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La hora mágica

El futuro de la guerra submarina

Lo que podría sonar a sólo ponerle ruedas a un submarino, en realidad significa implementar el fondo marino como un nuevo terreno de combate, uno que podría transformar por completo la forma en la que llevamos a cabo las guerras.

A principios de febrero, Robert Ballard, el oceanógrafo que encontró los restos del Titanic y el PT-109 de JFK, se dirigió a a bienal de súper científicos de la Marina estadunidense en la Oficina de Investigación Naval, en Virginia, EU. El grupo se había juntado para discutir tecnologías innovadoras que la Marina debería usar, pero entre todo el relajo de rayos láser, cañones de riel y robots de lucha contra incendios, Ballard dio un discurso en el que casualmente mencionó una idea que ha estado dando vueltas por décadas: el concepto de guerras submarinas que se lleven a cabo en tierra. "El futuro de la guerra de inmersión profunda es vivirla en tierra"; si un oceanógrafo dice esto, vale la pena considerarlo. Lo que podría sonar a sólo ponerle ruedas a un submarino, en realidad significa implementar el fondo marino como un nuevo terreno de combate, uno que podría transformar por completo la forma en la que llevamos a cabo las guerras.

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Ballard demostró la habilidad que tiene un submarino de operar en suelo marino y sus ventajas al hablar de una exploración submarina en 1985 cerca de la Cordillera de Reykjanes en Islandia. Ballard llevó el NR-1, el submarino de investigación en mar profundo de la Marina, a 914 metros de profundidad entre cimas volcánicas, e incluso hizo que se escondiera entre algunos tubos de lava. Con 45 metros de largo y un peso de 400 toneladas, el NR-1 podía hospedar a una tripulación de 13 personas durante casi un mes. Lo que es más importante, el NR-1 tenía tanto portales como llantas retráctiles. El submarino había sido diseñado en parte para buscar equipos perdidos en el suelo marino, un trabajo que hacía de la interacción con el suelo una necesidad. Las ruedas le permitían que se moviera en suelo marino, mientras que los sumergibles que tratan de rondar encima del piso son arrastrados por las corrientes. Además, el portal les permitía a los pilotos ver por dónde llevaban sus embarcaciones. Después de dos semanas de búsqueda, la Marina aún no sabía mucho sobre su paradero, pero éste salió a la superficie.

Es hora de una idea innovadora de combate submarino como ésta. Las ventajas tecnológicas de las que los submarinos han dependido están perdiendo efectividad. Un reporte lanzado en enero por el Centro de Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias, un laboratorio de ideas de políticas de defensa en Washington, documentó las maneras en las que las viejas reglas para proteger a los submarinos están cambiando rápidamente. Las técnicas de persecución marina han hecho grandes avances al combinar procesamientos de Datos Masivos con más sensores exóticos, entre ellos el captar radiación producida por reactores o el uso de láseres cuidadosamente sintonizados como si fueran una especie de radar óptico. No obstante, cada nueva tecnología para volver a los submarinos más silenciosos y más difíciles de encontrar se está volviendo cada vez más cara.

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Los submarinos que ruedan en el suelo oceánico pueden evitar muchos problemas que estos cambios traen consigo. Los submarinos tradicionales (y los barcos en la superficie contra los que luchan) aún dependen de sonares para encontrar cosas. Éstos escuchan cuidadosamente los sonidos de los enemigos cercanos, como los producidos por motores de turbinas, y mandan pulsos sonoros para localizar objetos: monitorean los ecos que crean al ser golpeados. Sin embargo, estas técnicas son casi inútiles en el suelo marino, donde el complejo terreno de montañas y cañones interfiere tanto con las ondas sonoras que imposibilita la interpretación de los sonidos que reciben.

Las naves también usan detectores magnéticos muy sensibles para localizar otros submarinos. Sin embargo, este método es menos eficaz en algunos tipos de suelo oceánico, en los que las rocas basálticas interfieren con el magnetismo. Entre el sonar y la interferencia magnética en el suelo marino, puede ser bastante difícil encontrar algo, especialmente cuando ese algo se está moviendo y escondiendo por todos lados.

Hasta 1000 A.D., la humanidad hacía guerras en un solo dominio: la tierra. En los siguientes dos milenios, la guerra se ha expandido a cinco áreas más: el mar, el submarino, el aire, el espacio y el ciberespacio. El combate en cada dominio está gobernado por diferentes conceptos de estrategia, física y de todo lo demás. Para fines prácticos, el dominio bajo del mar hoy en día se extiende a lo largo de unos cientos de metros sobre el suelo marino en las partes de menor profundidad. Cualquier cosa que esté más profunda es agua desconocida: las naves se colapsan, la muerte anda por ahí y todo termina mal.

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Pero si empiezas a ver el dominio submarino desde las ventajas que tiene una nave que pueda luchar en tierra, las cosas se empiezan a verse diferentes. Los submarinos tradicionales ya no se ven como predadores sigilosos que se esconden bajo las olas, sino como dirigibles gordos revolcándose en el agua. Los nuevos submarinos son helicópteros acuáticos que aterrizan y despegan del suelo marino cuando quieren. Las minas marinas más avanzadas, como el US CAPTOR (que es básicamente un torpedo que se esconde y espera para atacar), se convierten en el equivalente marino de los sitios de misiles tierra-aire. El terreno rocoso marino ya no es un peligro de navegación, sino un lugar de escondite. El sonar activo (que los submarinos odian porque revela su locación) se convierte en una especie de radar en el suelo marítimo, mientras que las redes del sonar pasivo se vuelven la base de una especie de red integrada de radares de defensa aérea.

Estos cambios no ocurrirán de inmediato. Los submarinos de guerra actuales no llegan tan profundo como para interactuar con la mayoría de los suelos marinos y probablemente son demasiado largos para andar revoloteando por ahí. Por el contrario, las naves de inmersión profunda capaces de descender bastantes metros son pequeñas, lentas, requieren de una nave nodriza y generalmente sólo pueden operar durante algunos días. Sin embargo, los avances en los vehículos operados remotamente y en los submarinos autónomos, ocasionados por un crecimiento masivo de la extracción de petróleo en mar profundo y por el campo emergente de la minería de los fondos marinos, serán críticos para hacer de cualquier concepto de submarinos capaces de moverse en tierra una realidad.

Este cambio no se trata de submarinos con ruedas. Se trata de poner equipos de aterrizaje en los submarinos y en tratar al océano como si fuera aire. Con esto, todo lo que cualquiera creyó saber sobre guerras marítimas deberá ser replanteado.

Por perturbador que suene, se vuelve aún más escalofriante. Cualquier cosa que haga que los submarinos sean más fáciles de encontrar y de fulminar es una amenaza para los submarinos de misiles nucleares, los cuales han sido durante mucho tiempo el último recurso de fuerza de disuasión y son la parte más protegida de los arsenales nucleares de todo el mundo. Incluso si un atacante terminara con cada centímetro de un país durante un ataque nuclear sorpresa, siempre será vulnerable a un contraataque por parte de submarinos escondidos en el mar. Es por esto que la mayoría del arsenal nuclear estadunidense está bajo el mar. La habilidad de contraatacar, descansa en prevenir que nadie pueda acercarse y accionar las armas nucleares.

Esta lógica ha sido una pieza clave en cómo piensan las potencias nucleares prevenir (y combatir) la guerra nuclear. No obstante, la guerra en el suelo marítimo también podría cambiar eso. Naciones de todo el mundo (incluyendo EU, Rusia y China) son signatarias del Tratado de Control de Armas de los Fondos Marinos, el cual prohíbe la colocación de bombas nucleares en el fondo marítimo (al menos fuera del área costera de 19 kilómetros). Ahora bien, si una nación se retractara del tratado para construir una base nuclear bajo el mar debido a que sienta que sus submarinos nucleares ya no son seguros, fácilmente podría hacer estallar una carrera armamentista. La guerra en el suelo marítimo podría amenazar la estabilidad de la contraamenaza nuclear hasta el punto en el que veamos una nueva proliferación de armas.

El tema con los tratados es que no son para siempre. Eventualmente alguien decide salirse o hacer trampa, o la tecnología avanza tanto que el tratado se vuelve una reliquia histórica. Estados Unidos se retiró del Tratado sobre Misiles Antibalísticos en 2001 para continuar con el Escudo Antimisiles. A principios de marzo, Rusia completó su retirada de facto del Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, el cual limita el tamaño de los ejércitos europeos. No hay razón para creer que el actual tratado sobre armas de destrucción masiva en el suelo oceánico o cualquier otro tratado que limite la guerra en el suelo marítimo hará algo bueno a largo plazo. Incluso si ésta es una idea cuya ejecución aún no llega, en algún momento lo hará.