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Ayuda a salvar el mundo consumiendo menos carne y lácteos

A menos que cambiemos nuestros hábitos alimentarios y nuestras prácticas agrícolas, corremos el riesgo de no cumplir el objetivo climático establecido para reducir el calentamiento global.

Come menos carne y lácteos, salva el mundo. Es la última consigna que los veganos sueñan con ver cumplida, y posiblemente los científicos suecos de la Universidad Tecnológica de Chalmers logren hacerla realidad. Según un nuevo estudio publicado por Climate Change, a menos que cambiemos nuestros hábitos alimentarios y nuestras prácticas agrícolas, corremos el riesgo de no cumplir el objetivo climático establecido por la ONU para reducir en dos grados Celsius el calentamiento global.

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Las emisiones de medios de transporte como los coches o los aviones son, con mucho, las más contaminantes. Pero ni siquiera fijando estos objetivos para el 2050 sería suficiente. Un tercio de las emisiones de gas de efecto invernadero proceden de la producción alimentaria y agrícola. Esto incluye los pedos de vaca, que contienen metano, son perjudiciales. Los investigadores de Chalmers vaticinan que, si no se pone freno a las emisiones agrícolas, el óxido nitroso que se genera en suelo agrícola y el metano producido por los animales se habrán duplicado en 2070, lo que haría imposible lograr el objetivo climático de la ONU.

"Hemos demostrado que para reducir la contaminación agraria a niveles seguros es fundamental reducir el consumo de carne y lácteos", afirmó Fredrik Hedenus, uno de los autores del estudio en un comunicado previo.

En el estudio, Hedenus y sus colegas establecieron un escenario climático idealizado en el que el 75 por ciento de los lácteos y la "carne de rumiantes" es sustituido por otro tipo de carne. Por "carne de rumiantes" se entiende la carne de animales que tienen panza, una de las cuatro cavidades en las que se divide el estómago. Este órgano favorece la digestión de estos herbívoros fermentando las plantas que ingieren. Durante este proceso digestivo, no obstante, se produce metano, un gas cuyo potencial de calentamiento es 23 veces mayor que el del dióxido de carbono. De ahí que tengamos que comer más pollo.

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Sin embargo, "un cambio de tal magnitud en los hábitos alimentarios puede requerir mucho tiempo", afirmó Hedenus, y añadió, "deberíamos empezar a pensar en cómo hacer que lo que comemos fuera menos contaminante". Es cierto. A nadie le gusta que le digan lo que puede o no puede comer. Esta idea aparece de forma reiterada en el estudio, que tuvimos oportunidad de ver. Un extracto: "Los cambios en los hábitos alimentarios promovidos desde la política son controvertidos y casi con toda seguridad se producirían únicamente cuando se hubieran agotado las mejoras de productividad y las medidas técnicas".

¿Cuáles son las "mejoras de productividad" y "las medidas técnicas" que contribuirán a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de nuestros procesos agrícolas? Pues resulta que la tecnología para ponerlas en práctica todavía no existe. El estudio propone algunas soluciones basándose en la tecnología actual, como la idea de que la producción de metano por parte del ganado "podría reducirse un 20 por ciento mediante el uso de aditivos de grasas u otros aditivos para la alimentación no basada en pasto". En otras palabras, se trata de echarle algo a la comida de las vacas para que no echen tanto metano en sus pedos.

Otra idea consistía en mejorar la eficacia en el procesamiento de las heces de los animales (el estiércol). Aquí tenemos otro extracto del estudio:

La reducción de las emisiones del estiércol probablemente se lograría de forma más efectiva mediante el uso de un digestor anaeróbico o capturando y quemando el metano a través de un sistema de gestión de purines. Mediante ambas opciones se logra reducir el CH4 [metano] y el N2O [óxido nitroso] un 70 por ciento (Montes et al. 2013). Si los sistemas de gestión de estiércol sólido se transformaran en sistemas de gestión de purines, es posible lograr un mayor nivel de reducción de emisiones de N2O. Para ello, se asume un periodo de transición gradual de los sistemas sólidos a los de purines y, posteriormente, a los de gestión y quema de purines. Esto representaría un descenso de entre el 30 y el 70 por ciento del total de emisiones de CH4 y N2O de la región para el año 2070, en comparación con el 2000.

"Estas emisiones pueden reducirse con mejoras de la eficiencia en la producción de carne y lácteos y con la ayuda de las nuevas tecnologías", afirmó Stefan Wirsenius, coautor del estudio, en una declaración. "Pero las posibles reducciones que se lograrían con estas medidas son bastante limitadas y probablemente no bastarían para cumplir el límite impuesto si continúa creciendo el consumo de carne y lácteos", añadió.

Sin embargo, un descenso del 70 por ciento de las emisiones de metano y de óxido nitroso con solo mejorar la gestión de las heces resulta significativo. Tampoco hay que subestimar la determinación de los McDonalds y Burger Kings del mundo. Pero donde hay voluntad, hay un camino y, como concluye el estudio, "unos avances tecnológicos mayores que los que se suponen en este estudio evitarían en gran medida la necesidad de cambiar los hábitos alimentarios".

@FruzsE