Entrevistamos a la única fotoperiodista de Gaza

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Entrevistamos a la única fotoperiodista de Gaza

Eman Mohammed de 26 años de edad ha sido la única fotoperiodista gazatí desde que tenía 19 años.

​"Puedes pasar de ser una víctima a un sobreviviente, puedes ser lo que quieras ser. Incluso puedes crear tu propia historia en lugar de solo documentarla. Puedes convertirte en la persona que quieras, siempre y cuando no le quites ese mismo derecho a otros".

Estas fueron las palabras con las que Eman Mohammed concluyó su discurso en las negociaciones para la paz de la ONU que se llevaron a cabo en Ginebra. La colaboradora de TED de 26 años de edad ha sido la única fotoperiodista gazatí desde que tenía 19 años. Para ser libre de vivir como ella quería, tuvo que enfrentarse a compañeros misóginos y agresivos, amenazas de muerte y acoso sexual.

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Me puse en contacto con ella para platicar.

VICE: Eman, ahora te encuentras en EU. ¿A qué fuiste?
Eman Mohammed: Mi esposo vive y trabaja aquí. Tengo que dividir mi tiempo entre Gaza y EU. Como algunos amigos perdieron su casa por la guerra, les ofrecimos vivir en la nuestra. No queremos correrlos, por eso seguimos aquí.

Eman Mohammed

Acabas de regresar de las negociaciones para la paz en Ginebra. ¿Cómo te fue?
En general, la gente fue amable y comprensiva. Aunque sí me preocupó la crítica palestina.

Invité al fotógrafo israelí Mati Milstien a participar en mi discurso. Mati y yo hemos sido amigos por muchos años. No hay problema con Mati, ya que es parte de la comunidad izquierdista en la que la gente está de acuerdo con tener amigos palestinos. Sin embargo, Gaza es muy conservador, a pesar de que Hamás ha estado a cargo desde hace siete años. Importan más las tradiciones que la religión. Además, Gaza se cierra más con cada guerra. Por eso no es muy seguro andar diciendo abiertamente que eres amiga de un fotógrafo israelí, que además fue soldado.

¿A qué edad empezaste a tomar fotos?
Tenía 19 años. Mi mamá me crió sola porque mis padres se divorciaron cuando tenía dos años. Pero la idea de una mujer divorciada que trabaja y que aparte tiene dos hijos no es aceptable en Gaza. Todos la criticaban pero no le importó y siguió adelante.

Por eso sabía que, si no conseguía un buen trabajo desde el principio, nunca iba a poder conseguir ningún trabajo. Pero casi no hay mujeres periodistas en Gaza y yo quería hacer algo en lo que pudiera adquirir experiencia antes de graduarme de la universidad. Cuando entré a segundo año, me di cuenta que quería ser fotoperiodista y conseguí un buen puesto en la agencia de noticias Ma'an. Me ofrecieron una cámara rota y me dijeron que podía quedarme con ella si la arreglaba. Era una Nikon d70 desgastada pero funcionó a la perfección.

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¿Cuáles fueron los principales obstáculos que tuviste que enfrentar al ser una fotoperiodista mujer en Gaza?
Después de trabajar año y medio, comencé a llamar la atención de la gente pero de forma negativa. A menudo le decían a mi jefe: "¿Cómo pudiste contratar a una chica? Usa jeans. ¡Mira la forma en que sostiene la cámara!" La gente criticaba todo lo que hacía, hasta mi forma de moverme.

Al final, mi jefe me quitó la cámara y me dijo que podía ser productora y editora de árabe y de inglés. Tuvimos una discusión muy fuerte y después me dijo que sólo tenía dos opciones: renunciar o que me despidieran. No quería que me despidieran de mi primer trabajo, así que opté por renunciar. Para ese entonces ya había ahorrado lo suficiente para comprar mis primeras herramientas, una cámara y dos lentes. La primera guerra estalló tres semanas después.

¿Y qué hiciste?
Nunca antes había cubierto a una guerra, lo máximo que había cubierto era una invasión. Muchos de mis compañeros estaban enojados conmigo por haber renunciado. Creían que había desperdiciado una gran oportunidad de trabajar en una oficina porque ahí es donde deben quedarse las mujeres.

¿Crees que se sentían amenazados?
Supongo que me consideraron una chica mimada que creía que podía quitarles su empleo porque hablo inglés. Otros me veían como una chica que sólo quería jugar un rato. Después, tres de mis compañeros me llevaron a donde estaban cayendo las bombas y me dejaron ahí.

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Justo antes de eso, estaba en una Jeep con otro fotógrafo que creyó que me encantaría tener un rapidín en el auto. Me acosaron sexualmente y me abandonaron ese mismo día. Hay otras jóvenes que intentaron incursionar en el campo del periodismo y también sufrieron de acoso sexual del mismo sujeto que me acosó. Mi habilidad no es la única razón por la que soy la única mujer que queda en la profesión. Lo que pasa es que en Gaza es muy difícil sobrevivir en el ámbito periodístico.

¿Alguna vez confrontaste a los sujetos que te abandonaron?
Lo intenté pero no quisieron hablar conmigo. Ahora sólo me da risa pero me sigue molestando el hecho de que, al ver a estas personas después de la guerra, no se avergüenzan ni se sienten culpables. Pude haber muerto y nadie los habría hecho pagar por eso. Lo peor en Gaza es que no hay ley.

Sebastian Meyer, quien fundó junto a Kamaran Najm la primera agencia de fotógrafos en Irak, Metrography, me dijo que las fotógrafas en Irak confunden a muchos hombres. Que verlas es apabullante y por lo tanto pueden lograr tomar fotos más íntimas. ¿Crees que eso sea cierto?
Claro, definitivamente. Los hombres dejan de fingir. Se olvidan de las viejas tradiciones en las que no pueden mirar a una mujer o no pueden saludarlas con la mano y todo se vuelve más normal. Es hermoso ver a las personas por lo que son en realidad.

Pasa lo mismo con los miembros de Hamás. Cuando visité al jefe de la policía en su oficina, lo vi reír y contar chistes.

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¿Es cierto que fuiste a tomar fotografías a la segunda guerra cuando tenías nueve meses de embarazo?
No puedo quedarme en casa cuando estamos en guerra, siento que me sofoco. Hay muchas mujeres que mueren en la cocina. Además, mi esposo siempre me apoya.

No sé porqué pero parece que las mujeres embarazadas se niegan a aceptar que se ven como ballenas, ¡en serio creí que nadie se iba a dar cuenta! Pero era muy obvio porque había subido treinta kilos. Había una bola enorme rodando por la calle y cargando dos cámaras.

Mucha gente me criticó pero nunca consideraron que mientras estuve en casa, inhalé tanto fósforo blanco que bien pudo provocarme un aborto. Nunca estás a salvo de la guerra. Tomar esas fotografías requirió de mucho esfuerzo pero resultó satisfactorio. Di a luz un día después de que terminó la guerra.

¿Qué edad tienen tus hijas?
Una tiene tres años y la otra tiene uno y medio. De hecho, salimos de Gaza este año por la más pequeña. Los israelíes bombardearon nuestro vecindario cuando mi hija estaba durmiendo y de pronto le salió sangre de la nariz y de la boca. Ningún hospital la quería recibir, por eso nos fuimos.

La destrucción en Shujaiya y en Bait Hanoun es terrible. Empeora con cada guerra.
Y ahora hay gente que paga mucho dinero para tratar de escapar en barcos pero sólo logran que los maten en el mar. Están desesperados y no los culpo. No tienen otra opción. Yo tuve la oportunidad de salir y sabía que, si no lo hacía, mi hija iba a morir.

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Vengo de una ciudad muy educada, donde hay muchas chicas que quieren ser fotógrafas, no sólo fotoperiodistas. Pero ninguna recibe apoyo. Sería genial que alguien abriera un pequeño centro que aceptara a diez niños cada tres meses para enseñarles fotografía, videografía, cinematografía o cualquier otra cosa que les permitiera expresarse. Los niños necesitan educación y apoyo. Necesitan algo de lo que puedan depender. Algo que empiece un proceso de aceptación, no solo con la comunidad sino también con sus familias.

Gracias, Eman.