¿Cómo entran las drogas a los festivales?

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¿Cómo entran las drogas a los festivales?

La gente seguirá consumiendo en cualquier festival que se realice; es una realidad que se escapa de las manos de los organizadores del evento y de los policías.

En verano hay dos cosas seguras: que será el julio más caliente de la historia —sí cada año dicen lo mismo— y que miles de personas se juntarán en espacios al aire libre para escuchar la música que más les gusta por tres o cuatro días.

Los festivales de música se han convertido en tradición entre los millennials y de los millones que asistimos a ellos; el 22 por ciento de nosotros consumiremos drogas mientas estemos ahí. A pesar de que la policía revise a cada persona que entra, mucha gente hace hasta lo imposible para meter sus drogas. Desde Glastonbury hasta Lollapalooza, EDC,Camp Bestival o lo que sea, la gente mete sus sustancias de formas sorprendentemente ingeniosas.

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El año pasado fui al Bestival para probar la calidad de las drogas que la gente consume; no fue una sorpresa encontrar una gran variedad, lo que si me sorprendió fue la cantidad que logran meter. Ahora, este 2016, decidí regresar a la Isla de Wight no para revisar la calidad sino para descubrir cómo logran pasar las barreras de seguridad.

El vocero del festival me platicó que ellos trabajan de la mano con el Departamento de Policía de Hampshire para mantener el evento a salvo de las substancias ilícitas y no exageran con hacer esto; la evidencia recae en la cantidad de narcóticos que confiscan. En el fin de semana que dura el evento cerca de cuatro millones de pesos en valor de drogas y substancias sicoactivas —casi el doble que en 2015— fueron decomisadas por los oficiales y el staff de seguridad, de los cuales un millón fueron depositados en contenedores de amnistía antes de que las personas llegaran a la zona de seguridad.

Aún con toda la protección y cuidado que haya por parte de los organizadores, en cada festival del mundo la gente encontrará la forma de meter sus drogas sin que se den cuenta —aún cuando sea de la forma más extraña que haya—. "Normalmente empujo la droga hasta mis huevos y para ser honesto, unos días antes del festival dejo de bañarme para que mi olor ayude a cubrir el de la droga", me contó un tipo en el ferry rumbo a la Isla, el cual acababa de ingerir una gran cantidad de ketamina en el baño.

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Para cuando llegué al lugar, ya había observado otra forma de contrabando: obtener una pulsera de artista. "La cosa está en que nos llevan directamente al escenario y tenemos muchas cosas en la camioneta. Pasamos seguridad como si entráramos a nuestra casa y nunca nadie te detiene para revisarte porque de lo contrario no daría tiempo para que todas las bandas entraran a tiempo", me explicó uno de los músicos que estaba en el line up del sábado.

Mientras caminaba por los contenedores de amnistía y los perros de la entrada, posteriormente por donde se ubicaban los policías que estaban a la caza de cualquier cosa que les parezca sospechosa, decidí detenerme un momento a observar a la gente que pasaba por ahí. Ocasionalmente el pánico se veía en la mirada de un adolescente de aproximadamente 20 años para el cual una revisión extra de un policía fue demasiado que manejar, por lo que luego iría en línea recta a tirar lo que pretendía pasar desapercibido.

"No podía arriesgarme", dijo un chico que descubrí tirando un gramo de cocaína en un basurero. "Es mi primer festival pero estoy seguro que podré conseguir algo adentro".

Por otro lado estaban los que se veía a kilómetros que tenían experiencia en festivales y sobre todo en meter droga a estos; ellos pasaban con gran naturalidad y sin preocupación. A muchas personas las revisaron pero la línea nunca dejó de avanzar.

La noche de jueves es el calentamiento para el último fin de semana de festivales en verano del Reino Unido; en la mañana del viernes el terreno ya estaba lleno de bolsas vacías así que era momento de ponerme a trabajar. Por un par de horas me escabullí por las tiendas de campaña preguntando algo muy sencillo: "¿Cómo lograste meter tu droga?"

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La respuesta más común fue: "Las metí dentro de mis calcetas". No fue nada intrépido y parecía un truco sacado de una película pero supongo que no hay que arreglar lo que no está roto.

"Tengo unos calzones en los que puedo meter una gran cantidad de droga", me contó muy orgullosa una chica de 19 años y me enseñó las bragas negras de encaje con las que lo había logrado. "Siempre sospechan de los hombres pero, ¿de las mujeres? Es menos común".

Más tarde, un tipo que se introdujo como "Patrick el fiestero" tenía un cierre discreto en su muñequera que me aseguró estaba lleno de píldoras. Otro chavo que estaba de lado contrario a nosotros gritó: "¡Mariguana en la bolsa de dormir!"

Entre bolsillos de las camisas, cajetillas de cigarros y tirantes de bras, todos a los que les pregunté parecían tener una rutina de esconder droga a prueba de policías o perros. Algunas técnicas más ingeniosas incluían latas de óxido nitroso pegadas con cinta a un cinturón y GHB dentro de botellas de acondicionador ubicadas en el kit de viaje.

El más original de todos lo vi en una chica de 21 años. "Lo que hago es agarrar un tampón con tubo de plástico, lo parto por la mitad y remuevo lo que trae dentro. Luego lo único que necesitas hacer es poner un poco de algodón en la parte de abajo, en medio colocar tu droga y luego poner un poco más de algodón en la parte de arriba. Al final lo pegas con una plancha y listo".

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Después de la explicación nos enseñó uno "que acabo de hacer" para ilustrar lo que nos acababa de decir.

Cuando finalmente dejé de admirar la creatividad de esa mujer, me di cuenta que ya se estaba haciendo de noche así que los asistentes no tuvieron que seguir escondiendo la droga; la oscuridad era suficiente para que no los descubrieran. Un tipo decidió que no era necesario cerrar la puerta del baño portátil para ofrecerme un golpe de MDMA que estaba sobre una tarjeta de débito (invitación la cual decliné, obviamente).

Lo que me pareció preocupante no fue el hecho de que la gente llevara drogas al Bestival. Vayan a cualquier festival de música —o también a un antro, parque o casa en la que haya fiesta— y se enfrentarán a una situación muy similar. La gente seguirá consumiendo en cualquier festival que se realice; es una realidad que se escapa de las manos de los organizadores del evento y de los policías.

De cualquier forma, qué tanto cuidado tenemos cuando ingerimos estas sustancias es un problema en el que las autoridades pueden tener algún impacto. Mientras los experimentados pasan su droga muy fácil, los primerizos y gente joven no están dispuestos a tomar el riesgo de llevar su provisión y están obligados a comprarle a un tipo bastante misterioso llamado Chaz que pasa por todas las tiendas de campaña gritando "¡Pastillas! ¡Pastillas! ¡Pastillas!". Con el alarmante número de personas que mueren en los festivales, todos somos responsables de cambiar el rumbo que está tomando esta situación.

Con campañas que estudien las sustancias o píldoras e informen a las personas de los daños que pueden causarles se podría reducir el número de muertes por consumo de droga. En México el Programa de Análisis de Sustancias prueba las drogas e informa de los daños a los consumidores ha ayudado a prevenir, sin embargo es algo que debe de llegar a más lugares si queremos evitar que más personas sigan muriendo.