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El periódico 'LBM Dispatch' trae las buenas noticias

El proyecto que eventualmente se transformó en 'LBM Dispatch' comenzó como una broma experimental y se convirtió en el "periódico de las divagaciones norteamericanas publicado de manera irregular".

Boulder, Colorado. El espectro de John Denver nos persiguió durante los preparativos para nuestro viaje a Colorado, pero tenía la esperanza de que evitaríamos tanto su música como su legado. Sin embargo, esto resultó imposible. “Rocky Mountain High” es una de las dos canciones oficiales del estado, y cuando vimos carteles anunciando una presentación de un imitador de John Denver en uno de los primeros pueblos en nuestro viaje, sabía que una visita al santuario oficial de John Denver en Aspen sería inevitable. Para cuando nos encontramos con Don (en la foto) en el Days Hotel en Boulder, ya sentíamos la presencia de Denver en todos lados, lo cual me pareció un poco desafortunado.

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El proyecto que eventualmente se transformó en LBM Dispatch comenzó como una broma experimental. En diciembre de 2011, a punto de cumplir años, Alex me envió un mensaje para informarme que quería tener una aventura. Un par de horas más tarde, estábamos en su Honda Odyssey recorriendo las exuberantes fronteras entre las Ciudades Gemelas, Minnesota, pretendiendo ser representantes del periódico de un pueblo pequeño. La primera “nota” que perseguimos involucró a un gato que llevaba meses eludiendo a los rescatistas, viviendo en una isla en medio del cruce de autopistas más transitado en la zona metropolitana. Este gato era casi un mito, y supuestamente había sobrevivido solo porque ese era su destino o porque tenía muy buena suerte: la isla en la que estaba atrapado tenía un estanque de agua dulce, así como los restos de un venado que, según parecía, no había tenido la buena fortuna ni las habilidades de supervivencia del gato.

Para nuestra suerte, en navidad, justo antes del cumpleaños de Alec, hubo un avance en la historia. Un policía suburbano había logrado atrapar al gato fugitivo para transportarlo a un refugio de animales, donde había sido bautizado como Adam (en honor al rescatista, aunque el nombre resultó favorable para nuestros fines). Visitamos la isla en la que Adam había estado atrapado, donde investigamos y fotografiamos el estanque, los restos del venado, y una alcantarilla bajo la autopista que, basándonos en las huellas, concluimos que había sido el refugio de Adam. También visitamos al gato en su hogar temporal. Su malhumor y actitud poco cooperativa sugería que el gato había sido capturado más que rescatado; exiliado, no liberado.

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Eso era todo lo que necesitábamos para encender nuestra inspiración, y de ahí en adelante todo progresó viento en popa. No teníamos ningún plan verdadero para el proyecto; puede ser que los dos dudábamos en seguir adelante. Alec probó suerte en un periódico suburbano, y mi primer trabajo fue con el periódico local de un pequeño pueblo. Fue divertido explorar el lugar donde los dos hemos pasado la mayor parte de nuestras vidas, y aún más divertido descubrir tantos rincones desconocidos, repletos de cosas extrañas, en el proceso.

Asistimos al musical de una iglesia basado en el Génesis, en las ruinas de un pueblo fantasma en Minnesota fundado por un miembro del Donner Party, y pasamos un rato con un recreador de la Segunda Guerra Mundial que dormía en una trinchera que había cavado en el patio de su casa, en los suburbios. En un hotel en la interestatal, durante un reunión del Club de Optimistas, escuchamos a un experto en control poblacional hacer todo lo posible por desmoralizar a los optimistas con historias del inminente peligro que corre el planeta, con todo y fotografías de niños muertos de hambre, vertederos y animales revoloteando en mares cubiertos de petróleo. Después de un rato, en un acto de inútil (y quizá irónico) optimismo propio, imprimimos tarjetas de negocios que me identificaban como el director de una corresponsalía de un periódico ficticio.

Después de algunos meses de esto (seguíamos sin tener idea de lo que haríamos con todo el material que estábamos generando), se presentó la oportunidad de llevar nuestro periódico ficticio de viaje. Alec tenía una plática programa en Ohio, y decidimos subir las cosas a la camioneta, pasar una semana recorriendo el estado, y ver si podíamos armar algo publicable.

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Durante el tiempo que pasamos manejando por Minnesota, algunas ideas básicas y temas comenzaron a cobrar forma. Estábamos hablando de una comunidad real en la era del internet y nos preguntábamos cómo sobrevivían, en este siglo 21, las viejas redes sociales: grupos civiles, fraternidades, clubs sociales y simples amistades. Nuestras propias personalidads y nuestro fracaso relativo como seres sociales nos llevaron a ciertas conclusiones que, auque no fraudulentas, no nacieron realmente en Ohio, ni en ninguno de los otros estados que hemos visitado en viajes subsecuentes del Dispatch.

En cierto modo, nuestras suposiciones, por lo general equivocadas, han sido probadas en nuestra relación laboral y la naturaleza de nuestra colaboración. Desde Ohio en mayo de 2012, Alec y yo hemos visitado cinco estados, recorrido miles de kilómetros, pasado más de tres meses juntos en una camioneta, y publicado cinco números temáticos por estado de LBM Dispatch. Producimos nuestros trabajos mientras nos movemos, con entregas diarias, actualizaciones en nuestro Tumblr, y el objetivo de editar y publicar la edición impresa dentro de la semana siguiente a nuestro regreso. Hasta ahora (toco madera), hemos cumplido con este objetivo cinco veces de cinco, y hemos acumulado (además de 250 páginas de fotos y textos impresos) miles de imágenes e historias. Los días son largos, y pueden involucrar decenas de accidentes automovilísticos, eventos planeados y un confuso coro de voces y una galería de rostros y paisajes. Cuando llegamos a un motel por las noches, Alec sube sus fotos, enviamos correos y yo me desvelo redactando textos y pies de foto.

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Tengo que admitir que nunca imaginé que esto funcionaría. Creo que ni Alec ni yo estamos diseñados para la fricción interpersonal requerida para una colaboración tan intensa. Ninguno de los dos, estoy seguro, sería el candidato ideal para una banda de rock, mucho menos una banda de rock que pasa tanto tiempo en el coche. Soy un solitario con un caso extremo de trastorno obsesivo compulsivo y no hay nada que disfrute más que estar en casa con mi perro, mis libros y mi música, gozando de la misma rutina día tras día. Un día en el que no me tenga que vestir, es un buen día. La idea de una colaboración creativa siempre ha tenido su atractivo, pero con base en mis experiencias pasadas, la realidad ha dejado mucho que desear; y siempre ha sido mi culpa. Hace mucho concluí que simplemente no soy bueno para eso. También tengo una historia nada perfecta con las entregas. No puedo producir nada sin una pistola contra mi cabeza, sin embargo odio la idea de tener una pistola contra mi cabeza. Gran parte de su carrera, Alec ha trabajado solo también, y tiene un fuerte ética de trabajo.

Como resultado de estas preocupaciones, toda la idea de Dispatch resultaba emocionante, pero muy desafiante. Y como siempre hemos viajado con una tercera persona que maneja la mayor parte del trayecto y ayuda con la logística y otros detalles, nuestra química particular parecía estar cargada de un peligro explosivo desde el comienzo.

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Norman Mailer fue quien dijo: “En movimiento, un hombre tiene una oportunidad”, y ahora, un año después de empezar esta aventura, el reto es cómo ajustarnos a quedarnos quietos, lejos de la autopista, una vez más. Los viajes de Dispatch tienen una cantidad interminable de adrenalina, y se ha vuelto increíblemente fácil perdernos en la planeación, itinerarios, rutinas de trabajo y el sinfín de posibilidades que ofrece viajar a un lugar nuevo todos los días. Los cuadernos se llenan, las fotos no paran de llegar, y tomamos por sentado esa magia con la que nos topamos cotidianamente en cualquier lugar al que vamos. Un par de historias: cuando realmente queríamos un Boy Scout en Ohio, había un Boy Scout parado en un estacionamiento junto a la carretera; y justo cuando moríamos de ganas por encontrar mormones en Colorado, voilà, dos mormones doblaron en la esquina con sus bicis de montaña.

Por lo general, a la mitad de cada viaje, los temas y secuencias comienzan a tomar forma y empezamos a definir detalles y llenar los vacíos. Un mal día antecede a una lluvia de encuentros inesperados, y la decreciente energía en la camioneta queda remplazada por una emoción puramente sinérgica. Una gran parte de la emoción viene de la estructura autoimpuesta y las fechas de entrega, ver cómo todo cobra vida, y el placer de saber que tendremos algo en nuestras manos dos semanas después de terminar nuestros viajes.

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Ninguno de los viajes sale exactamente como lo planeamos, pero siempre hay un plan. No manejamos sin rumbo en busca de fotos y personas. Antes de salir de la ciudad, tenemos una ruta definida, conocemos la historia de los lugares en nuestro itinerario, sabemos sobre los eventos locales e indagamos sobre destinos potencialmente interesantes en el camino. Leemos miles de páginas de literatura de los estados, estudiamos su historia, folclor y clima político, intentamos estar informados sobre eventos actuales que podrían estar ocurriendo durante nuestra visita, y discutimos temas o puntos de enfoque para nuestra investigación. Sólo por el gusto, o en un intento por establecer un estado de ánimo, trato de crear una lista de canciones producidas o inspiradas en el estado. Y después manejamos.

Tener un destino predeterminado todos los días es útil para fines de disciplina, pero el azar suele llevarnos a tomar desviaciones o a extender nuestra estancia en un lugar u otro. Alec y yo estamos juntos todo el día; mientras él toma fotos, yo hablo con la gente. A veces es al revés, pero en cinco viajes hay sólo tres fotos que fueron tomadas cuando yo no estaba presente. Una buena historia se antepone a una buena foto de vez en cuando, y viceversa, pero a estas alturas los dos tenemos una buena idea de lo que queremos de cada situación, y hay un intercambio mínimo de palabras al momentos de tomar las decisiones. Sin embargo, siempre hay sacrificios que hacer; una vez que encontramos un tema o una dirección, tenemos que dejar de lado todo tipo historias para seguir nuestro camino.

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Desde un punto de vista meramente e personal, es casi un milagro que este proyecto haya resultado tan exhaustivamente divertido y que haya funcionado como lo ha hecho. Los viajes de Dispatch han sido las experiencias más gratificantes en mi vida profesional; y creo que fue porque, desde el comienzo, ni Alec ni yo hemos abordado este largo proyecto como una experiencia estrictamente profesional, sino como una serie de viajes, aventuras y largas conversaciones entre dos amigos. Esas conversaciones y nuestras experiencias, las cosas que hemos visto, la gente a la que hemos conocido y las historias que hemos escuchado son todo.

Para ver números anteriores de LBM Dispatch o comprar ejemplares del “periódico de las divagaciones norteamericanas, publicado de manera irregular”, visita littlebrownmushroom.com.

Cambridge, Minnesota. Esta fue una de las primeras noticas que Alec y yo seguimos cuando empezamos con nuestras viajes desde nuestras casas en Minneapolis. Para cuando conocimos a Scott Schmitt, ya había llenado la trinchera que había cavado en el patio de su casa, en los suburbios de Cambridge. Schmitt cavó el hoyo y pasó una semana durmiendo en él, para conmemorar el heroísmo de los paracaidistas de la división 101 durante el Sitio de Bastogne. Como parte de esa hospitalidad y amabilidad a la que ahora estamos acostumbrados en nuestros viajes Dispatch, Schmitt sacó su uniforme original de la 101 y nos invitó a su jardín para una foto con lo que quedaba de su trinchera.

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Westminster, Colorado. Estábamos manejando sin rumbo cuando nos encontramos con un grupo de marines en un programa de entrenamiento llamado “Entrada tardía” en el estacionamiento de un centro comercial. Resulta que últimamente, muchos de los aspirantes no pueden aprobar los exámenes de acondicionamiento necesarios para el entrenamiento básico, y deben inscribirse a un régimen de ejercicios y pruebas diseñadas para ponerlos en forma. Vimos a muchas personas vomitando, y a varios reclutas que, al darse cuenta que no eran material para los marines, abandonaban el lugar a medio entrenamiento.

Redwood City, California. Durante una reunión y bienvenida para start-ups ucranianas en una oficina aislada en Silicon Valley, conocimos a un hombre que aseguraba no ser ucraniano ni inversionista. Después sonrió, se encogió de hombros y dijo: “Pero soy soltero, y estoy aquí para ver a los hermosas ucranianas y por el vino gratis. Sin aventurarse no se gana”.

Clifton, Colorado. Gabe es un apache mescalero. Él y su esposa, Sis, son dueños del campo Red Rock, una mezcla de tienda y campo de tiro. La noche de nuestra visita invitó a un grupo de regulares para un torneo improvisado. Nos dieron la bienvenida como si lleváramos semanas asistiendo a sus eventos, y todos dejaron lo que hacían para enseñarnos el lugar y posar para nuestras fotografías.

Anteriormente:

El águila y la rata

Ve más en nuestra Edición de Fotografía 2013: Colaboraciones.