Bolivia se prepara para la gran fiesta del folklore andino

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Bolivia se prepara para la gran fiesta del folklore andino

El carnaval de Oruro declarado Patrimonio de la Humanidad hará vibrar a miles de personas de todo el mundo el primer fin de semana de febrero. Te presentamos un recorrido por algunas de sus danzas más significativas.

Oruro, una ciudad boliviana de tradición minera a 3,700 metros sobre el nivel del mar y con una población de medio millón de habitantes, se convierte cada febrero en la capital del folklore andino. Miles de bailarines, bandas musicales y espectadores de todo el mundo celebran hasta que el cuerpo aguanta la peregrinación de los devotos a la virgen del Socavón, que desde lo alto de un cerro vigila la ciudad.

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La sumisión al patrón en tiempos de la colonia, los siete pecados capitales o las peticiones a la Madre Tierra son algunos significados que esconden las danzas tradicionales del Carnaval de Oruro, declarado Patrimonio de la Humanidad, en un espectáculo donde la devoción católica se funde con expresiones culturales indígenas. Mientras la ciudad se prepara para albergar a miles de personas de todo el mundo, te presentamos un recorrido por algunas de sus danzas más significativas.

Diablada, la danza madre del Carnaval

Hay mucha discusión acerca de su origen, ya que se han constatado expresiones de diablos desde Chile hasta Guatemala. Sin embargo, en Oruro el diablo tiene un significado especial debido a que es la figura venerada en las profundidades de la mina por los obreros, que le encomiendan la protección de sus vidas y el éxito en el trabajo.

La danza de la diablada simboliza la lucha entre el bien y el mal, el enfrentamiento entre los siete pecados capitales representados por los diablos y la figura del Arcángel Miguel, que les obliga a rendirse ante la Virgen del Socavón. El día después de la entrada folklórica, los diablos entran de rodillas en el santuario y rinden pleitesía a María.

Morenada, el doloroso pasado colonial

Es una de las danzas más importantes del carnaval y según la teoría más extendida representa a los esclavos negros africanos que fueron llevados a las minas de Oruro y Potosí durante la Colonia española.

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La relevancia de esta danza radica en el precio de los trajes —alrededor de mil dólares— y la calidad del bordado. En su origen era bailada por personas adultas y con gran influencia económica y social. Ahora se ha democratizado bastante, aunque como dice la canción "si quieres bailar morenada, tienes que tener platita".

La china morena es uno de los personajes más emblemáticos y transgresores de la fiesta. La figura fue creada en los años 60 inspirada en vedettes de la época y comenzó así a visibilidad al colectivo LGBT.

Caporales, el capataz de los esclavos

La danza de caporales, con apenas medio siglo de vida, da cuenta de que la cultura popular nunca es estática. Fue creada por los hermanos Estrada Pacheco en los años 60 con la intención de satirizar a los capataces que vigilaban el trabajo de los esclavos negros durante la colonización española.

La vestimenta está plagada de mitos y leyendas, y los cascabeles de las botas trasladan al espectador el sonido de las cadenas de los esclavos, que se mezcla con música tradicional, tambores y ritmos africanos.

Las mujeres tradicionalmente llevan faldas cortas y escotes marcados, aunque recientemente ha aparecido el personaje de la "macha", que se viste con el atuendo masculino y danza al ritmo de los hombres.

Tinku, encuentro por la Pachamama

Cada 3 de mayo desde la época prehispánica, pueblos indígenas del norte de Potosí se enfrentan a golpes y entregan su sangre a la Pachamama para pedirle abundancia y fertilidad.

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El baile folklórico del Tinku (encuentro en quechua) es una representación festiva del sangriento ritual y se ha posicionado como uno de los más prestigiosos de Oruro junto a la Morenada y la Diablada.

Actualmente la mayor parte de bailarines de Tinku son jóvenes de clase media que danzan en una demostración de fortaleza juvenil, color y vitalidad. Los instrumentos de cuerda y viento acompañan el ritmo pegadizo del que no escapa nadie.

Llamerada, el éxodo de los pastores

La relación del hombre y la mujer andina con camélidos como las llamas, alpacas o vicuñas es ancestral e indivisible de la realidad del altiplano. La danza de la llamerada es una de las más antiguas del folklore y refleja los viajes de los pastores de llamas por el terreno hostil de los Andes.

Su símbolo principal es la korawa (honda) que solía utilizarse en tiempos de paz para arrear al ganado en las extensas caravanas que llevaban productos de las tierras altas a las bajas para hacer intercambios comerciales.

Los movimientos alegres y ligeros de la danza simbolizan el pedido a los dioses andinos para la protección necesaria de los viajeros.

Tobas, la escenificación de lo amazónico

En la danza de Tobas, el indígena de tierras altas hace una representación del amazónico, al que describe como el otro, el diferente, el salvaje. En el baile, sumamente logrado, abundan los grandes saltos y movimientos ágiles que representan la caza del puma.

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Los Tobas, casi siempre jóvenes por la exigencia y esfuerzo físico que requiere el baile, portan "chontas", una especie de lanza que manejan con singular destreza.

Suri Sikuri, el baile del avestruz

La genuina danza de los Suri Sikuris hunde sus raíces en los cazadores de ñandú o avestruz americana. Por ello la indumentaria y los pasos del baile simbolizan el movimiento elegante y delicado del animal.

Los adornos que los bailarines llevan sobre sus cabezas elaborados con plumas naturales generan por un lado el deleite de los espectadores y por otro el rechazo y alarma del sector ambientalista, que critica la necesaria caza de avestruces para elaborar los sombreros.

A pesar de que el estereotipo es que es una danza depredadora de la especie animal, los danzarines defienden que no existe tal impacto ambiental porque los sombreros se heredan de generación en generación y se conservan durante décadas.

Pujllay, la victoria militar declarada patrimonio de la humanidad

El baile del Pujllay, que en quechua significa fiesta, está dedicado tradicionalmente al agradecimiento a la Pachamama por la cosecha y según algunas hipótesis surgió como homenaje a la festividad del Jatun Pocoy (gran madurez) y el Pauker Waray (sacrificio al sol), en la zona de Tarabuco, al sur del país.

Sin embargo, el pasado combatiente de los indígenas yampara contra el imperio incaico y después contra las tropas españolas, a las que vencieron en la guerra de la independencia en 1816, convirtieron esta danza en un espectáculo de la victoria militar.

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Los bailarines llevan montera en alusión a las que llevaban los colonos españoles, pero adornada con flores que representan la naturaleza. Las mujeres se han ido sumando a este grupo manera más reciente y también visten trajes muy vistosos hechos por ellas mismas que acompañan con una wiphala (bandera).

Kullawada, la danza de los hilanderos

La danza del Kullawa encarna a los hombres y mujeres aymaras hilanderos del altiplano. Aunque el baile representa a los antiguos tejedores, todavía es usual ver a mujeres con el "kapu" o rueca en el campo e incluso en las calles de La Paz o El Alto.

Existe una creencia muy marcada de que si bailas kullawada con tu pareja se acaba la relación. Por ello, los hombres se colocan el poncho de la amada en la cintura a modo de faja como símbolo para no perder su amor.

El personaje del waphuri, que encabeza la danza con movimientos sensuales y amanerados, es tradicionalmente un homosexual que actúa como un pararayos que frena toda la mala suerte que trae bailar kullawada.

Desde que el colectivo trans de Los Galán decidió apoderarse de este personaje, es uno de los espectáculos más esperados del Carnaval.

Negritos, el lamento africano hecho fiesta

Se dice que los esclavos negros traídos de África se establecieron en la zona de los valles yungeños al norte de La Paz porque no podían resistir el frío y las duras condiciones de las minas de plata y estaño de Potosí.

La historia cuenta que después de las arduas jornadas de trabajos forzados solían reunirse en las noches para entonar cánticos de lamento y realizar ritos propios con tambores improvisados. La danza de los negritos representa este hecho histórico y es una de las más aclamadas del Carnaval, donde las y los bailarines danzan al ritmo africano de los timbales.

El personaje estelar es el capataz o caporal, que representa al criado mulato privilegiado por los ricos hacendados, que lleva camisa con volantes exuberantes y un sombrero de grandes dimensiones para demostrar su poder.

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