Cumplir 40 es un shock para muchos porque se dan cuenta de que, aunque el cerebro está en su mejor momento, el cuerpo no. Para algunos, la única forma de conservar la ilusión de juventud es engañar al cuerpo para que crea que puede funcionar por medio de sustancias ilícitas que lo único que hacen son dañarlo a largo plazo. Y así comienza el círculo vicioso.Es difícil saber cuándo parar la fiesta pero, a veces, es todavía más difícil encontrar el camino a casa. Platicamos con drogadictos productivos de cuarenta y tantos sobre sus vicios y cómo éstos afectan su vida.
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Misha, 42
Por fuera era un profesionista exitoso y por dentro era una bomba de tiempo. Un día, cuando me acababa de despertar, sentí que no podía respirar. Me dolía el corazón y sentí que se me durmió un brazo. Creí que me estaba dando un infarto. Entré en pánico y me tomé un Xanax. Cuando fui al doctor, me recetó unas pastillas y me dio instrucciones estrictas de bajar el ritmo de mi estilo de vida. En otras palabras: dejar la coca.No me arrepiento del precio financiero, me arrepiento de lo que le hizo a mi salud.
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Fue muy difícil. Para ese entonces ya me había separado y la mayoría de mis días eran una apatía mortal. Seguía yendo al trabajo pero ya no era tan productivo. A veces me doy un poco nada más para superar mis crisis depresivas.
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Mis hijos ya casi son adultos y nunca he tenido el valor de hablar con ellos sobre drogas. Probablemente sea porque no he podido dejar ese hábito. A veces todavía me dan ganas de darme una línea sin importar las consecuencias. Pero casi siempre me las aguanto. Si fuera un hombre honesto, le diría a mis hijos que la coca es una droga adictiva, sobre todo por lo que te hace sentir cuando la consumes sin necesidad de hacer un gran esfuerzo. Y a pesar del precio que pagué, lo volvería a hacer. No me arrepiento del precio financiero, me arrepiento de lo que le hizo a mi salud"."Como hija único, crecí como la princesa de mamá y papá. Cuando eran vacaciones, siempre íbamos a esquiar o algún lugar exótico. Me compraban todos los juguetes y la ropa que quería. Lo tenía todo. Además de que mis papás me consentían, también era muy buena estudiante y en realidad nunca me porté mal. Confiaban plenamente en mí y me daban libertad total, de la cual nunca abusé.Las personas con las que salía eran hermosas, se vestían bien y siempre estaban ebrios. A pesar de lo mucho que me aburrían, nunca busqué un grupo diferente de amigos. No pertenecía a ese grupo y sabía que tampoco pertenecía a otros. Todo cambió la noche en que conocí al amor de mi vida, en una de esas fiestas aburridas. Él era arrogante y muy abierto en lo que respecta a su deprecio por los demás pero, no sé por qué, me perdonó y me encantó. Era inteligente e intrépido. Unas horas más tarde, me ofreció una línea de polvo blanco amarillento, envuelto en papel aluminio. Me enseñó cómo inhalarlo, lo hice e inmediatamente me dieron ganas de vomitar. Logré controlarme porque las señoritas no vomitan.
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Mis hijos ya casi son adultos y nunca he tenido el valor de hablar con ellos sobre drogas. Probablemente sea porque no he podido dejar ese hábito. A veces todavía me dan ganas de darme una línea sin importar las consecuencias. Pero casi siempre me las aguanto. Si fuera un hombre honesto, le diría a mis hijos que la coca es una droga adictiva, sobre todo por lo que te hace sentir cuando la consumes sin necesidad de hacer un gran esfuerzo. Y a pesar del precio que pagué, lo volvería a hacer. No me arrepiento del precio financiero, me arrepiento de lo que le hizo a mi salud".
Vesna, 45
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Me preguntó si me había gustado y tuve que admitir que sí. "Es heroína", dijo. La volví a probar, una y otra vez. Pero el amor verdadero solo nace una vez que te la inyectas —lo cual hice unos meses después—. En los años que siguieron, viajamos por el mundo, nos quedamos en hoteles lujosos y nos inyectamos cada que se nos antojaba. Nos amábamos mucho y nunca peleábamos. La única diferencia entre nosotros era que yo sabía cuándo parar y él no.Después nació nuestra hija. No estábamos seguros de si queríamos tenerla o no pero mis padres intervinieron y nos convencieron de tenerla. Yo quería seguir divirtiéndome pero la fiesta se acabó cuando mi esposo tuvo una sobredosis y falleció. Ahí me di cuenta que debía asumir la responsabilidad por nuestra hija y abrí mi propio despacho de contaduría. La heroína me ayudó a administrarlo bien por un tiempo. Pero entré en razón porque tenía que cuidar a mi hija y mi salud. Me inscribí a un programa de rehabilitación basado en metadona, así que sigo consumiendo drogas, solo que son drogas legales.Nunca he hablado sobre mi pasado con mi hija. Ella parece que está en un mundo totalmente diferente al mundo en el que viví la mayor parte de mi vida. Ella no toma, no fuma y evita a las personas que fuman mariguana con fines recreativos. Seguro se sacaría de onda si le dijera lo de mi adicción. O probablemente no lo creería.Yo quería seguir divirtiéndome pero la fiesta se acabó cuando mi esposo tuvo una sobredosis y falleció.
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Ahora hago ejercicio. Mi salud es mi prioridad por el bien de mi hija. No me arrepiento de nada pero me moriría si mi hija decidiera vivir su vida en la misma forma que yo lo hice".
Maja, 46
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Como no me sentía bien y me costaba mucho trabajo pararme en ciertos días, empecé a faltar a la oficina. Me excedí con mis tarjetas de crédito, pedí un préstamo para comprar coca y sigo pagándolo hasta el día de hoy. La consumía en casa, solo, que es prácticamente como tirarla a la basura. Pero creo que haber empezado tarde me salvó. Estaba rodeado de adultos relativamente responsables que se dieron cuenta de que algo andaba mal. Mis amigos y mis compañeros de trabajo insistían en que buscara ayuda profesional. Y drogarte ya no es divertido cuando tienes a tanta gente preocupada por ti. Además, estaba en quiebra y mi piel se estaba poniendo verde.Ya no consumo cocaína. Ahora que lo analizo, me da miedo lo poco que me tomó volverme adicta. Es tan fácil quedar enganchado que prefiero nunca asumir que ya superé mi adicción".