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El alfabeto (ilustrado) del narco mexicano

E de "empresa"

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco.

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad. Lo he acompañado de un dibujo y de mi definición sobre alguna de las 29 palabras que he escuchado mentar a esta gente. Aquí les dejo la palabra de esta semana: Empresa.

Ilustración por Gabriel Escalante.

I. "Cómo ve este asunto, me preguntó el juez; Listo para dictar formal prisión, contesté; Adelante, dijo, y me fui a mi privado. En eso veo que pasa con él un abogado cargando un maletín. Al rato el juez me mandó llamar: Oiga, Lic, estuve pensando en ese asunto, fíjese que a mí me parece que lo tenemos que soltar, pues son pruebas insuficientes para inculparlo, así que necesito que me haga las dos resoluciones: una dictándole el auto de libertad y otra la formal prisión. Qué hueva, me dije, pero ni modo, son órdenes. La cosa era ésta: la lana no había llegado completa. Dieron las seis de la tarde, el juez estaba en la ventana y yo ya tenía los dos criterios listos; Usted dígame, insistí, cuando quiera integramos la resolución; pero se hacía más tarde, mis oficiales tenían hambre y el abogado no llegaba. Todos nos queríamos ir, pero el juez estaba que Permítame, Lic, que Ya mero nos vamos. Estábamos en un segundo piso y el juez se asomaba por la ventana y daba vueltas y se volvía a asomar y nomás miraba el estacionamiento. Ya eran las nueve de la noche y el juez seguía con que Demos media hora ¡a que llegue el abogado! Estábamos hasta la madre de cansados, cuando en eso aquel llega por fin con otro maletín a encerrarse con el juez. A los cinco minutos, cuando el abogado se fue, el juez me mandó llamar; Mire, Lic, yo creo que hay que aplicar justicia: es preciso dejar libre a esta persona; Órale, le dije, Va y en chinga integré la resolución (ya me urgía llegar a mi casa a descansar). Al día siguiente me habló; Oiga, Lic, necesito que me haga un favorcito: averígüeme si sus familiares que tienen aquella Casa de Cambio me pueden cambiar estos dólares; ¿Quiere que le den un buen tipo de cambio? No, Lic, necesito que me cambie estos dólares por otros dólares. ¿Qué? Sí, Lic, hágame el favorcito. Pues le marqué a uno de mis tíos que tenía el negocio, pero pues no, cómo, o sea que quería lavarlos y pues mis parientes no le hicieron el paro. Sabe qué, le dije al juez, no se puede, y pues ahí quedó. Se los tuvo que quedar. Bueno, pues la verdad, la verdad, realmente ahí no quedó la cosa: unas semanas después me enteré que la familia que limpiaba su casa, que de hecho yo se la había recomendado a través de la que limpiaba la mía, le robó todo el dinero que tenía guardado debajo del colchón. El juez nunca dio con su paradero. A pesar de que mandó levantar a su hijo soltándole una feria a dos judiciales, ni así se armó. Creo que la mujer se compró una casa en Chiapas y ya nunca regresó.”

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II. "Empresa" es el mote que recibe en la jerigonza culichi el grupo de grupos delincuenciales vinculado a Sinaloa. Esta presunta federación de cárteles, de acuerdo a la DEA, controla el 75 por ciento del mercado de la droga en Estados Unidos. Se trata, pues, de una suerte de corporativismo delincuencial integrado por diferentes sindicatos criminales o células. Éstos se ordenan en jerarquías que, paradójicamente, institucionalizan las formas en que los agentes económicos del régimen narco (incluidos Estado y empresariado) cumplen sus funciones. El engranaje determinante en la estructura de corrupción que sostiene dicho régimen es el sistema judicial mexicano. El Poder Judicial Federal es una empresa que administra la justicia de acuerdo a los grados de poder político y económico del inculpado. La figura del "machote", expediente integrado citando repetida y mecánicamente jurisprudencia, ofrece la posibilidad de construir una legalidad acomodaticia, que beneficia a quienes pueden pagar o influir la mecánica en que se decide quien es y no culpable. La "empresa" judicial mexicana somete así a los marginados del poder económico y político; no es casual, pues, que procesados y quienes reciben sentencias de formal prisión son casi siempre quienes representan el eslabón más bajo de la delincuencia organizada: dílers, chalanes, halcones, sembradores, gatos, empacadores. Para ello, juez y defensor de oficio son parte del mismo sistema: no sólo al formar parte literalmente de una misma institución, sino al recurrir a un mismo lenguaje, la jurisprudencia, al servicio de la corrupción. La frontera entre el poderoso y el marginado también es de lenguaje: es incluso paródica la acartonada sofisticación, el absurdo barroco, de la terminología legal con la que se intimida al inculpado, con la que se negocia el bien y el mal. El sistema judicial mexicano es el colmo del turbocapitalismo, de lo que aterradoramente podríamos denominar mercados de comercio moral.

@jcreyna

Anteriormente:

D de "decapitado"

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