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Recorro el malecón a bordo del taxi a toda velocidad, mientras observo cientos de bares y gente borracha manejando, cantando corridos en camionetas, explotando con una felicidad tan encantadora como atemorizante, en la fiesta mexicana del todo o nada. De pronto, a la mitad del trayecto, un coche blanco sale de una de las calles que topan con el malecón. Casi choca con nosotros, pero el conductor del taxi lo logra esquivar. Le pregunto "¿Qué le pasa a ese güey? ¿Está pedo?" Y el taxista me contesta nervioso que si no fuera por sus reflejos, seguro nos habría pegado. Recibo una llamada de la persona que iba a ver, y me pregunta por dónde voy, no le sé responder porque no tengo ni idea, le pregunto al taxista y me contesta que ya estamos cerca. Cuelgo y checo en google maps que efectivamente estamos a un minuto de llegar. Veo del otro lado del malecón el conocido antro hacia el que me dirijo, sólo nos tenemos que dar vuelta en U para que el chofer me deje en la entrada. El taxi se da la vuelta a gran velocidad y justo en ese momento todo se vuelve más lento. Volteo hacia mi izquierda, y descubro un coche blanco con dos personas a bordo, las cuales me miran fijamente; rápidamente volteo a ver al taxista y descubro que está haciendo contacto visual con los ellos. Cuando llegamos a la altura de la entrada del antro, el taxi no se detiene y acelera por el malecón, le aviso al conductor que se acaba de pasar y escucho que responde "Ya sé, ahí voy" o algo por el estilo antes de tomar otro retorno sobre el mismo malecón y dar de nuevo vuelta a toda velocidad. Volteo otra vez a la izquierda y descubro con horror a los mismos tipos del coche blanco, dando vuelta a la par de nosotros y sin dejar de verme, como en una especie de danza coordinada. Ya con un chingo de miedo le pregunto al taxista "¿por qué no se para?" pero no me contesta, le insisto "¿por qué no se para?" y no me contesta y entonces, recuerdo lo que me enseñó mi padre:
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Llegamos al hotel, y en las escaleras al lobby le pido a ella que ya no le cuente a nadie lo que pasó, que por favor sea discreta. No tengo ni idea de hasta dónde llega esto. Subimos al elevador interpretando a una pareja que regresa cansada de la fiesta. Arriba en el cuarto cierro la puerta con llave y la atranco con una silla para después empezar a hacer llamadas: a mi padre, a mis amigos a, a todo el puto mundo para preguntarles qué debo de hacer ¿Era un intento de secuestro? ¿era un robo? ¿iban por el conductor o iban por mí? Le pregunto a ella ¿tienes nexos con el narco? ¿un novio celoso y buchón? ¿tus papás si se dedican al comercio o es una fachada? ¿me van a intentar levantar otra vez? Nada, ella dice que nadie va a hacerme daño, que sólo tuve mala suerte. Otras personas de la misma ciudad me dicen lo mismo. Me recomiendan que me calme, que no mueva un dedo. Que acepte el vergazo. No te cambies de hotel. No cambies tu vuelo. No vayas con la policía. No lo reportes a la base de taxis. No agites el agua. Disfruta del resto de tu viaje. Te salvaste.Amanece sobre el mar frente a la ciudad que me intentó secuestrar, mientras la chica que fui a ver me abraza y me pide muy borracha que me case con ella, o si no se va a matar. Le digo que sí y nos quedamos dormidos. O eso le hago creer cuando cierro los ojos, y dejo mi cabeza prendida para calcular cómo escapar por el balcón del cuarto si alguien viene a levantarnos. Trago saliva cada que que escucho que se abre el elevador en el piso donde se encuentra mi habitación. Todo mi pinche cuerpo es miedo.
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