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Cultură

Arte en tiempos de guerra

Para algo sirven las armas.

En el puerto de Bengasi, Libia, hay una de las casas más grandes de la ciudad: una extensa estructura que en un principio perteneció a los colonialistas italianos, después al Rey Idris, luego a Muamar Gadafi, y ahora, extraoficialmente, a los ex rebeldes que la están habitando. Pero la vieja casa no es nada en comparación con las docenas de esculturas que hay frente a ella: configuraciones oxidadas —suficientemente grandes para escalarlas— con formas de humanos, animales e insectos, construidas con los escombros de la revolución del año pasado.

El escultor, Alí al Wakwak, nativo de Bengasi, empezó a crear sus esculturas unos meses después de iniciada la revolución. “Empecé en mayo”, dice, “cuando las cosas estaban muy duras. Había una necesidad de expresión. Y mucho material disponible”. Alí recogía lo que podía en el campo de batalla: trozos de fierro, armas y viejos vehículos militares. Después mudó su estudio a la mansión en Bengasi, donde comenzó a crear esculturas que cuentan la historia del antiguo régimen y la lucha que lo derrocó.

“Hay un dinosaurio enorme en la entrada que representa a Gadafi”, me cuenta. “Igual que los dinosaurios, él también se extinguió”. Orgulloso, me muestra una figura con una falda hecha con cientos de casquillos usados. “Ella representa la fuerza de las mujeres en Libia. A lo lejos se ve una hormiga gigantesca, hecha con rifles y un jeep militar corroído. “Es un símbolo del pueblo libio. Gadafi nos llama insectos, así que dije: ‘Muy bien, somos hormigas, ¡pero hormigas enormes!”