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Exclusiva: hablamos con Michael Moore sobre su nueva película 'Where to invade next'

El director habla sobre invasión, revolución y por qué su última película es la más alegre de todas.

Imagen promocional de 'Where to Invade Next' cortesía de Sunshine Sachs

Michael Moore ha estado pinchando y provocando al establishment económico y político de Estados Unidos desde que su película de 1989 Roger and Me , lo situó como uno de los documentalistas más importantes de nuestra época. En los años siguientes su estilo en primera persona ha sido adoptado por cineastas como Morgan Spurlock, y ha producido una serie de controvertidos documentales sobre la obsesión de Estados Unidos con las armas ( Bowling for Columbine, 2002), la guerra contra el terrorismo ( Fahrenheit 9/11 , 2004), el sistema de salud ( Sicko, 2007) y la crisis económica ( Capitalism: A Love Story, 2009).

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Su último proyecto, Where to Invade Next, se estrena hoy jueves, 10 de septiembre, en el Festival Internacional de Cine de Toronto y consiste en una mirada en profundidad al estado de guerra perpetuo de los EE.UU. VICE se sentó a hablar con Moore sobre la posición de Estados Unidos en el mundo, lo que se siente al caminar llevando una bandera gigante del país norteamericano, y por qué en realidad es optimista sobre el futuro.

VICE: ¿Cómo se te ocurrió el título Where to Invade Next? ¿Es una táctica para llamar la atención de la gente?

Michael Moore: Cuando la gente me preguntaba, «¿En qué estás trabajando?» y yo les decía el título, lo interesante de su respuesta era su mirada y su risa nerviosa. Como si fuera un título divertido, pero no solo es divertido, sino que podría ser algo muy cierto.

La ignorancia del mundo es el ingrediente más importante del miedo. Y el miedo es el ingrediente más importante del odio. Esa es la ecuación.

Creo que cuando cayó el Muro de Berlín y terminó de la Guerra Fría, sentí un verdadero alivio, toda esta acumulación de armamentos y presupuestos enormes para el Pentágono iban a desaparecer e íbamos a vivir en un mundo en paz. Pero no, teníamos que tener otro enemigo. Y debido a que gran parte de nuestra economía y gran parte de nuestra estructura de poder está configurada en torno a la industria militar, cosa que ya nos advirtió Eisenhower, me di cuenta de que íbamos a estar en un estado de guerra perpetua. Siempre habrá una nueva amenaza, un nuevo hombre del saco. Y por eso el título es, a su manera, un ataque satírico a lo que parece ser una cosa real. Y, por supuesto, cuando una cosa empieza a terminar, empiezan a hablar de Irán o de algún otro y de que tenemos que prepararnos para luchar contra alguien que nos amenaza, y saben lo fácil que la gente se asusta, especialmente los estadounidenses. Cuando te aíslas, cuando no conoces otras culturas del mundo, la ignorancia del mundo es el ingrediente más importante del miedo. Y el miedo es el ingrediente más importante del odio. Esa es la ecuación. Se comienza con la ignorancia, que conduce al miedo, que conduce al odio, que conduce a la violencia. Pero tienes que mantener la ignorancia del público, y de esa manera les puedes decir de nuevo que Irán les va a matar.

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¿Es hacia donde se está dirigiendo la actual campaña electoral de Estados Unidos?

Bueno, creo que las personas que gustan de propagar la guerra y el miedo sin duda van a tratar de hacer eso. Pero tienen un gran problema, y es que las generaciones de jóvenes, entre los 16 y los 35 años, llevan ya dos décadas con internet. Quizá no tengan pasaportes ni puedan salir a conocer mundo, pero tienen acceso a la información, lo que significa que no son jóvenes ignorantes a los que se pueda engañar fácilmente. Eso va a ser un gran problema para el que quiera llevar a cabo una campaña basada en el miedo. Por eso me siento un poco optimista y creo que esa misma estratagema no funcionará.

La cinta arranca contigo citando una letanía de fracasos militares de EE. UU. a lo largo de los años. ¿Cómo crees que ve el Pentágono esas guerras? ¿Cómo se ve a sí mismo?

Durante el primer minuto de la película digo algo que no se dice en los EE. UU.: «Perdimos la guerra de Vietnam. Perdimos la guerra de Corea. Perdimos la guerra del Golfo». Prácticamente hemos dejado que el Pentágono y la derecha decidan el significado de ganar una guerra, pero, a mi entender, ganar una guerra es derrotar a los malos y evitar que estos sigan en el poder. Y eso no fue lo que pasó en Corea. La analogía sería si, al final de la Guerra de Secesión, Robert E. Lee y Jefferson Davis controlaran todo al sur de Maryland y aun así nos proclamáramos victoriosos.

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Ya avanzada la cinta aparece una idea muy poderosa, que es la del sentimiento de tener una historia nacional, con sus claros y sus oscuros. Somos conscientes del daño que ha causado el TEPT, pero ¿nos hemos quedado ciegos ante los traumas más sutiles provocados por años de conflictos?

Totalmente. Es una de las razones por las que le puse este título a la película y por la que la gente reacciona de ese modo cuando lo conoce, porque saben que en el fondo es verdad. Saben que los que están en el poder no han acabado de utilizar a nuestros jóvenes como carnaza para la próxima idea absurda que se les ocurra. Y, francamente, creo que todo el país sufre un TEPT. No solo los soldados, sino de una nación que no se ha enterado de lo que está pasando realmente y en la que la gente vive con inquietud. Nunca es bueno vivir con miedo. Si tu hijo tiene miedo por las noches porque cree que hay un monstruo en el armario, lo que haces es encender la luz y abrir las puertas del armario para disipar su miedo. En otras palabras, solo cuando la ignorancia desaparece pueden relajarse y quedarse dormidos.

Aquí seguimos diciendo, «Somos los mejores, somos los mejores», y en este punto tenemos que empezar a plantearnos a quién intentamos convencer, realmente.

Pero, ¿no crees también que el país debe estar abierto a un ejercicio de introspección? El argumento del excepcionalismo estadounidense –la idea de que este es el mejor, más valeroso y libre de los países- para mí denota una cultura poco proclive a la introspección. ¿Crees que los estadounidenses son introspectivos?

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Creo que el excepcionalismo del que hablas será nuestra perdición. Es casi como decir que no necesitamos encontrar una cura para el cáncer porque somos lo suficientemente fuertes y valientes como para enfrentarnos a él y superarlo. Es esa convicción de que estamos por encima de todo cuando no es así.

¿Qué crees que intentan decir los políticos cuando hablan del excepcionalismo estadounidense?

Intentan hacer sentir bien a personas que, en el fondo, no se sienten bien. Aquí seguimos diciendo, «Somos los mejores, somos los mejores», y en este punto tenemos que empezar a plantearnos a quién intentamos convencer, realmente.

Los hechos no lo confirman. No somos los mejores en educación, ni en transporte colectivo, ni en sanidad pública, ni en… muchas otras cosas.

¿Es tu película, pues, un documental sobre la muerte del sueño americano?

Quizá se podría decir eso de mis películas anteriores, pero creo que ese sueño lleva tiempo muerto. Y la gente lo sabe. Pero también se han dado cuenta de que era precisamente eso: un sueño. No era la realidad americana, sino un sueño, y ese sueño se ha convertido en una pesadilla para millones de personas porque no van a tener la vida que sus padres tuvieron y saben que sus hijos no lograrán tener la vida que ellos tuvieron.

Parece que ya no hay nada que empuje al trabajador estadounidense a salir a las calles, como ocurre en otros países. ¿Qué ha sido del espíritu reivindicativo?

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Creo que la gente se rinde antes incluso de intentarlo. Y se rinden porque han visto demasiadas veces que nada cambia con las protestas. Fíjate en el mes previo al inicio de la guerra de Irak: ¿cuántos millones de personas en todo el país y el planeta salieron a manifestarse aquel día de febrero? Fue la mayor manifestación de la historia mundial. Y ¿qué pasó cuatro semanas después? Que le den. Bush bombardea Bagdad.

¿Dirías que el público de este país está abatido y no tiene esperanzas? Como estadounidense, ¿no te entristece pensar que es así?

Pues sí y no. A lo largo de la historia, ha habido momentos en que la gente se ha sentido abatida, pero todo cambia y todo mejora. Hace 11 años, cuando se aprobaron todas las enmiendas constitucionales que prohibían las uniones entre homosexuales, parecía que jamás habría vuelta atrás. Fue un gran revés para los gais, y recuerdo que muchos pensaban, Ya no tiene sentido. Mudémonos a Canadá, que allí nos aceptarán y nos casarán . Pero no ocurrió así. La gente se recompuso, se sacudió el polvo y volvió a la lucha. Era un movimiento personal, más que político. Creo que en esos diez años, el punto de inflexión fue que cada vez empezaron a salir del armario más gais, lesbianas y personas no aceptadas por la mayoría heterosexual, se declaraban a sus amigos, sus vecinos, sus compañeros de clase y de trabajo. Cuando tu hija te dice que es lesbiana, es más difícil seguir odiando a las lesbianas. Fueron ellos mismos quienes lograron el cambio. El odio iba desapareciendo con cada persona que salía del armario.

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Tengo la impresión de que pronto va a producirse una revolución ideológica y un cambio en la opinión pública que obligará a los políticos a subirse al barco o a caer por la borda.

La mayoría de los estadounidenses sabe que no se tiene muy buen concepto de nosotros como país.

Mientras viajabas por el mundo haciendo la película, ¿viviste mucho sentimiento antiamericano?

Sí y no. Las partes más incómodas de la cinta fueron aquellas en las que caminaba por varios puntos del planeta enarbolando una bandera estadounidense. Iba andando por los Campos Elíseos de París con aquella enorme enseña y pensaba, ¿Por qué me he pintado una diana en la espalda?

¿De verdad sientes eso? ¿Te sentías violento sosteniendo una bandera estadounidense?

No violento, no diría tanto, pero era un poco desconcertante en el sentido de que sabía que tenía que estar preparado por si alguien se me acercaba a darme un puñetazo, escupirme o a agredirme con un arma…

¿Por qué temías eso?

Porque creo que la mayoría de los estadounidenses sabe que no se tiene muy buen concepto de nosotros como país. A nivel individual somos muy apreciados. A la gente le gusta estar con estadounidenses, les gustamos de verdad.

Entonces, ¿has vivido el verdadero odio hacia la política exterior de este país? ¿Alguien te ha recriminado eso?

Diría que tres cuartas partes de las personas a las que entrevisté en la película sacaron el tema de la política internacional o las guerras. Decían «Si queréis hacer algo por el mundo, dejad de invadir. Dejad de iniciar guerras, la actitud beligerante, de abusar, porque sois geniales de verdad y tenéis un buen sistema de creencias, una gran constitución y a todos nos gustaría ser como vosotros, pero no es fácil cuando permitís a vuestros líderes que hagan esas cosas tan horribles».

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El ascenso de la globalización, el abaratamiento de los mercados laborales y los movimientos obreros han hecho que, en el transcurso de 25 años, EE. UU. se convierta en un país xenófobo. ¿Estás de acuerdo con eso? ¿Qué acogida crees que recibirá tu cinta entre ese público xenófobo?

Bueno, siempre que menciono el título, añado que se trata de una comedia.

Quieres que la gente lo sepa, ¿no?

Sí, quiero que lo sepan. Quiero que sepan que lo que van a ver no es necesariamente lo que esperan, y esa es parte de la gracia y de la sorpresa de la película. Solo trato de hacer lo que haría cualquier cineasta: ofrecer momentos que provoquen risas, lágrimas y hacer que unos cuantos reflexionen al salir del cine.

El equipo tiene su propio título para la cinta: Mike's Happy Movie.

Parece una película patriótica. No tiene pinta de ser la caricatura de Michael Moore como un liberal loco de atar. ¿En qué punto sientes que estás y hasta qué punto crees que la película refleja algo de ti?

Durante el año pasado he tenido mis vicisitudes. Mi padre murió en 2014 y me he divorciado. Además, creo que sentía compasión por el centro del país, un sentimiento de desesperanza e impotencia. Cuando fallecen tus padres te sientes huérfano verdaderamente. Pero no fue negativo, me afectó de un modo muy extraño, porque estaba triste, no deprimido. Vera mi padre morir me infundió un… respeto no es la palabra… entusiasmo renovado por la vida y sus posibilidades.

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Eso trasciende en la película. Es una celebración de la vida.

El equipo tiene su propio título para la cinta: Mike's Happy Movie (La película alegre de Mike).

¿Estás tratando de enviar vibraciones positivas al mundo? Lo digo porque se te ve muy optimista con lo de la revolución ideológica…

Sí, creo que va a suceder de manos de la juventud. La dirigirán los afroamericanos y las mujeres. De hecho, ya está sucediendo. Algunos de estos movimientos son los niños de Ocupar Wall Street, que hace unos años demostraron al mundo que el pueblo tiene algo que decir respecto al poder económico y la injusticia que deriva de este.

¿Crees que esa revolución de las ideas que cuestionará el contrato social, el pilar sobre el que se sustenta de cualquier democracia liberal, se producirá en los próximos cinco años?

En los próximos dos o tres años.

¿Estás impaciente por presentar tu película al público de EE. UU. y hablarles de ella y de tus ideas?

Promocioné Fahrenheit 9/11 por todo el país (60 ciudades en 42 días). Espero poder hacer algo parecido también esta vez. Ya hemos estado mirando la posibilidad de contratar uno de esos autocares como los de las estrellas del rock para salir de gira con la película y mostrarla en tantas ciudades como podamos.

¿Disfrutas de esa parte de la promoción, en especial con esta película?

Me gusta salir. Me fascina la gente. Este país es increíble, me encanta. Lo conozco muy bien, lo he atravesado muchas veces y creo que he… estoy buscando las palabras adecuadas… Hay un lugar en todo esto en que se encuentra el amor, pero el amor de verdad, no el de las postales de Hallmark. Hablo de una conexión muy estrecha entre empatía, amor y sentimiento profundo, y me encanta.

Where to Invade Next se estrena hoy jueves, 10 de septiembre, en el Festival de Cine Internacional de Toronto.

Esta entrevista ha sido editada y resumida para una mayor claridad.