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Mal del puerco

Chino, coreano, japonés, come rico y dame

Estas son tres joyas queridas y poco conocidas de la gastronomía asiática en el DF.

Al hot pot, ¡todo!

Vives en México y amas la comida mexicana, esto nadie te lo discutirá. Pero, ¿de veras la quieres todos los días? ¿De veras diario comerás tortas, quesadillas, gorditas y huaraches, toda la vida? Claro que no. En las grandes ciudades de México, y gracias a la globalización brutal de nuestra época, aquí se come de todo, y de todo un poco se entiende. El misterio de un platillo ajeno a estas tierras es sólo la invitación a conquistar su encanto, experimentar con él.

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En esa zona de la búsqueda diaria de lo primordial —la comida— existe el mal en cada estómago mexicano que a veces nos lleva a hacer cosas de las que nos podemos arrepentir después. Hablo de la tentación presentada por los restaurantes de cadena gringo-mundial que nos inundan en México por todos lados, y frecuentemente inundan nuestros sistemas gastrointestinales con tanta grasa masticada que por un rato se puede sentir que uno está embarazado. Ni hablar; ahí caigo frecuentemente. A veces lo único que quiero en todo el universo es una american hamburger y en ese momento me valen las consecuencias.

Quedo satisfecho, por un lado. Pero tampoco quiero desarrollar diabetes, vivir con obesidad ni morir por un ataque al corazón. Entonces tengo que buscar más opciones para diversificar mi dieta de mutante migrante de la Ciudad de México. Es un universo aparte que merece un gran lugar en la vida diaria chilanga: las gastronomías de Asia.

Ensalada coreana de col.

Estas cocinas milenarias son amplias, con complejos rituales de preparación y de consumo, y concentrados en ingredientes frescos, no procesados, hasta diría prudentes. El DF contiene mucha comida asiática, desde sushi extremo nice-nice en las Lomas hasta el chop suey gris en los interminables cafés chinos sobre las avenidas principales, lugares que al final de cuentas son más mexicanos que chinos.

Esta semana, les quiero recomendar tres restaurantes que para mí representan en este momento puentes a las cocinas de tres países que nunca he visitado pero que amo individualmente por ciertos aspectos de su gastronomía. O, para ponértelo simple: aquí me gusta comer.

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La calle de Oslo.

Japonés escondido: el Mikafe

Veo a la comida japonesa como tranquila, sensible, pero de igual manera muy divertida y sustanciosa. Es, en primer lugar, mucho más que el sushi. El izakaya, por ejemplo, es el ritual japonés de pequeños platillos, tipo antojitos, y lo extraño mucho. Creo que lo que más me gusta de la comida de Japón es el platillo de ramen: el fideo de sabores intensos, preparado con trozos de carne de cerdo lentamente rostizados y servido con un huevo cocido flotando en el caldo. Vean la entrada “Dos días de comer y chupar en Nueva York”, donde pasamos a una linda tarde en un ramen house en Williamsburg, Brooklyn.

El mejor ramen que he encontrado es el del Mog sobre Álvaro Obregón en la Roma, aunque últimamente el local se encuentra clausurado. Lástima. Hay otros lugares en DF que conocen los más fanáticos del ramen (como, el Ramen-Ya de la Del Valle, que también se encuentra fuera de servicio), pero les quiero hablar más bien de un refugio de la comida de confort japonesa que se encuentra en una calle perdida de la Zona Rosa.

El katsudon, servido.

Nunca había escuchado de la Calle Oslo en la Colonia Juárez. Es sólo una cuadra de largo. La conocí una noche desesperado por mi existencia y caminando sin rumbo por la oscura calle de Niza. Oslo tiene un encanto raro, parece como si esta callecita apareció aquí mágicamente desde Barcelona, Shanghái o Berlín. Llegué a un local que me llamó la atención porque desde la banqueta se veía que era como de otakus, con decoración de posters de ánime.

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Sapporo para mi alma peda.

Esa noche, me senté solito adentro de este lugar de antojitos japoneses, el Mikafe, y pedí lo que buscaba sin saberlo: un katsudon y una lata alta del lager japonesa, la Sapporo. El Mikafe lleva varios años escondidito en la Calle Oslo, número 8. Desde que la conocí, he regresado en varias ocasiones para sentir que estoy en una ciudad distante, y para disfrutar de un miso pequeño, la chuleta de cerdo frita sobre su cama de arroz blanco, ese delicioso katsudon, y la cerveza dulce-agria y tan empedante como se lo merece un mexicano.

También tienen ramen. ’Ta rico

El Don’s Chiken sirve sólo una cosa.

Coreano callejero: Don’s Chiken

La comida coreana es ruidosa en todo sentido, como ya les he contado en la entrada, “Comer como un chilango coreano”. Lo repetiré hasta morir: No hay nada en el mundo como el barbeque coreano, ¡nada!

Pero siempre guardaba la sospecha de que había más platillos que algún día deberían recibirme en México desde la Península de Corea, conforme nos llega más banda coreana. Fue así que un día me invitaron a conocer el Don’s Chiken, también en la Zona Rosa. Esa tarde, mi perspectiva sobre la comida coreana dio un giro a un territorio desconocido.

Para chuparse los dedos.

Don’s Chiken ofrece sólo un platillo: el pollo frito coreano. Digamos que este plato es el verdadero “KFC” (Get it? Korean Fried Chicken): Un pollo entero, en trozos chicos pero no tipo nugget, sin piel y frito dos veces, es decir, hasta la gloria.

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El pollo frito coreano de Don’s Chiken viene en dos preparaciones, normal y agridulce, y cuesta como 180 pesos. Hemos probado de los dos y les quiero advertir que un plato es bastante para dos personas, quizá hasta para tres. Prefiero el crispy normal, que sabe a una preparación digna, aunque suena raro. El fried chicken en Estados Unidos es mayormente considerado una comida de pobres o de mal gusto por ser tan grasoso, pero les puedo jurar que nunca verás el pollo frito de la misma manera después de probarlo en su versión coreana.

¡Kitty!

El local de Don’s Chiken, en Liverpool 170, está recién hecho y se mantiene bastante limpio. Pídete tu refresco o chela para acompañar, y disfruta de la ensaladita de col de entremés.

Entrándole al hot pot.

Noche de hot pots: Ka Won Seng

El mejor restaurante de comida china en la Ciudad de México es el Ka Won Seng, un comedor modesto que se encuentra en la Colonia Viaducto Piedad, a cinco cuadras al interior de la colonia desde la estación de metro Viaducto. Este comedor de grandes mesas redondas fue “descubierto” por los foodies chilangos hace un par de años, y capto la imaginación de varios con un simple letrero en la puerta: “No hay comida mexicana, café, ni pan dulce”.

¡Alivio! Con ese mensaje, el Ka Won Seng (Calle Albino García, No. 362) anuncia que no es un café chino como los miles que hay en México, ni de chiste. Más bien es el lugar donde los chinos que trabajan en los cafés chinos vienen a cenar y celebrar. Así es, cada vez que he ido a Ka Won Seng, los clientes son en su mayoría chinos chilangos, otra buena señal.

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La comida no desilusiona. Desde el arroz hasta las sopas y con los platillos (especialmente las preparaciones de pato), todo lo que sirven en Ka Won Seng está fresco, bien seleccionado y preparado con un apego auténtico y notable a la cultura culinaria del “Reino del Medio” que es China. En específico, Ka Won Seng ofrece la comida al estilo de la provincia Sichuan. Y esto nos lleva el tema de los hot pots.

Lo crudo, para cocinar.

Cada miércoles y sábado por las noches, Ka Wong Seng arma una mesa tipo buffet y con ello hay la oportunidad de disfrutar de un ritual culinario que no tiene par. El uso de los hot pots —cazuelas de metal llenas de un caldo con especias y chiles, con una flama mantenida abierta por de bajo— se convierte en un festejo para tu boca.

Sólo… Mmmmm.

Del buffet, llenas un plato con lo que se te antoje, todo crudo y todo listo para la cazuela: carnes, bolitas de res o de pescado, camarón, lechugas, ostiones, ramen, dumplings, lo que quieras. Tú vas echando a tu hot pot tu comida, todo se cuece junto, todo sabe exquisito, de todo quieres más. Y con tu hot pot ya prendido, la invitación está abierta a comer hasta que grites: “¡Ya no más!”.

En ese momento, se pide otra cerveza.

@longdrivesouth

Lee más sobre comida en nuestra columna Mal del puerco.