FYI.

This story is over 5 years old.

Noticias

El gaucho más solitario del mundo

Recorriendo las desoladas tierras de la Patagonia chilena

Faustino Barrientos ha pasado la mayor parte de sus 81 años en completa soledad y aislamiento. Desde 1965, ha vivido como gaucho: esos vaqueros que andan siempre a caballo, pastoreando ovejas por esas inhóspitas tierras del sur de Chile y Argentina, conocidas como la Patagonia. Desde hace décadas, el único contacto que Faustino tiene con la humanidad sucede cada dos años, cuando lleva su ganado al pueblo más cercano para venderlo.

Publicidad

El estilo de vida de los gauchos, que consiste básicamente en cazar y pastorear, no ha cambiado mucho desde la época colonial. Decir que estas personas son solitarias es decir poco; no es gente que decide dejar la ciudad, se muda al campo y empieza a escribir un blog sobre zanahorias orgánicas. Los gauchos son gente solitaria de verdad. Pero Faustino no siempre estuvo solo. Creció en la orilla del lago O’Higgins en un lugar conocido como Once Hermanos, en honor a él y sus diez hermanos y hermanas, quienes uno por uno se fueron alejando a través de los años. Tiempo después, sus padres murieron y unos vecinos vengativos quemaron su casa y vendieron la tierra. Faustino se mudó a Argentina y viajó por el país perfeccionando las habilidades que luego le permitirían regresar al lago O’Higgins para vivir de la tierra durante los siguientes 46 años.

Mientras que el paisaje de la Patagonia argentina puede ser inhóspito y casi desértico, el de la Patagonia chilena es mucho más accidentado. El paisaje está cubierto de montañas escarpadas, casi góticas, bosques muy densos y aislados asentamientos humanos. El lago O’Higgins se encuentra en la región de Aysén, uno de los lugares más remotos en la Patagonia. Es la región menos poblada en Chile, y uno de los lugares con menor densidad de población en todo el mundo, además de la Antártida. El asentamiento urbano más grande en la región es un lugar llamado Coyhaique, en donde viven más de la mitad de los cien mil habitantes de la región. El resto de la gente vive en pueblos más pequeños, asentamientos fronterizos de menos de 500 personas, como Villa O’Higgins, donde Faustino vende su ganado.

Publicidad

Como sucede en la mayoría de los países en desarrollo, la tierra de Faustino está cambiando rápidamente. La transformación empezó a mediados de los setenta cuando Chile y Argentina se vieron envueltos en el llamado Conflicto de Beagle, una disputa por el territorio cerca de las islas Nueva, Picton y Lennox. Esta riña fue la principal razón por la cual Chile apoyó a Inglaterra en la Guerra de las Malvinas, otro conflicto complicado y más o menos absurdo por una serie de islas en la costa de Argentina, que los ingleses habían reclamado como suyas hacía mucho tiempo. En ese momento, el dictador militar Augusto Pinochet decidió que Chile necesitaba una autopista para que el ejército tuviera mayor acceso a las regiones más apartadas.

Así que en 1976, el Comando de Ingenieros del Ejército de Chile comenzó la construcción de la Carretera Austral, algo que cambiaría para siempre la Patagonia y la vida de sus habitantes. Para 1986, una carretera principalmente de terracería, conectaba las comunidades más remotas del país, y por fin el ejército chileno tenía fácil acceso a la región del sur. Gracias a los nuevos caminos, se empezó a desarrollar en toda esa área una industria de turismo de aventura, alrededor de pueblos como Coyhaique en el norte, y lugares como Torres del Paine y Punta Arenas en el sur.

A pesar de todo esto, Villa O’Higgins ha permanecido relativamente aislada. Antes, sólo era posible llegar ahí en avioneta, hasta que en el año 2000 los últimos cien kilómetros de terracería (de un total de mil 240) conectaron al pueblo con el resto de la carretera (incluyendo un viaje de una hora en transbordador desde el Puerto de Yungay). Faustino vive a unos 30 kilómetros de Villa O’Higgins, pero los kilómetros en la Patagonia chilena no son lo mismo que en cualquier otro lugar. Le toma varios días hacer su viaje cada dos años, acarreando a su ganado por riscos, barrancos, acantilados y atravesando ríos rápidos entre las montañas, para eventualmente llegar al pueblo. Faustino vivió así, solo, sin ver a nadie por 35 años con excepción de cuando realizaba esos viajes esporádicos al pueblo. Esto cambió cuando empezaron a pasar los barcos. Primero, hace diez años, un barco del gobierno comenzó a atravesar el lago una vez a la semana, por alguna razón que a los políticos les pareció importante. Después, los barcos comenzaron a llevar turistas al glaciar O’Higgins, un favorito de los mochileros preocupados por el calentamiento global.

Publicidad

A sus 81 años, Faustino sigue muy activo y sigue sin ir al pueblo muy a menudo, pero se ha adaptado a los cambios a su alrededor. Ahora el barco le trae provisiones de vez en cuando y tiene electricidad gracias a un panel solar. Además, hace poco otra persona se instaló cerca de donde vive, así que tiene un nuevo vecino. El mundo a su alrededor está cambiando, pero podemos estar seguros de que el tiempo que le queda a Faustino lo seguirá pasando tan alejado de la civilización como le sea posible.

Busca este mes en VICE.com, el documental La Patagonia de Faustino Barrientos, sobre la solitaria vida de este ermitaño.