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Cultură

El bajón y el delirio

Chicanos, chilangos y mocos mutantes.

Hace unos meses conocí a Daniel Hernández en la Cantina Royal, un excelente restaurante-bar mexicano en Brooklyn, donde presentó su primer libro, Down and Delirious in Mexico City: The Aztec Metropolis in the Twenty-First Century. Ese día leyó uno de los capítulos: “Fashion & Facsimile”, una crónica sobre una noche de fiesta en el DF, en la que figuraban personajes como Miguel Calderón, María Peligro, Quetzal (de Marvin y Quetzal) y un travesti llamado Vicky Fox. Para mí era un poco curioso escuchar y leer estas historias en inglés; se sentían cercanas y lejanas a la vez.

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De alguna forma, esta lectura reflejaba mi situación de mexicano viviendo en Nueva York. Daniel nació en San Diego, es hijo de padres mexicanos y desde hace varios años vive en la Ciudad de México. Supongo que esa posición de estar cerca y lejos a la vez, de ser mexicano y extranjero al mismo tiempo, ser pocho, chicano, pero a la vez insider; es lo que le permitió a Daniel escribir un libro tan visceral, vivo y divertido sobre esta hermosa y apocalíptica ciudad. Compré el libro el día de la presentación y lo leí en cuatro días mientras viajaba en el metro de Nueva York. Sentí nostalgia, miedo, confusión y unas ganas tremendas de regresar a la ciudad de la que Daniel escribía. Para un extranjero, este libro presenta una Ciudad de México que va mucho más allá de las noticias sobre el narco y la violencia. Para un mexicano, el libro te lleva a lugares de la ciudad a la que muchos no se atreverían a ir, te permite platicar con gente que vemos todos los días, pero con quienes nunca tenemos la oportunidad de echarnos unas caguamas o un churro, desde diseñadores de modas, punks de la periferia de la ciudad o neo-hippies de temazcal.

Un mes después de leer Down and Delirious in Mexico City, me mudé de Nueva York al DF (el libro no tuvo nada que ver, pero fue una buena coincidencia) y un par de semanas después Daniel presentó la edición de su libro en español, apropiadamente traducido como El bajón y el delirio. Crónicas de un pocho en la Ciudad de México. Volví a ver a Daniel, pero ahora de este lado, para platicar un poco sobre la historia detrás de las historias en el libro.

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Daniel en el Zócalo de la Ciudad de México en 2006.

Vice: Según entiendo, en principio no veniste a México con el plan de hacer un libro. ¿Con qué proyecto llegaste aquí originalmente?

Daniel Hernandez: La primera vez que vine en plan de reportar algo fue en las elecciones del 2006. Yo vine para el LAWeekly y me pidieron hacer un feature story [reportaje] de la escena de arte y la cultura; el ámbito en general y cómo se sentían las cosas. A raíz de ahí fue cuando surgió mi interés para regresar y expandir esos temas y esas ideas. El viaje de pasar tiempo aquí en la Ciudad de México. El artículo se publicó y justo se llamó como se llama el libro, Down and Delirious in Mexico City. Ése fue un titular de la editora del semanario.

Eso fue hace seis años, cuando empezaron las campañas del 2006. Justo ahora estamos empezando otras campañas, ¿habrá que hacer otro libro o qué?

No [risas]. 2012 tiene que ser más líquido.

¿Vez la ciudad diferente a como la veías hace seis años?

Sí, bastante. Yo diría que para bien, pero también hay efectos secundarios que no son tan buenos… hay demasiado control, diría también. Es como la otra parte de lo que te dan. Hay más limpieza, hay más seguridad, hay más transporte, hay más identidad social, identidad comunitaria. Pero a la vez hay alcoholímetros que se me hace lo más desagradable. Hay más control a la vez que hay más derechos. Es como una contradicción pero que también hace la ciudad más interesante, ¿no?

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¿Para quién va el libro, para gringos que no conocen el DF o para chilangos como yo que lo leo y de todos modos hay cosas que no conocía?

La neta yo lo escribí para los dos. El libro fue contratado por una editorial gringa, entonces sí tenía que tener este elemento de dar una visión de la ciudad para un extranjero total. Una persona que nunca ha venido a México. Pero también escribí el libro para mis amigos. Mis amigos que viven aquí. Para compartir, para que se diviertan un poco en la lectura. Para recordar cosas que pasaron. Siempre estuve presente que quería que mi lector ideal fuera un total extranjero y una persona de aquí.

Aquí en Latinoamérica nos encanta quejarnos de la ciudad y del gobierno, pero cuando llega un extranjero y se queja o critica algo de la ciudad la gente se pone bien defensiva. ¿Te has encontrado con un mexicano que diga: “ay no, esto no es cierto, esto no existe en México, esto es una mentira”?

De hecho sí me han criticado. Me llegaron unos comentarios en mi blog así como: “Ah, pinche stereotype…” y bla, bla, blá; pero yo digo: no estoy haciendo publicidad ni turismo. Al final creo que una crónica se disfruta por la perspectiva, y yo soy muy honesto. Yo vengo de acá del Norte, soy pocho, soy de la frontera, tengo aquí este tiempo y ya. Yo comparto el mismo espacio público que tú y las misas calles y el mismo pinche metro, ¿me entiendes? Es lo mismo, y al final creo que es una señal de respeto a una ciudad. Yo no soy el único, es una ciudad muy internacional y llena de gente de todas partes del mundo, y que todos tienen su propia visión y su propia interpretación de la ciudad, y es lo rico.

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Ilustración de portada por Alejandro Magallanes.

Conozco una persona que acaba de mudarse de Estados Unidos a la Ciudad de México, y justo antes de venirse estaba leyendo tu libro. Dice que se asustó porque pintaba una realidad negativa del DF. ¿Qué opinas?

Pues sí, yo diría: asústate. Yo me asustaría, yo tengo pesadillas de lugares como Beijing o Nueva York. A mí me gusta Nueva York. Beijing… la idea de que el smog de antes mataba gente en México, ahora está en China, me asusta. Yo creo que sí le di como un toque de narrativa expresiva apasionada. Es mi estilo, así lo hago yo. Es mi forma de escribir. Me gustan las cosas obscuras y apocalípticas.

¿Pero eso te gusta también?

Ajá, por eso. Me atrae. Me alimenta como escritor y también me reta como humano. Estoy consciente de que no tengo que estar aquí, estoy consciente de ese privilegio, por una parte. Yo soy parte de esa generación, como tú, como otros que somos móviles. Nos movemos a diferentes partes del mundo fácilmente.

¿No es la idea de “aquí me tocó vivir”, sino de “aquí decidí vivir”?

Ajá. Eso es una posición bastante diferente de la que aquí nos tocó. Pero después de un rato creo que piensas y te sientes mutado. Te sientes afectado también, y de repente no puedes imaginarte no vivir aquí, aunque a veces te caga y pues ya.

Hablando de mutar: ¿Qué es un moco mutante, de esos que mencionas en tu libro?

Un moco mutante es el moco que te sale en la temporada de las inversiones termales, de la contaminación. Ese moco rojo, neón como aguado y con puntos de sangre.

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¿Podrías escribir un libro como éste en California?

Sí. De hecho me encantaría hacer algo así.

¿Qué tipos de historias vendrían? 

Dos o tres historias. No sé, pero sobre la línea. Depende… En San Isidro hay un outlet que se llama Outlet Tepito. No sé qué vende, pero ése es un punto donde puedes empezar un cuento.

Puedes leer uno de los capítulos del libro, sobre Guadalupanos Pachecos aquí.