo otra vez y me meo en tu tanque de gasolina!" o "¡Vuelves a decir algo sobre mi novia y me orino en tu tanque de gasolina!"

Una noche llevé a mi amigo Mario a su casa y me di cuenta que se robó un dulce del portavasos de mi auto. Me arranqué y le grité a Mario que le iba a orinar su tanque de gasolina. Mi amigo rió incrédulo y entró a su casa. Entonces me estacioné, regresé a su casa y cumplí la amenaza.

Dos días después, Mario fue a verme y me pregunto: "Güey, mi carro anda raro, ¿en serio te orinaste en mi tanque de gasolina?" Y le respondí que sí pero solo un poco. Es noche, mientras jugaba videojuegos, sonó el teléfono.

Publicidad

Lo sabía. Sabía que estaba en problemas. Diez minutos después, mi papá entró a mi recámara. Tuve que confesarle que, sí, me había hecho pipí en el tanque de gasolina y no, no tenía dinero para la reparación. Estaba enojado con mi amigo, castigado y demasiado apenado como para hablar con los papás de cualquiera de mis amigos. No sabía qué hacer.

Al día siguiente, Mario llevó su auto al mecánico y resultó que tenía un problema con las bujías.


Relacionados: Algunas personas nos contaron lo peor que le han hecho a sus padres


pelos

Cuando me empezó a salir vello púbico, estaba muy asustada. No sé por qué pero me perturbaba mucho ver esos vellos negros donde antes solo había piel suave. Por eso empecé a usar las pinzas sofisticadas de mi mamá para arrancarlos uno por uno cada que salían.

Al principio no pasaba nada porque me salían uno o dos a la semana. Pero con el tiempo se volvía cada vez más difícil. Ese verano, mi familia y yo nos fuimos de vacaciones dos semanas sin las pinzas y cuando regresé ya tenía un arbusto enorme. Cuando llegamos a casa, corrí al baño donde estaban las pinzas de mi mamá para quitar todo ese vello. Dolía mucho pero estaba decidida a no rasurarme para que no crecieran más gruesos. Habían pasado apenas diez minutos cuando mi mamá tocó la puerta. Solo teníamos un baño y mi mamá tenía muchas ganas de entrar. Empecé a limpiar pero me di cuenta de todo el baño estaba cubierto de pelos. Me arrodillé y empecé a recogerlos uno por uno y tirarlos a la basura. Pasaron tres minutos y mi mamá ya estaba desesperada. Me di cuenta que no iba a lograr limpiar todo ese desmadre y decidí abrir la puerta.

Mi mamá entró, vio el piso cubierto de vellos, sus pinzas en el lavabo y gritó. Eso hizo que mi papá entrara y se fuera corriendo a su recámara al darse cuenta de lo que había pasado. Tuve que confesarle a mi mamá que había utilizado sus pinzas caras para depilarme allá abajo y que llevaba seis meses haciéndolo. Mi mamá soltó una carcajada histérica, me corrió del baño para que pudiera hacer pipí y después me obligó a barrer.

Y le ha contado esa anécdota a todos los novios que he tenido.