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Armas en la nieve

A los suizos les encantan las armas casi como el chocolate o los relojes.

En diciembre, después que la masacre en el colegio de Newport, Connecticut hizo llorar al presidente Obama, el asunto parecía muy claro: EE.UU tiene el ratio más alto en posesión de armas , y como consecuencia tiene el mismo ratio de psicopátas abriendo fuego en espacios públicos.

Políticos de ambos lados del espectro, y la mayoría de medios de comunicación en el mundo, se pusieron de acuerdo en la urgente necesidad de hacer más difícil la compra-venta de armas y así evitar más tragedias de este calibre.

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Más o menos en ese momento fue cuando Suiza se convirtió en el héroe improbable del equipo pro-armas. La NRA dio una rueda de prensa tras las secuelas de la tragedia de Newport, y citó a Suiza (junto con Israel) como ejemplo de un país con alto ratio de posesión de armas y un índice de criminalidad comparativamente bajo. Y hasta cierto punto es verdad: a los suizos les encantan las armas casi más que el chocolate o los relojes. Cualquiera que sea mayor de 18 años puede pedir un permiso para comprar un rifle o una pistola (y estas armas pueden ser legalmente intercambiadas entre individuos sin licencia). Pero a pesar de que es más fácil que caiga en tus manos una Glock que rellenar la declaración de hacienda, las armas obtenidas comercialmente sólo cuentan como una pequeña fracción de las armas que se poseen legalmente en el país.

La principal razón de que este país de banqueros esquiadores y oro nazi tenga más armas per cápita que Irak, tiene que ver con la tradición de combinar un pequeño ejército con una milicia de ciudadanos. Cuando dejan el servicio militar (obligatorio a los 18), los suizos tienen la opción de quedarse con su arma. Y eso es lo que hacen muchos suizos, aunque sus razones sean más el patriotismo que la protección.

El resultado: 45 pistolas por cada 100 personas. Suiza ocupa el tercer lugar en la lista de las naciones más armadas que publica la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).

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Según la demagógica posición del NRA, la solución a que la gente no se mate entre ellos es darles una arma a todos. Sin embargo, un vistazo a los índices de homicidio entre el norte y el sur de América te dirá que las tasas no dependen de cuántas armas hay, si no de otros factores. Entre ellos, obviamente, la pobreza. Por lo tanto, si las vertientes del Eiger no han sido teñidas de rojo con la sangre de cantantes de yodel, probablemente es porque esos cantantes de yodel conducen Audis y cobran el doble que sus vecinos europeos.

Dicho esto, en los últimos 10 años se han elevado de manera inquietante los fusilamientos masivos en la nación alpina. En 2001, un hombre armado con pistolas y rifles abrió fuego en los edificios del Parlamento, en Zug. Asesinó a 14 personas, provocando por primera vez un debate sobre un mayor control sobre armas. Pero las tragedias continuaron.

En verano pasado, el asesinato de una familia británica-iraquí que estaba de vacaciones en los Alpes dejó atónita a la prensa europea y atrajo rumores Bournescos de que los autores del crimen eran agentes de contraespionaje. Hace dos semanas, una incidencia similar en el pueblo de Dallion culminó con el arresto de un esquizofrénico paranoide, posiblemente relacionado con ambos asesinatos.

Y justo la semana pasada, en una fábrica de procesado de madera, cerca de Lausane, un hombre disparó a sus compañeros en la cafetería, matando a cuatro y dejando a seis heridos antes de matarse a sí mismo.

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La regularidad de este tipo de sucesos es profundamente alarmante y los suizos han reaccionado con su típico pragmatismo, urgiendo a un nuevo debate parlamentario sobre el tema.

Pero aunque el incremento del uso violento de armas parecería a priori apoyar a aquellos que piden controles más duros, dichas reformas irían en contra de una cultura de las armas incrustada en la identidad nacional. Puede que se base más en un símbolo de orgullo nacional que en autoprotección, pero los suizos defienden su derecho a las armas con igual ferocidad que los pro-armas en EEUU: en 2011, un proyecto de ley para prohibir toda posesión de armas fracasó al carecer del suficiente apoyo.

A pesar de las masacres y del escrutinio de la prensa internacional, quizá cambiar la ley en Suiza sea igual de difícil que quitarle la escopeta a Charlton Heston de sus “manos, frías y muertas”.

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