"He sentido cosas que la mayoría no creería": confesiones de empleados de cementerios

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"He sentido cosas que la mayoría no creería": confesiones de empleados de cementerios

"A veces siento como si personas me pasaran por mi lado o siento escalofríos sin sentido alguno, pero nunca le doy mucha importancia".
María Villasmil
fotografías de María Villasmil

Nunca había ido a un cementerio. La muerte es algo que hasta el día de hoy no me ha pasado por la mente, quizás es por estar apenas en la segunda mitad de mis veintes, no haber tenido alguna experiencia cercana con la misma, o porque siento que he cumplido pocas cosas de las que quiero hacer antes de dejar de respirar. Ya saben: plantar un árbol, ir a Tokyo, escribir un libro, grabar un disco, tener un hijo, cosas así.

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Nunca encontré atractivo en pisar lugares tan pesados como los cementerios. Tener a tanta gente muerta a mi alrededor y estar ahí como si nada, viendo como sus vidas quedaron reducidas a pedazos de cerámica y epitafios de sus seres queridos, me nubla la mente y me llena de ansiedad innecesaria.


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Pero la oportunidad de charlar con las personas que trabajan día y noche en este lugar, con alrededor de seis hectáreas de gente muerta y con más de noventa años de existencia, hizo que cambiara momentáneamente mi decisión de no asistir a cementerios. Así que platicamos con empleados de cementerios para saber qué es lo que más odian de su trabajo, qué les agrada, y las cosas más raras que han visto en sus turnos.

Antonio, 52 años. Sepulturero.

Yo me encargo básicamente de sepultar a la mayoría de los cuerpos que llegan a este cementerio, es un trabajo de mucha responsabilidad porque tengo los restos de familiares de toda la ciudad en mis manos, y por eso los trato como si fueran míos.

No soporto exhumar a los cadáveres. A veces están llenos de agua y el olor es imposible de soportar. En mi casa, cuando llego de trabajar, mi mujer me molesta diciendo "llegó la muerte" porque dice que siempre huelo a muerto, por las veces que me toca exhumar a los cuerpos. Yo le contesto diciendo que no se juegue con eso, que si sigue celebrando la llegada de la muerte a la casa en cualquier momento nos lleva.

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El año pasado hubo una época en la cual se corrió la voz de que querían hacerle unos trabajos a un político de la ciudad, entonces empezaron a profanar las tumbas para llevarse huesos de algunos muertos y así realizar ceremonias de brujería o santería. A veces son los mismos hospitales o doctores que les pagan a algunos delincuentes para que se roben restos de gente y así poder ellos hacer sus estudios, una vez capturamos a uno y nos contó todo esto.

Llevo trabajando quince años de lunes a lunes en este cementerio, a veces siento que cuando salgo de mi casa y de todos los problemas con mi mujer, este lugar es mi verdadero hogar. Es curioso sentirte más en casa en un cementerio que en tu propio hogar, debe ser por el silencio y calma que se respira acá.

Juan Villalobos, 46 años. Obrero.

Al trabajar en un cementerio uno tiene que hacerse la vista gorda de muchas cosas, porque si no, te puedes volver muy supersticioso o miedoso y eso no es bueno para nuestro oficio. A veces siento como si personas me pasaran por mi lado o siento escalofríos sin sentido alguno, pero nunca le doy mucha importancia.


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Recuerdo un día en el que acá solamente estábamos como cinco o seis trabajadores, vinieron como dos o tres personas temprano a visitar a sus familiares y ya, fue un día flojo. La cuestión es que hubo una persona que nos llamó la atención, ya que a todos nos preguntó —por separado— exactamente lo mismo: "¿Saben dónde queda la tumba de la niña que murió quemada?" Nosotros le respondimos y al rato, no apareció más el señor.

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Al principio no nos pareció extraño ya que es una tumba muy famosa, es muy grande y tiene 85 años en este cementerio. A veces la gente pregunta por ella por curiosidad o la usan como guía para encontrar la tumba de sus familiares. Nos asustamos un poco y fue cuando empezamos a buscar al señor y no apareció; el cementerio sólo tiene una entrada y una salida, y nadie lo vio entrar ni salir. Al día de hoy pensamos que es el papá de la niña que se apareció, ya que según nos contaron las personas que antes trabajaban aquí, fue de las personas que más sufrió la muerte de la niña y la visitaba casi todos los fines de semana.

José Briceño, 34 años. Sepulturero.

Tengo veinte años trabajando todos los días en este cementerio. Mi papá también trabajó acá, entonces ya esto es como una costumbre familiar chambear entre los muertos. Desde cuerpos desmembrados hasta cuerpos quemados han pasado por mis manos, y he tenido que acostumbrarme a esto, ya que al final del día cobro quince y último gracias a los muertos. Siempre pensé que me iba a costar conseguir novia por pasar tanto tiempo acá y bueno, tú sabes, no a muchas mujeres les atrae una persona que trabaje en un cementerio. A casi todas les da miedo pero afortunadamente hay algunas a las que les parece interesante. Ahorita tengo una novia que opina así; le parece atractivo y siempre me hace preguntas como las que tú me estás haciendo, a ella le encantan las historias de terror.

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He visto, oído y sentido cosas que la mayoría de las personas no creería. Lo que pasa es que yo también busco encontrar algo con lo cual asustarme o echar broma con los trabajadores o con mi novia, entonces siento que estoy predispuesto a ver cualquier cosa extraña. Algo que siempre cuento es como vi con mis propios ojos al "Carnero de los huesos". Él es una persona o espíritu que se rumoraba —según la leyenda de los trabajadores— que se paraba sobre un pozo en donde algunos huesos llegan a dar, pero yo nunca creí en eso hasta que lo vi y me asusté bastante. Encima del pozo, sin franela, con muchos vellos en el pecho, un reloj en su muñeca, y con la mirada perdida como si no supiese dónde está. Obviamente, el que busca encuentra, y aún más en un cementerio a los diez de la noche.


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Quizás en lo que menos estoy de acuerdo con el funcionamiento de los cementerios es que, por ejemplo, cada vez hay menos espacio para gente que no compró tierra para su familia en algún momento. Hoy en día es muy difícil conseguir un espacio para algún familiar nuevo y, muchas veces, terminan comprando tierra en una especie de mercado negro y los muertos terminan saliéndole costosísimos a los familiares. Además de todo el dolor de perder a un ser querido, se le suma el tener que hacer un gasto mayor para conseguir donde enterrarlo.

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Jesús Perez, 54 años. Obrero.

A veces no entiendo a la gente que siente tanto apego por los cuerpos. Eso es lo que yo pienso que son las personas cuando mueren: huesos y polvo. Lo que más permanece completo en el cuerpo es el fémur, a veces parte de las costillas o el cráneo. Pero eso no tiene alma. Eso al final del día son restos que se quedan por años debajo de la tierra. Al final todo se desintegra o descompone. Se diseca toda la piel, la carne, y queda el cuero pegado al hueso. Luego salen unas termitas de la tierra que se comen el restante del cuerpo, dejan el hueso limpiecito y de ahí en adelante, es que se puede hacer la exhumación.

La muerte al final del día es algo de lo cual no podemos escapar, seas pobre o rico. Pienso que es mucho mejor aceptar nuestro destino y morir tranquilamente, sin hacer sufrir a los seres queridos que quedan en este mundo. Hay culturas alrededor del mundo en donde la muerte se celebra como si fuese un nacimiento, tú debes saber de eso.

Mi trabajo es aburrido. De pequeño quise ser doctor pero mis padres no tenían lana para pagarme la carrera, entonces me dediqué a cuidar gente pero cuando ya están muertos, jajá. Siempre estoy jugando damas chinas con los trabajadores del cementerio, es como una regla que tenemos para no aburrirnos tanto. A veces, cuando no nos damos cuenta, sentimos como las tapitas de las gaseosas con las que jugamos se mueven de lugar o aparecen en lugares donde nosotros no las habíamos movido. En par de ocasiones tuve que dejar de jugar, ya que estuve a punto de perder una apuesta debido a que un espíritu estaba ayudando a mi compañero de trabajo al parecer; fue algo muy gracioso y decidimos dejar la partida de damas chinas para otro día.