El nuevo número de VICE ya está aquí

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¿Nos extrañaron?

El nuevo número de VICE ya está aquí

¿Nos extrañaron tanto como nosotros a ustedes? Sáltense esta carta y dense grasa.

Quería escribir sobre el nuevo número de VICE. Contarles de cómo luego de meses y meses de espera, contrición y helvética, al fin van a poder tener otro número de nuestra revista en sus manitas. Del rediseño y el portadón que se aventaron los másters de Toilet Paper. De lo difícil que ha sido dejar de lado tantos y tantos artículos de buena literatura y cocaína por el culo. Pero me resisto. Porque con perdón de los horóscopos, no hay parte más desechable en cualquier revista que la "carta del editor". Ni siquiera el legal estorba tanto. Esa manía de dilapidar caracteres en tratar de explicarle al lector de qué va la cosa es herencia directa de los prologuistas, esos profesionales del sopor didáctico, mercenarios que han empeñado toda una vida en el anticipo de obviedades, referencias técnicas y marcos teóricos.

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Lo único bueno de los prólogos (y de las cartas del editor) es que uno puede saltárselos. Es un deber, más bien. Hay que saltárselos. ¿Por qué quemarse con pretextos el gasolaje? O peor todavía: el tiempo. Y es que no se trata de cualquier montón de minutos echados a perder. Es el tiempo del lector. Tan raravis, tan escaso, tan disperso. Con la de clicks que provocan en nuestros cuerpos, su tiempo tendría que tasarse un poco más alto.

Decía Fogwill que el tiempo espacializado es un tiempo especializado. Fíjense: llega un tipo, el editor, y muy ufano nos echa en cara la de noches que ha pasado trabajando en este "esfuerzo colectivo que después de mucho trabajo, finalmente, después de tantísimos arranques de voluntad, usted tiene, ojo, sólo luego de sudar litros de sudor y sangre, en sus manos, apreciado lector". Es un desvelado jactancioso. Al final, la carta del editor es un método de control. Inocentón y autoindulgente, pero interventor, exculpatorio, pedagógico, aclaratorio: con su gravamen de violencia y ternura a montos iguales.

Ahora, sólo dos tipos de prólogo son remotamente digeribles: los que no hablan de nada y los que se excusan por las excusas. Si la metaexcusa es el material del que se compone la Gran Nada, vamos bien hasta ahora. Con eso comienza la revista nueva: una triple negación enfática, que es un sí a fin de cuentas. ¿Qué más? Una sección llamada Dossier. Ahí, como en cualquier fólder canalero, cabe de todo: un perfil de la escritora mexicana radicada en Harlem Valeria Luiselli; una entrevista con Regina Tamés, directora de GIRE y activista por los derechos reproductivos de la mujer; una crónica de El Día de los (jinetes) Borrachos en Guatemala; una guía ilustrada para reprimir manifestaciones con armas no letales y un texto de Óscar Balderas sobre los asesinatos de tortilleros en Acapulco.

Las piezas de largo aliento siguen siendo reinas en esta baraja. Ante tanto cierre de revistas regias y entre tanta nota escueta que nos bombardea a diario, seguimos tercos con la idea de que a la hora de visibilizar y fomentar una visión crítica, la narrativa se impone. Jakob Kushner viajó hasta Kenia para cubrir la súbita crisis de refugiados de 2014, luego de que Uganda aprobara una ley de persecución y linchamiento contra los homosexuales; y en Tailandia, Jean Friedman-Rudovsky se da a la tarea de tratar de entender los motivos y pulsiones de un grupo de sexoservidoras que lucha por ejercer su oficio con seguridad, dignidad y prestaciones. Nathaniel Janowitz, capo del Canadá profundo, se lanzó a Culiacán para documentar las cruces que se levantan en cada esquina, zanja o crucero. Un documento de la memoria en este país que a pesar de todo, se niega a olvidar.

¿Nos extrañaron tanto como nosotros a ustedes? Sáltense esta carta y dense grasa.

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