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Sexo

Con condón ¿o sin?

Nuestro cuerpo es un arma biológica, y aquí hay varias posturas sobre usar o no protección en nuestras cogidas de ocasión.

Hace algún tiempo, un escritor y profesor de literatura me contó de un amigo suyo, un tipo homosexual de barrio, con un cuerpo atlético dedicado al fisicoculturismo, pero con un rostro poco común, y es posible que horrible, según sus palabras, monstruoso según la clasificación estándar de la belleza en Occidente. Hasta que un día este hombre dejó de hacer ejercicio. Se volvió obeso e impráctico. Cuestión que remarcó más sus facciones de jota fea, según nuestro amigo en común, que gustaba de recargarse en las barras de las cantinas para volverse una cantadora de baladas de los ochenta mientras cazaba lo que fuera, a quien fuera. En esos ligues ocasionales se contagió de VIH.

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Desconociendo esta situación, estos amigos dejaron de verse. Pasaron algunos años hasta que mi amigo lo reencontró visiblemente afectado por el sida. Era a mediados de los noventa. Aquel ex halterofílico que había sido un gordo, en el reencuentro era un esqueleto andante. Cuando le preguntó si sabía quién lo había infectado, mi amigo pensó que la respuesta de aquel hombre sería el desconocimiento. Pero no. Sabía perfectamente quién lo había contagiado. Era el amor de su vida. Uno de los pocos hombres que se atrevían a coger con él sin necesidad de estar o borrachos o drogados. O de tener la luz apagada. Incluso de los hombres que fueron sus amantes cuando tuvo un cuerpo de ensueño. Esta vez, había encontrado su par, se quisieron a pesar de que era sólo su amante, pues estaba casado. Y siendo esa la respuesta, decía: él me amaba de verdad.

Para mi amigo, el amante era un traicionero. Nunca le confesó su estatus de seropositivo hasta que tuvo una recaída y dejó de visitarlo. Su ausencia se volvió un golpe tan fuerte que encendió sus motores para ir en su búsqueda. Lo descubrió en un hospital, confesándole su condición de enfermo, humillado y frente a una pequeña familia. Esto no deshizo su relación, sino que la volvió más fuerte: un diamante para el feo y también para el mentiroso. Un diamante compartido.

Foto vía.

Traje a cuento esta historia de desamor porque leí la noticia de Thomas Guerra, un residente de San Diego, California, de 29 años, que, según la nota, se jactó por mensajes de texto de haber contagiado de VIH a 24 hombres de manera intencional. La demanda la interpuso su novio del momento atendiéndose como víctima después de enterarse por un mensaje en Facebook que Thomas estaba actuando deliberadamente: "Su arma es usar su cuerpo para infectar a esas personas. ¿Por qué? No sé por qué está haciendo eso. Está cambiando para siempre la vida de esas personas y esas personas no tienen ni idea de lo que les está pasando", decía el mensaje que lo contactó.

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Es evidente que el que escribe es una víctima que aboga a su inocencia y a la creencia de que Thomas es un malvado traidor. Pero yo no estoy muy de acuerdo en su posición. En el mundo de las atracciones, sobre todo en el homosexual, el ligue funciona de una manera falsa y que engaña. Se está cazando, no construyendo una relación amorosa. Si vemos el ligue en la representación ciberespacial de las aplicaciones como Grindr, Manhunt o Bender, los usuarios pueden indicar su estatus de VIH. Un 40 por ciento dice que no está contagiado, el 30 por ciento no sabe, y el resto es más ambiguo porque decide no responder. Cuando alguien liga no todo es tan notorio como un resfriado que hace que la gente estornude o que ande tirando mocos. Por eso, muchos confían en las palabras, en las representaciones performáticas de la declaración de salud.

Sin embargo, creo que dejarle al otro tu propia salud como responsabilidad es un peligro total. Podríamos decir que, como dice el mensaje que le enviaron al novio de Thomas Guerra: todo cuerpo es un arma, y agregaría: biológica. Y también: viológica, un arma de violación. Cuando uno decide irse a la cama con otro está dando un paso, meditado o no, pero un paso que trascenderá en nuestro estado de ánimo, físico y mental. Es verdad que todos necesitamos un poco de autoestima en forma de amantes ocasionales. Pero no por eso debemos convertirnos en bombas de tiempo. Aunque suene contra la ética, nadie tiene por qué decirte su status antes de coger, de besarte o de invitarte una cerveza.

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Uno siempre debe proteger la instancia real de su ser de los mitos ajenos. Uno debe ser el que use o pida que el otro use un condón cuando se tiene la duda de su status, o incluso de si lo volverás a ver. Que alguien te diga que no es seropositivo no promete que te diga la verdad, o en todo caso que lo sepa, que tenga actualizada su prueba de VIH o de hepatits. Según una amiga doctora, especialista en gastroenterología y más a detalle en enfermedades hepáticas, contagiarse de VIH es menos probable que de hepatitis, sobre todo B y C. Por decir enfermedades mortales. Las gonorreas, las sífilis o las clamidias son controlables con una medicación de una semana.

En la actualidad, en Estados Unidos que alguien sea seropositivo no es un tabú. Todos van ligando por ahí con la etiqueta encima, sin prejuicios, con la facilidad de saber que ya hay hombres que no le tienen pavor al cuerpo enfermo y que saben protegerse. También están los grupos de bareback donde tienen relaciones con hombres seropositivos otros limpios, que buscan recibir el gift, el regalo del VIH, como parte de una iniciación o, como decía un amigo, dejar de ser atormentado mentalmente de que un día terminará contagiado. Por muy descabellado que parezca, es gente que prefiere infectarse por decisión propia que vivir con el miedo de descubrirse enfermos un día.

En México como en Latinoamérica todavía estamos inmersos en la cultura de la censura, del espionaje y de no saber cómo tomar una noticia así de un desconocido que te aborda en un antro, en unos baños o en las redes sociales. También, si vemos estadísticas, nos daremos cuenta que el uso del condón como requerimiento se ha perdido. Los que nacieron en los setenta como los primeros años de los ochenta aún tienen bien grabado el uso del condón como método anticonceptivo y para evitar enfermedades de transmisión sexual. Los que nacieron después, me he dado cuenta, no lo ven como una solicitud de entrada al placer. Por supuesto, no es una generalización. Me refiero a que conozco casos de esas generaciones.

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Aunque yo diga que el cuerpo de cualquiera es un arma bioóogica, en la práctica no piensa lo mismo la gente. Para muestra unos botones. Entrevisté brevísimamente a unos cuantos seguidores de las redes sociales. La mayoría prefieren sin condón, aunque aclaran que por tener una relación estable. Los otros, los menos, quizá los que apenas dan la cara, lo prefieren con condón. Uno de los entrevistados es portador de VIH. Lean:

Ricky. Soltero, gay, 27 años

1. Tu negativa al uso del condón, ¿por qué es? ¿Por la deficiencia de sensación, descuido o una posición moral?
Porque no me acuerdo, casi siempre que cojo estoy ebrio o drogado.

2. ¿Te has arrepentido por no usar condón alguna vez? ¿Algún remordimiento respecto a la salud propia o la de otra persona?
No.

3. ¿El uso de preservativos es decisión de una o de las partes en una relación sexual? ¿Debería caer esta decisión sólo en quien se pone el condón?
Es decisión de ambas partes.

Emily. Soltera, mujer transgénero, 26 años

1. No es negativa, sólo no lo uso, no lo considero, siento que interrumpen el "trance" y se me hace ridículo el plástico, ponerlo.

2. No soy muy promiscua y confío más o menos en que mis parejas sexuales no tienen enfermedades venéreas.

3. Tiene que haber una decisión de ambas partes. Aunque siempre hay uno que gana en esa decisión.

Nicolasa. Casada, heterosexual, 35 años

1. No uso condón porque no me gusta. Yo siento distinto pero en realidad ni me he dado cuenta cuánto. Más bien me niego a usarlo.

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2. Sí, muchas veces pero después se me olvida. Sin remordimientos, más bien porque terminé odiando a alguna de mis parejas sexuales.

3. De ambas, claro. Pero también es personal. Si uno está en desacuerdo pues ahí o se negocia o se aborta la misión.

Leonarda. Casada, heterosexual, 33 años

1. ¡Rozan! ¡Y me da alergia!

2. Obvio sí cuando me diagnosticaron papiloma humano pero como 80 por ciento de la población lo tienen pues ¡ni peks! O las cinco veces que he pensado quedar embarazada y no. O cuando tengo que tomar pastilla del día después… pero pues mientras no le piensas.

3. El uso del preservativo es mi decisión. Estoy en una relación monógama y ya nos encontramos la onda entonces es como más seguro sin condón. Si me acostara con extraños seguido pues las primeras veces sí usaría condón, mientras veo que esté bueno de salud.

Brian. Soltero, gay, VIH+, 28 años.

1. Mi negativa es porque sé que tengo VIH. Y primero que nada, porque eso da lugar al placer, o sea deficiencia de sensación.

2. Paramí es como un hedonismo sexual (¡ufff, riquísimo!) y una liberación nihilista al fatídico y contundente hecho de saberse "positivo" tomando en cuenta que otras posibles consecuencias, en este caso otras ITS, que cabrían como en una segunda categoría, se pueden evitar basándose en la misma estrategia que NO logró o no fue suficiente para evitar el origen (VIH) de esta práctica, o sea: fíjate con quién te metes, que impere la limpieza …aunque cuando hay conocimiento o dominio en temas de salud son fáciles de evitar. Como testimonio hay muchos casos y ejemplos donde el hecho de no usar condón, o "coger a pelo" está implícito.

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3. No me he arrepentido nunca, ningún remordimiento porque fue totalmente consensuado, es decisión de ambas partes, y así debe o debería ser siempre, no solo de quien se pone el condón.

Carlos. Con pareja estable, heterosexual, 35 años.

1. Recuerdo mi primera relación con una chica como un derroche de condones y de sensaciones y emociones asociadas a su uso: miedo y vergüenza a la hora de ir a comprarlos a una farmacia o cuando uno de tus padres los descubría; terror cuando se rompía. El freno al deseo cuando andabas como un primate y tenías que interrumpir todo para ponerte la armadura, la sensación de vacío cuando después de correrte (venirte en mexicano) tenías que salir inmediatamente, sin poder disfrutar de la ternura y del consuelo de recuperar el ritmo cardiaco dentro del sexo de la persona que amas y amarás hasta el último de tus días (platonismo adolescente). Luego, chicas mayores que yo, que tomaban sus precauciones, me descubrieron El Dorado: poder encadenar el deseo y el acto, poder dormir con la verga enfundada en el tibio y jugoso sexo de tu amante. Desde entonces me he negado (negación íntima, nunca verbalizada) a usar condón. ¿Cómo? Embaucando a mis parejas prometiendo orgasmos interminables, subidas al cielo y descensos pausados y deliciosos como dejar que un pedazo de chocolate se derrita en la boca.

2. Nunca. Me han recriminado varias veces que no lo usara, pero siempre después del acto. Lo que quiere decir que mis argumentos fueron lo suficiente sólidos como para poder cumplir mis objetivos. Supongo que siempre he tenido poca conciencia del peligro (en todos los aspectos de mi vida) y éste es uno más.

3. El condón es miedo, el condón es inseguridad, el condón es vejez, la seguridad de vencer a la muerte sin enfrentarla, el condón es la pantalla en la que los padres descargan la obligación marital, el condón es tener un pie en el pasado y un pie en el futuro y olvidar el presente. El condón es la muerte del deseo, la tumba de la pasión y la verdad única de los cuerpos desnudos. Todo esto en mi vida y mis relaciones… como herramienta para evitar enfermedades estoy convencido de su utilidad. Pero el sexo y la muerte son hermanos de sangre y romper ese vínculo es dejar que un funcionario, la inercia del sistema y el miedo determine el placer…y no estoy dispuesto a que tomen eso de mí. Pueden tomar mi tiempo, mi sudor y mi dinero, pero mi deseo y el placer nunca serán parte de su administración.

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@OscarDavidLopez