La moda subversiva de las cholas en EU

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La moda subversiva de las cholas en EU

Ser chola es mucho más que delinearse labios, que portar accesorios dorados o Dickies. Es una identidad forjada por una lucha para imponer una cultura y una historia, una lucha que aún continúa.

Todas las fotos son por Graciela Iturbide.

Ya que crecí en el sur de Houston en los noventa, pude ver cómo mi hermana mayor, Lynda, establecía los estándares de la moda. Se delineaba los labios color azulvioleta, se dejaba las cejas muy delgadas y se arreglaba el cabello con spray Aquanet, creando un fleco asimétrico con la altura suficiente como para competir contra las otras homies del barrio. Usaba blusas polo enormes, joyería dorada y tenía un novio pandillero llamado Ángel con los costados de la cabeza rapados y un lowrider (un carro con suspensiones hidráulicas que es modificado para que vaya lo más pegado al piso que se pueda). Ella era una hermosa chola llena de accesorios que era respetada en su mundo, sobre todo por mí.

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Cuando cumplí 13 años, Lynda me empezó a iniciar en la escena chola. Para entonces, el look había evolucionado un poco —los flecos ya no eran la onda—, pero los elementos centrales de la cultura aún permanecían. Lynda y yo tomábamos Smirnoff, bailábamos tex-mex en el bar y, al final de la noche, veíamos chicos peleando en el estacionamiento. A los 15 me compró mi primera placa con nombre dorada y empecé a salir con uno de los amigos de Ángel. Ella me enseñó los códigos morales de lo que parecería un estilo de vida violento, códigos que ella aprendió creciendo en nuestro barrio bravo.

Me peleé en la escuela con otras chicas que me desafiaban o que me faltaban al respeto y traté de darme a respetar en una comunidad que no apreciaba la debilidad. Eventualmente me acerqué a la academia a escondidas y terminé yendo a la universidad —una oportunidad que muchos de mis iguales no podían pagar—. Como fuera, mantuve mi vibra chola durante la preparatoria para sobrevivir. Así que hoy en día, cuando veo que los diseñadores, los cantantes de pop o las celebridades recontextualizan y rediseñan la moda chola, no puedo evitar hacer caras.

En la muestra más reciente de Givenchy en París, las modelos tenían los cabellitos de la frente llenos de gel y bucles de cabello trenzado para evocar lo que el diseñador Riccardo Tisci llamó un look " victoriano cholo". Muchas estrellas pop —desde Lana Del Rey, Gwen Stefani y Nicky Minaj hasta Fergie— han tomado elementos del estilo cholo y los han usado para sus propios fines. Stefani es una veterana de la apropiación del "glamour cholo", con sus delgadísimas cejas delineadas, sus labios con delineado oscuro, blusas rotas sin mangas y los lowriders pintados con aerógrafo de sus videos. La estética chola de Nicki Minaj en el video de Young Money "Senile" incluye enormes arracadas de oro, una bandana roja alrededor de la frente y pantalones caídos encima de ropa interior deportiva Moschino. Sus labios se ven pesados con delineador mientras que rapea frente a una multitud de mexicanos tatuados y sin playera.

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Lo entiendo. Las celebridades recurren al estilo para denotar fiereza subversiva y femenina. Estéticamente, las cholas son bien pinches cool. Sin embargo, existe una idea disfuncional en la apropiación chola: que un atuendo elaborado sea todo lo que necesites para entrar a una cultura. El personaje de Anne Hathaway en la película Caos es un gran ejemplo de ello. En ella, Hathaway interpreta a una niña rica de los suburbios de Los Ángeles que intenta conquistar a un gángster del Eastside al ponerse enormes arracadas de oro y ropa urbana de marca. En una de las escenas más inquietantes de la película, ella canta una canción de Tupac y se le arrima a su novio "wannabe thug". También están esas celebridades que llevan todo a otro nivel de ofensa con sus burlas directas, como cuando George López le dio a Sandra Bullock un cambio de imagen chola al dibujarle cejas con un plumón Sharpie.

Como en la mayoría de las instancias de apropiación cultural, cuando las estrellas del pop recurren al look cholo, éste se saca de contexto y se vuelve un disfraz. Las cholas son mucho más que subordinadas latinas de Lana Del Rey o que conceptos en los videos de Fergie. La estética chola se forjó por primera vez por la juventud chicana marginalizada del sur de California. Ésta personifica la increíble fuerza e independencia creativa que se necesita para sobrevivir en una sociedad en la que la movilidad social se ve frustrada por el racismo. La identidad chola fue concebida en una cultura que lidiaba con guerras entre pandillas, violencia y pobreza, además de los conservadores roles de género. La ropa que estas mujeres usaban era más que una declaración de moda: eran significantes de su lucha y de su identidad ganada.

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Para entender el significado de la subcultura chola, debemos tomar en cuenta la historia de la opresión y discriminación que invadió a las comunidades latinas en EU. Desde 1929 hasta 1944, en un lamentable incidente conocido en EU como la Repatriación mexicana, el gobierno estadunidense sacó a la fuerza a casi dos millones de mexicanos del país —más de 1.2 millones de ellos eran ciudadanos estadunidenses—. Estas personas fueron deportadas ilegalmente. La campaña gubernamental contra de los mexicoamericanos continuó a lo largo del siglo: entre 1951 y 1961, la Autoridad de Vivienda de Los Ángeles confiscó a los mexicoamericano un área de más de un millón 200 mil metros cuadrados llamada Chávez Ravine de la que habían sido propietarios por muchas generaciones. A los residentes se les obligó a vender sus tierras y sus casas fueron incendiadas como sitios de práctica para el departamento de bomberos de LA. (Posteriormente, la tierra se usó para construir el Dodger Stadium).

Fue durante la época de la Repatriación mexicana y la Segunda Guerra Mundial que las pachucas, progenitoras de las cholas, empezaron a aparecer en las calles de Los Ángeles. Las pachucas eran la contraparte femenina de los pachuchos, los adolescentes mexicoamericanos que usaban zoot suits: pantalones guangos a la cintura y abrigos largos. Las pachucas también tenían su propia forma no conformista de vestir. Se les conocía por tener peinados de colmena, mucho maquillaje, suéteres pegados y pantalones o faldas a la rodilla que eran desafiantemente cortas para la época. Ellas eran una subcultura rebelde que rechazaba el espíritu blanco e híper patriota de la Segunda Guerra Mundial. Su rechazo a los estándares de belleza y a ser asociadas con una subclase no blanca desafiaba la idea de una nación unificada, que era la imagen que EU tanto intentaba transmitir durante esa época. El estilo pachuco y pachuca se volvió en un significante del otro racializado y, por tanto, se le consideró antiestadunidense.

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"La chola es el epítome de la belleza, del estilo y del orgullo con una actitud valemadrista tipo 'no te metas conmigo'. Es una mujer fuerte y orgullosa que mantiene el orden en su familia y en su barrio". –Hellabreezy

En 1943, en medio de la Segunda Guerra Mundial, hubo disturbios conocidos como los Zoot Suit Riots en Los Ángeles y en el sur de California: militares blancos empezaron a atacar a los pachuchos, a quienes se les consideraba apátridas debido a la tela extra que se necesitaba para fabricar sus ropas, y también pervertidos a causa de su diferencia racial. Ese mismo año, la prensa llamó a las "cholitas" "las auxiliares de las bandas zoot suit". Como presenta la película de Luis Valdez de 1991, Zoot Suit, y la de Edward James Olmos de 1992, Sin remisión, las pachucas también fueron víctimas de violencia física y sexual durante los disturbios. En lugar de reprimir la cultura pachuca, estos ataques sólo reforzaron el deseo de los pachuchos de resistirse a ser asociados con un Estados Unidos blanco y chovinista que trataba a las minorías como ciudadanos de segunda clase. Además de decir tener una condición de mujer no blanca, las pachucas también desafiaron las normas de género al usar pantalones e incluso a veces zoot suits.

"Yo pensaba que las pachucas eran super cool. Vi mujeres con suéteres pegados y pantalones por ahí. Ellas se adueñaron de la calle y me enseñaron que éste no era sólo un espacio de hombres", dijo la experta en estudios chicanos, la doctora Rosa-Linda Fregoso, autora del artículo publicado en 1995 " Pachucas, cholas y homegirls en el cine". Para Fregoso, las pachucas personifican la rebelión en contra de la domesticidad y desafían la idea de "comportamiento femenino adecuado". Ella dice que ser pachuca en aquellos días era un tipo de "feminismo popular" que no derivaba de una consciencia académica, sino de una crítica a la cultura patriarcal que permeaba la comunidad chicana. Fragoso experimentaba esta cultura en el sur de Texas. Ya para los años sesenta, el estilo pachuco se había esparcido por todo el suroeste estadunidense.

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"Las pachucas [eran] mujeres muy radicales", dijo Roseli Martínez, una organizadora de eventos de arte de LA, cofundadora del club de lectores Xicana de Corazón y chica de calendario del movimiento pachuco contemporáneo en California. "Piénsalo: son los cuarenta, usas pantalones y sales con los chicos. Usas faldas cortas, vas a fiestas, te metes en peleas para conservar a tu hombre. Y aún así no dejas de lado las responsabilidades que tienes por el simple hecho de ser mujer".

La transición de un estilo predominantemente pachuco al más inspirado en las pandillas de las cholas ocurrió en los sesenta y setenta. La chola, contraparte femenina del cholo, era "una joven mexicoamericana de clase obrera de los barrios del suroeste con una estética, estilo y actitud muy distintiva", de acuerdo con Hellabreezy, una modelo y chola contemporánea radicada en Oakland, quien pasó una parte de su juventud en los proyectos de Los Ángeles. "Pero para mí, la chola es el epítome de la belleza, del estilo y del orgullo con una actitud valemadrista tipo 'no te metas conmigo'. Es una mujer fuerte y orgullosa que mantiene el orden en su familia y en su barrio".

El término cholo apareció por primera vez en el léxico popular en los años sesenta y setenta en el sur de California, aunque se ha documentado en pinturas de castas del siglo 16. De acuerdo con algunos diccionarios latinoamericanos, simplemente significa "mestizo", una persona con una mezcla de linajes amerindios o de indígena y europeo. Sin embargo, en los sesenta y setenta, la palabra se convirtió en un término de jerga para los pandilleros chicanos del sur de California que usaban pantalones kaki, camisas de franela a cuadros encima de una playera blanca y gafas tipo gángster. En este tiempo, las pandillas eran lo que predominaba en los barrios. Éstas ofrecían la sensación de familia, de orgullo, de identidad, de autoestima y de pertenencia; cosas que los chicanos no recibían de la sociedad dominante. (Los miembros de las pandillas no eran sólo hombres: Los Ángeles ha tenido pandillas de chicas latinas al menos desde los años treinta).

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Los intereses de la subcultura chola se documentaron en publicaciones como Teen Angels y Mi Vida Loca, las cuales resaltaban el arte cholo, la moda, los tatuajes y los códigos morales. El código de las cholas incluía cosas como lealtad a tus homegirls, nunca pelear por un chico y, en algunos círculos, no salir con alguien que no fuera de tu barrio.

"La mayoría de las cholas crecieron ya sea con familiares —sus vatos— que tuvieran lowriders, o incluso ellas mismas los tenían", dijo Hellabreezy. "Su pasatiempo favorito era ir a shows de autos y pasear en ellos los fines de semana. La música también era una gran parte de la cultura, como los oldies y el rap chicano. Se pasaban toda la noche escuchando oldies con sus homies o con su personita especial, llamaban a las estaciones de radio para dedicar canciones, bebían caguamas o simplemente tenían reuniones".

Ser chola es mucho más que delinearse labios y ojos, que accesorios dorados o Dickies. Es una identidad forjada por una lucha para imponer una cultura y una historia, una lucha que aún continúa.

La estética chola es resultado de mujeres pobres que trataban de hacer lo mejor que podían con lo poco que sus familias podían pagar. Muchos de los primeros cholos eran hijos de trabajadores agrícolas, un grupo de personas extremadamente explotadas debido a su falta de educación formal y a su vulnerabilidad como indocumentados. En 1965, la organización United Farm Workers (Trabajadores Agrícolas Unidos) estaba en una lucha por tener un salario de 1.25 dólares por hora; por ende, las marcas caras no eran parte de su estilo. Más bien, las chicas usaban baratijas como playeras sin mangas y pantalones enormes de marcas como Dickies, una marca de ropa de trabajo que se vende en supermercados locales. El estilo también evolucionó gracias a que las chicas debían compartir ropa con sus hermanos y a la feminización del look cholo gángster. La cholas tenían las cejas super delgadas, sus ojos tenían mucho delineador negro, su cabello estaba cardado y a veces tenían flequillos aplacados con spray para cabello. También usaban joyas doradas: arracadas, placas con sus nombres o collares de cadena.

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Una de las imágenes más populares de esta subcultura es una foto de la mexicana Graciela Iturbide del este de Los Ángeles en 1986. Esta icónica imagen presenta a una banda de cholas frente a varias interpretaciones en graffiti de algunas figuras revolucionarias históricas: Benito Juárez, Emiliano Zapata y Pancho Villa. Una mujer sostiene un bebé mientras las otras tres hacen signos de la pandilla con las cabezas hacia atrás y el mentón hacia arriba. Otra imagen icónica de cholas adolescentes es la de la película Mi vida loca: una película que se enfoca en la relación entre las chicas de la preparatoria Central LA llamadas Sad Girl, Mousie, Whisper y La Blue Eyes. (La película recibió críticas por parte de las cholas por haber presentado una visión fatalista sobre la relación entre Sad Girl y Mousie que había empezado por un chico, pues es algo que las cholas nunca harían).

A pesar de que generalmente se hable de esta cultura en pasado, muchas personas se siguen identificando como cholas o han mantenido elementos de cholas en su estilo, lo cual sigue siendo una especie de desafío como el de las pachucas originales. Hellabreezy, cuyo nombre real es Mayra Ramírez, ha trabajado con varias marcas de ropa urbana como Mama Clothing que siente que le hacen justicia a la subcultura. "Amé trabajar con homegirls y crear imágenes de subculturas que han existido desde hace mucho tiempo", dijo. "Pero tengo cuidado con la gente con la que trabajo. No quiero representar nuestra cultura de manera errónea. Sólo trabajo con gente que conoce la cultura y que en realidad la aprecia". Aunque Mama Clothing fue pionera al adoptar el estilo de las cholas desde los años noventa, hoy en día hay varias marcas de ropa para mujeres que son propiedad de latinas y que usan la estética chola. Algunas como BellaDoña y BandidaClothing se inspiran del estilo de las pachucas y/o cholas. Pero a diferencia de Givenchy, éstas no exotizan la subcultura de manera que la desconecte de sus orígenes antiinstituciones y que la hagan más palpable para los burgueses blanquillos, sino que más bien articulan un orgullo en su propia cultura.

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La cultura chola también ha sido preservada en el mundo del arte. A finales de 2014, la galería Espacio 1839 de Los Ángeles presentó una muestra de arte llamada Style as Resistance (El estilo como resistencia) que posicionaba el estilo de los pachucos como algo político. El curador J.C. De Luna creó el evento, el cual incluía trabajos que honraban la cultura chicana como una forma de combatir los malvados efectos de la gentrificación en el barrio de Boyle Heights. Esto lo hizo De Luna al celebrar a la cultura como una táctica neutralizadora. Los hombres llegaron con zapatos de vestir, zoot suits elaborados y con sombreros de ala muy ancha, mientras que las mujeres llegaron con pantalones a la cintura y peinados distintivos de las pachucas. Hubo discusiones sobre los disturbios raciales de los cuarenta y parte de la música ambiental eran oldies nostálgicos de swing jazz como "Pachuco Boogie". Varios artistas visuales mostraron su trabajo, incluyendo al fotógrafo Art Meza, quien recientemente publicó Lowriting, una compilación de fotos y escritos que inmortalizan los lowriders, a sus dueños y a la comunidad.

Eventos como Style as Resistance honran activamente tanto la historia chicana del pachuco en plena gentrificación como la pérdida de espacios culturales chicanos en ciudades como Los Ángeles y el Mission District en San Francisco. Esto es particularmente importante porque la historia chicana está en peligro de ser marginalizada —hace poco experimentamos la prohibición de los estudios étnicos y mexicoamericanos en Arizona y un intento de borrar a César Chávez de los libros de texto. Esta eliminación de la historia mexicoamericanos hace que la disociación de la estética chola de sus raíces políticas sea algo particularmente maligno. Ser chola es mucho más que delinearse labios y ojos, que accesorios dorados o Dickies. Es una identidad forjada por una lucha para imponer una cultura y una historia, una lucha que aún continúa; sólo piensa en las leyes racistas tipo "muéstrame tus papeles" que están surgiendo en todo Estados Unidos y en las fiestas racistas de fraternidades con tema mexicano, en las que los universitarios se visten no sólo con ponchos y sombreros, sino como albañiles y agentes migratorios.

"Como cholas, simplemente no podemos sacarnos el Aquanet del pelo, quitarnos las arracadas y seguir teniendo un estilo de vida suburbano porque ésta es nuestra realidad. Nosotras vivimos esto a diario". –Hellabreezy

No quiero pelear sobre quién puede tener flequillos llenos de gel porque nada va a detener a la moda de sacar tendencias de los chicos de barrios; todos saben que ellos son los verdaderos creativos. Pero eso no significa que dejaré de hacer caras cada que vea a modelos de Forever 21 usando sudaderas de "Compton" y gorros de tela.

"En aquellos días nos hacían burla por vernos diferentes, pero ahora muchas chicas quieren emular el look y no tienen idea del trasfondo cultural o de las políticas callejeras asociadas a él", dijo Hellabreezy. "Es fácil para las jóvenes privilegiadas querer tener ese look, pero cuando terminen de haber lucido su 'disfraz de chola', no tendrán que volver a casa en el barrio y lidiar con la discriminación, con la violencia, con la pobreza… Simplemente no podemos sacarnos el Aquanet del pelo, quitarnos las arracadas y seguir teniendo un estilo de vida suburbano como ellas porque ésta es nuestra realidad. Nosotras vivimos esto a diario".

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