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Cultură

El placer de robar: Testimonios de cleptómanos

Platicamos con algunos cleptómanos sobre el placer que les ocasiona robar sus objetos favoritos.

Ilustración de Simón Urdaneta, mira más de su trabajo aquí.

Recuerdo que de pequeño llegaba a casa con algún bolígrafo u objetos de mis compañeritos de la escuela. Algunas veces los pedía prestados y no los devolvía sin tener idea de lo que estaba haciendo, sólo sabía que la sensación de tener ese bolígrafo que no me compraron mis padres, lo hacía ver como más brillante, mucho más chido. Era mi bolígrafo preferido. Luego los bolígrafos pasaron a ser chocolates, y cada vez que salía del país no perdía la oportunidad de entrar a cualquier Target o Walmart y entrar a la sección de dulces para comerme algunos y botar en la basura los empaques después —esto es, sin pagarlos—. Tenía nueve años, era muy emocionante ver el letrero de Walmart o Target porque sabía que iba a comer chocolates gratis. Mi cerebro lo asociaba con el placer.

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Nunca sentí que lo que estaba haciendo era robar, a veces cuando lo hacía mi cerebro disparaba excusas como "ellos tienen dinero para estas pérdidas" o "por un Hershey's no me van a meter preso". Ya de mayor, leyendo sobre esto llegué a la conclusión de que quizás lo que me pasaba de niño eran síntomas de cleptomanía.

La cleptomanía es un trastorno de control de impulsos que lleva al robo compulsivo de cosas. La diferencia entre un ladrón y un cleptómano es la manera en la que se produce el robo. Los enfermos no planifican robar ni toman alguna medida preventiva para evitar que los agarren en el acto. El robo lo cometen solos, no buscan ayuda o asistencia. Sienten algo como una excitación creciente antes de robar el objeto, seguida de bienestar o liberación cuando lo llevan a cabo. La diferencia más grande es que el cleptómano roba por necesidad de satisfacer un impulso, el ladrón por diversión.

Un buen ejemplo es Lindsay Lohan, todos leímos cuando se pasaba de tragos o drogas y al mismo tiempo se robaba un montón de cosas. Que si un abrigo, que si unas joyas…

Hace días en mi auto pasé buscando a la amiga de una amiga, y en la parte de atrás tenía una chamarra que compré hace poco. Cuando llegué a mi casa luego de dejarlos a todos, me di cuenta de que mi chamarra ya no estaba. Di con el teléfono de ella y le reclamé, me dijo que sí, que ella la metió en su bolso sin querer. Como por mala suerte no pudimos contactar a Lindsay Lohan, nos conformamos con Michelle y otros más como ella. Platicamos con algunos cleptómanos sobre el placer que les ocasiona robar sus objetos favoritos:

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Michelle 21 años, estudiante de comunicación social

No sé por qué lo hago. Me lo he preguntado millones de veces, creo que soy una persona normal y estable. La primera vez que robé en una tienda fue a los siete años y recuerdo que fue en un Blockbuster que acaban de inaugurar. Mi padre se dio cuenta del dulce que me había llevado de la tienda y nos devolvimos para regresarlo. No me regañó, pero sí me dio un sermón camino a la casa. En la secundaria empecé a desarrollar una ansiedad o tensión rara, hasta picazón en el cuerpo llegué a sentir. Me metía en tiendas y tomaba alguna revista, me tomaba algún jugo y salía bastante aliviada. Cada vez se repetían más estas situaciones hasta que una vez me agarró la policía y llevé un gran susto, le avisaron a mis padres y eso fue un drama en mi casa. Creo que mi método ha mejorado con los años, la semana pasada por ejemplo, fui a una farmacia cercana y compré varios productos para disimular los que en verdad me quería llevar, uno de ellos era muy bonito y se lo regalé a mi mamá.


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Daniel M, 21, estudiante de letras

Sé que me llevo cosas y mis amigos me molestan con eso. Igual siento que no es nada de gravedad ya que yo siempre las devuelvo, las pocas cosas que me he quedado son porque siento que son como ítems de lugares nuevos que conozco. Si tú entras a mi cuarto, yo te podría enseñar varias cosas de casa de mis amigos. De una amiga tengo un disco de Korn, de un compañero de tesis tengo unas bocinas Samsung para oír música mientras estudio y de un tutor tengo un libro que estaba en su sala de estar, La metamorfosis de Kafka.

Miguel M, 26 años, desempleado

Cada vez que entro a un supermercado siento una emoción como si entrara a Disneyland. El ver todo ordenadito y en abundancia me da ganas como de recorrer todo el local para ver qué cosa me puedo llevar a la casa hoy. No me llevo cosas valiosas, tonterías para comer mientras veo televisión. Nunca robaría algo que me metiera en problemas, tampoco soy tan estúpido. Creo que lo más valioso que llegué a robar fue un chocolate Milka importado que metí en una bolsa de cosas que ya había pagado en otra tienda. Casi nunca se dan cuenta si haces esto, están muy pendientes de otras cosas. También funciona destapar alguna lata de refresco mientras vas con tu carrito de compras. Me gusta tomar refrescos para entretenerme mientras veo lo que voy a comprar y quizás llevarme. Obviamente el refresco nunca lo pago, siempre lo tiro a la basura.

Juan C, 23 años, comunicador social

En la escuela antes del receso pedía permiso para ir al baño, y en ese entonces los niños llevaban juguetes de sus casas. Recuerdo que uno de ellos tenía una figura de acción que era como una especie de Optimus Prime pero naranja y azul que tenía como unos discos que le salían de la espalda. Me obsesioné y me quedé en el baño para esperar que todos salieran. Cuando se fueron todos, lo agarré y metí en la mochila, no se dieron cuenta. Supongo que el niño que era dueño del juguete sí lo notó. También iba a casa de mis primos y no podía evitar los impulsos de llevarme juegos de N64 como el Diddy Kong Racing.

Ronald R, 26 años, ingeniero industrial

En un viaje a Estados Unidos caí en cuenta de que tenía un problema ya que no fui yo el que salió perjudicado sino mi primo. Estaba de visita en su casa ya que yo andaba de vacaciones por Orlando y él vive ahí. Estábamos en Urban Outfitters recuerdo, y yo metí una camisa talla M que no tenía el sensor de seguridad en una bolsa que teníamos de otra tienda ya. Mi primo se estaba probando la misma camisa pero talla L, y como él la iba a pagar me pareció plan perfecto. Para mi sorpresa, la camisa que metí en mi bolsa sí tenía sensor pero en la etiqueta. Al tratar de salir de la tienda éste se activó y bueno, la policía y el staff de la tienda nos sacaron las cosas de las bolsas y se dieron cuenta. Mi primo estaba confundido porque él pensó que fue su error; que al agarrar la camisa de los estantes una por casualidad había caído en la bolsa. Nos mostraron las cámaras y ahí se veía todo claro. A mí no me pasó nada ya que yo andaba de turista y mi responsabilidad la asumía él, que estaba esperando la Visa de residente… aún me arrepiento.

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